
Hay una exministra de Defensa, que como todos se ponía
firmes incluso estando embarazada al paso marcial de una cabra y no movía un
dedo si a sus oídos llegaban casos de violencia de género en la milicia , que nos
ha explicado sin que nadie le pregunte, cómo ella se las apañaba para dar de
mamar a su bebé en la más estricta intimidad, en lugar de llevar al mamoncillo
a los cuarteles o a su escaño del banco azul.
Un aspirante a liderar (es un forofo del, para él,
polisémico vocablo) el gobierno español asegura que negoció con uno y no con
otro, siendo así que aquél uno lo hizo con éste otro y entre los tres se
repartieron la Mesa del Congreso de los Diputados. Asegura, además, haber
obtenido un éxito pues su conmilitón preside la referida Mesa por más que la
mayoría corresponda a lo que el aspirante bautizó en su día como “las derechas”
Ahora anda repitiendo allá donde le ponen frente a la boca un micrófono, una y
otra vez, una cosa muy original y graciosa sobre niños que se enfadan y se
niegan a respirar mientras se da el pico en el Senado con los independentistas catalanes.
Un bocas que insultó a los familiares de quienes fueron asesinados
cuando entonces, asegura contrito que las formas de los nuevos parlamentarios
le parecen una falta de respeto a quienes con sus votos les han puesto en casa,
en la casa de la soberanía popular se entiende.
Luego están esas bonitas imágenes en las que un diputado con
rastas entra en el hemiciclo del Congreso y se ve al presidente en funciones
como se mueve inquieto tras el desconocido no fuera a ser un peligroso
yihadista; el presunto rastafari pasa ante el presidente del Gobierno en funciones
a quien se le pone cara de ajo. O escuchamos los elegantes comentarios de una periodista
de pedigrí parlamentario y una diputada castuza sobre la higiene y los parásitos capilares de esa banda
vocinglera y zarrapastrosa que ha tenido la osadía de conseguir en las urnas
cinco millones de votos.
Es como si los bárbaros hubieran entrado con sus rudas formas
en el templo de la élite dirigente para manchar los pupitres con sus manos
llenas de la grasa de sus bocadillos de atún con pimientos. Claro, los romanos
se han puesto de los nervios. Hay que joderse, resulta que a esas hordas no les
deslumbra el brillo de los espejos ni las mullidas moquetas atenúan su ruidosa
forma de caminar. Y se ponen chulos.
Al ministro meapilas, a la feminista de salón, al auto
nombrado líder de no se sabe qué, a los plumíferos de la voz de su amo, a la
diputada sandunguera que no se suelta de la silla ni con agua caliente y a la
rata portavoz, se les pasará el descoloque y dejarán de parecer lo que parecen,
lo que los nuevos han conseguido que parezcan: un pulpo en un garaje, como dijo
ayer Iñaki Gabilondo, o “inútil…como el perfume del desengaño” que cantó Sabina.
A todo se acostumbra uno.
Ahora a ver si conseguimos que se acabe el circo y todos,
todos, se dedican a algo útil ¿eh?