
A mí me parece que este diagnóstico que sigue del periodista José
Antonio Zarzalejos, da de lleno en el clavo: “Los regímenes sanos no tienen
miedo al cambio. El español no lo está y carece de energía para
transformarse. Por el contrario, pese a
la fragilidad de sus pilastras, una clase política mediocre pugna por
mantenerlo en la agonía mientras nuestro país contempla perplejo cómo los
juzgados sustituyen, en afluencia, interés y determinación, al Parlamento. Son
la UVI del sistema” http://blogs.elconfidencial.com/espana/notebook/2013/05/18/un-sistema-moribundo-en-la-uvi-judicial-11306
De acuerdo con Zarzalejos. Un ejemplo entre otros podría
ser el caso de las preferentes. Si ese gravísimo problema solo puede ser
resuelto por la Justicia, más allá de arbitrajes y componendas varias, habremos
agotado todas las herramientas del sistema. Si los jueces no dieran cumplida
respuesta a lo que solo puede calificarse de estafa, habría fallado el último
resorte. ¿Y entonces?
El punto apocalíptico del comentario precedente, puede
encontrar su correlato en el que sigue, cuyos autores son César Calderón y
Sebastián Lorenzo, el primero militante del PSOE muy activo el Twitter y otras
redes sociales y el segundo director de la Escuela Nacional de Gobierno en
Jefatura de Gabinete de Ministros-Presidencia de la Nación Argentina,
coordinadores ambos de Open
Government-Gobierno Abierto http://www.netoraton.es/?p=12770
“Los partidos políticos en España no han avanzado lo más
mínimo, siguen organizados de la misma manera que hace treinta años…las
soluciones pasan por cambios orgánicos y de valores tremendamente radicales”
Lo peor de todo, a mi juicio, es que los partidos
políticos (o para ser más exactos, sus cúpulas dirigentes) se han situado a la defensiva, en una posición entre
perpleja y desdeñosa cuando no despótica respecto a la opinión pública o, si se
prefiere, en relación a los movimientos sociales recientes. En realidad el
fenómeno es más complejo, porque no solo afecta a los partidos sino a una parte
activa del establishment (sindicatos, agentes empresariales, instancias
culturales y financieras, periodistas y comentaristas políticos) que empieza a
oler a naftalina.
Para ser justos, no es que no haya una cierta conciencia, preocupación, temor o como se quiera entender; puede entreverse en el siguiente comentario de Ramón Jáuregui, un
miembro de la vieja guardia, que,
paradójicamente, es el coordinador de la Conferencia Política que el PSOE
celebrará en octubre próximo y que, por lo visto, debe ser el motor de la regeneración, y cuya aportación más notable –que haya trascendido- es proponer que
todos los partidos vengan obligados por ley a celebrar primarias: “ Cuanto
discuto con muchas personas descubro que en las bases hay una posición más
rupturista…sí, creo que las bases han cambiado y no existe la fuerza
vertebradora que los dirigentes teníamos antes” (España, Estado Zombi, Ignacio Sáenz de Ugarte, Cuadernos de
eldiario.es Número 1)
O sea, que sí, que vale, pero ya si eso… como dicen los modernos.
Y, claro, si los partidos políticos, la clase dirigente
en general y los mediadores no entienden por dónde va la sociedad; si siguen creyendo que la desafección es algo coyuntural y pasajero, apaga y
vámonos. Si esas instancias no cumplen ese papel de vanguardia, de impulsores,
que les corresponde en un estado de cosas ordenado, ¿quién lo hará?
¿Nos conformaremos con suponer que la pauta social la
marcan esas mayorías silenciosas que tan convenientes le resultan y a las que
tanto alude el partido en el Gobierno y -no nos confundamos- que sirven de
coartada a una cierta izquierda apoltronada y endogámica que, a lo sumo,
coquetea con los nuevos movimientos y se deja ver en las plazas y se mece en
las mareas de cualquier color?
El director del Instituto Universitario de Gobierno y
Políticas Públicas de la Universidad Autónoma de Barcelona, Joan Subirats dice: “Hay que
desconfiar de la democracia: crear más instrumentos de control desde la
sociedad, dar la capacidad a la gente de controlar, evaluar y denunciar la
actuación de los poderes..” (La Política
será otra cosa, Juan L. Sánchez, Cuadernos de eldiario.es Número 1) De
nuevo: ¿Quién lo hará?
Es falaz y profundamente injusta la especie de que
quienes participan de eso tan amplio que se da en llamar el 15M, son algo así como una vanguardia revolucionaria que lo que desea es derribar el orden
establecido y bla, bla, bla. Nadie que se haya acercado a sus manifestaciones
aunque solo fuera por curiosidad puede sostener semejante estupidez, salvo que
esté interesando precisamente en fomentar la estupidez y la inacción.
Esa gente es la misma que responde a las encuestas. Por
ejemplo, a otra de Metroscopia (ésta de finales de mayo de este año): los
españoles seguimos teniendo bien claro que sin partidos políticos no puede
haber democracia; lo dice el 80% de los encuestados. El 70% cree que sería
buena la aparición de nuevas formaciones, por ejemplo, originadas en los
movimientos sociales como el 15M. Y, por cierto, ojo al dato: el 61% de los votantes del PP lo
cree así y el 69% de los del PSOE también; si esto no es el certificado de
defunción del bipartidismo que venga Dios y lo vea.
De modo que basta ya de mirar por encima del hombro,
envolverse en la nostalgia de consensos, transiciones y certificados de
demócratas de toda la vida, y manos a la obra. Dejen los partidos políticos de mirarse el
ombligo, limpien su casa por dentro y atiendan las propuestas que con toda
concreción se están haciendo ya desde distintas instancias. Reformen con
carácter urgente la Ley de Partidos. ¿Una propuesta concreta para hacerlo? Ahí
va una entre muchas, la que se presentó el pasado lunes día 1 mediante un
manifiesto (http://porunanuevaleydepartidos.es/manifiesto/) impulsado por más
de 100 periodistas, economistas, abogados, etc (es decir, nada de perroflautas) encabezados por Carles
Casajuana, Luis Garicano, Cesar Molinas y Elisa de la Nuez y que ya ha
alcanzado las 17.000 adhesiones:
“1.- Celebración de congresos cada dos años como mínimo y,
en todo caso, a fecha fija;
2.- Reunión de los
órganos de control de las directivas y parlamentos internos a fecha fija,
incluyendo en el orden del día la votación sobre la gestión de la directiva con
voto secreto. Limitación del número de sus integrantes, entre los cuales no se
contarán los de la directiva; 3.- Composición de
los congresos y de los órganos de control proporcionales al número de afiliados
o de votos del partido en cada provincia o distrito. Limitación de mandatos al
menos en los órganos de control; 4.- Elección de los
órganos ejecutivos, delegados a congresos y miembros de los órganos de control
mediante voto secreto de los afiliados o delegados al congreso; 5.- Elección de los
candidatos a cargos representativos por elecciones primarias; 6.- Mandato
limitado de los tesoreros y encargados de las cuentas y elección de los
interventores por parte de los distintos niveles del partido. Auditorías
anuales por empresas independientes previas a la presentación de las cuentas
que deberán ser aprobadas por los máximos órganos de dirección del partido, y 7.- Constitución de
comisiones independientes para verificar los gastos de las campañas e
inspecciones para verificar el cumplimiento de los límites de gasto electoral”