
No ha trascendido, aunque no es probable, si la ropa de
esta chica llevaba las etiquetas de Primark, El Corte Inglés, Bon Marché, Jose
Fresh o Beneton que son, entre otras, las marcas que tenían producción en el
edificio que se vino abajo matando a 1.050 personas, hiriendo a 2.500 y quién
sabe si guardando aún entre sus tripas más gente. Sí amigo lector, ha hecho bien
los cálculos: en ese inmueble de tres plantas trabajaban más de 3.500 personas.
Unos meses antes, un incendio mató a 112 trabajadores en
la Tazreen Fashion Factory, también en Dacca. Allí había producción de firmas
como Tommy Hilfiger, Calvin Klein, PVH o Tchibo. En este caso no se pudo
comprobar si la ropa de los fallecidos era de esas marcas: o se había
chamuscado pegada como una segunda piel a los cuerpos o estaba ennegrecida por
el humo que los ahogó.
Buena parte de estas firmas, europeas y estadounidenses se
han apresurado a indemnizar a los afectados (¿debería decir, masacrados?)
aunque, no crean, no todas: Walmart (la que más fabricaba en Tazreen),
Sears/Kmart o Disney, no han entendido que tuvieran obligación alguna en este sentido;
como el argumento es viejo, seguramente pensarán que al fin y al cabo, sin
ellas esa pobre gente no tendrían trabajo, así es que ya hacen bastante por el
pueblo bengalí y, en general para luchar contra el hambre en el mundo.
Por su parte, el Gobierno de Bangladesh, preocupado
porque las grandes compañías puedan decidir irse a matar gente a otro sitio y
perder así este sector tan vital, ha decidido emprender algo tan avanzado como
una reforma laboral que garantice el derecho a sindicarse y a la negociación
colectiva.
La economía de Bangladesh crece al 6 por ciento y el
salario mínimo mensual es de 29 euros, que viene a ser lo que cuesta en Europa una
camiseta o un juego de sábanas normalitas fabricadas allá.
Le aseguro, amigos lectores de buena fe, que no pretendo
darles el día. Si se sienten un poco (o un mucho) culpables es cosa de cada
cual. Ni siquiera insistiré en mencionar asuntos como las distintas formas
posibles de avanzar en el paradigma de la competitividad, o en el karma del
crecimiento como antesala del bienestar social. Pero, si aún les aguanta el
estómago, lean un poco más.
Nada de lo que ha sucedido en Bangladesh es nuevo; nada
de lo que está ocurriendo en este preciso instante en distintos lugares de
Asia, Africa o América Latina, lo es. No tengo datos actuales; ni falta que
hacen: sin duda todo ha ido a peor y, si alguien considera que esto que acabo
de decir es pesimismo, o demagogia o agitación, allá cada cual; sinceramente me
importa una higa: en estos tiempos hay argumentos más que suficientes a poco que
se ponga algo de atención en lo que sucede a nuestro alrededor, lejos o mucho
más cerca, para darse cuenta de que para la gente decente ha pasado el tiempo
de los matices, de las sutilezas, de toda esa mierda argumental que trata de esconder
las excrecencias criminales del capitalismo salvaje y su sustento
pseudointelectual: el neoliberalismo.
Datos de la Organización Nacional del Trabajo para el
período 1980-1993: en la fría y aséptica Finlandia, descendió el porcentaje de
empleados en el sector textil y del calzado en un 71,7%; en la muy avanzada en
términos de prestaciones sociales Suecia, un 65,4% y en la España, de los tiempos
en que el desempleo caía del 16 al 24%, la ocupación (no por destrucción de los
puestos de trabajo) bajaba en el sector en un 35,3%. En ese mismo ámbito de la
economía y la industria, en las remotas Islas Mauricio creció el número de trabajadores
en un 344,6%, en el cómodo y cercano Marruecos un 166,5% y en la trastienda del
imperio, nada más cruzar el Río Bravo, en México, un 85,5%. Pero, seguramente,
aquellos barros no tienen que ver con estos lodos y la deslocalización no está
relacionada con que paguen los de siempre los beneficios de los mismos.
O, tal vez sí porque, por poner un solo ejemplo más,
según los Servicios Financieros de Reuters, en apenas 6 años, entre 1993 y
1997, Adidas inició un vertiginoso proceso de expansión hasta el punto de pasar
de unos beneficios de 50 millones de marcos alemanes a 500 millones. ¿Saben cuál
era el salario por hora que cobraba en esa época un operario de la fábrica de
la marca alemana en Yue Yuen Factory, un gran holding de Taiwan? 0,19 dólares.
Que cada cual juzgue…o mire para otro lado.