
Es esta una época rara en la que hasta el Sumo Pontífice
hace suya la fiebre recortadora e
imparte doctrina en 140 caracteres o elimina del portal al buey ya la mula. Hasta
los caganers sueltan la mano del
refajo y sin miedo ninguno a que se les pringue, blanden con ella una estelada; tan contentos. Todo eso a la gente sensata nos
importa poca cosa; vamos, al Papa le hacemos el mismo caso que cuando se pone
pesado con la matraca del condón y sobre lo otro, pues que tenemos cosas más
urgentes en que pensar antes que preocuparnos de si algún día tendremos que cruzar el Ter
con el DNI en la boca.
Pero claro, ¿qué les puedo desear queridos lectores? ¿Que
la estrella de Belén se desplome sobre los mercados? ¿Que los chinos nos
contraten la construcción del AVE y doscientos trenes? ¿Qué quienes hoy
gobiernan Europa (es un decir) o gobiernan en
Europa (eso sí) miren a su alrededor y caigan en la cuenta de una
maldita vez de lo que están haciendo a varias generaciones de europeos? ¿Qué no
haya más desahucios? ¿Qué cada vez que el PP niegue sus intenciones
privatizadoras a todos sus cargos electos les crezca la nariz cuatro palmos? ¿Qué
reviente algún que otro sinvergüenza?
Pues sí, deseo todo eso y mucho más. Pero, la verdad, prefiero la fórmula tradicional
aunque está vacía de sentido; es más amable, pega más con estas fechas.
Así es que, queridos y queridas: feliz Navidad y próspero
año nuevo. Y ya si eso…con lo que haya.