
¿Cuánta gente asiste cada año a la tortura de un toro
bravo en Tordesillas?
Que sean muchos o pocos es por completo irrelevante. Como
lo es que se trata de una tradición tan sangrienta como ancestral.
Ocurre que las heridas que se infringen al animal son
reales, es decir, sangran y son laceraciones que duelen de un modo espantoso.
Solo los imbéciles pueden sostener que en un organismo dotado de sistema
nervioso no padece por tales agresiones.
Repaso los videos (http://www.youtube.com/watch?v=TKXS1pswEks)
de la salvajada de este año y siento
una profunda tristeza por los comentarios de quienes se muestran a favor de
esta barbaridad, los gritos de quienes jalean ufanos al pobre cretino que
enarbola la victoriosa pica, las pedradas de los cafres a quienes tienen la
valentía de oponerse (en toda esta farsa sangrienta, solo ellos son los valientes)
y los argumentos de quienes tratan de justificar lo que sucede en este pueblo
castellano cada año vomitando la palabra cultura por su putrefacto agujero de
decir palabras.
Pero lo peor de todo es la gentuza que aprovecha una
tribuna pública para defender el ensañamiento y asesinato del animal como la
tal Mariló Montero, que gana dinero de todos en TVE por decir cosas como que lo de
Tordesillas es “una fiesta maravillosa”.
Son abominables quienes, de natural chillones en las
muchas tertulias, cierran el pico ante algo así quizás (y solo quizás)
avergonzados, pero incapaces de condenar algo que pertenece a la ideología de
la misma mierda que habitualmente defienden.
Y son culpables, los políticos que no levantan la voz
ante esta atrocidad, la consienten o se muestran tibios o comprensivos confundiendo la tolerancia con la complicidad, los medios de
comunicación que no editorializan sobre la miseria moral de un pueblo, los
intelectuales equidistantes, los notables en general que no arriman el hombro para acabar con
algo que avergüenza a cualquier persona decente.