Pensé que, tocadas las instituciones desde la Corona a
los ayuntamientos; cuestionadas otras como el sistema de partidos; en horas más
que bajas el poder ejecutivo y bajo sospecha el legislativo;en riesgo de
quiebra el modelo territorial, etc, profesionales como los periodistas y los
jueces tendrían el favor del público; incluso leí (con preocupación desde
luego, por cuanto implicaría que se abandona la esperanza de regeneración de
esas instituciones por sí mismas) que estaban llamados a ser los nuevos y
únicos justicieros que han de poner en su sitio a tanto mangante y a quienes se
empeñan en destruirlo todo, desde entro y por acción o corrupción.

Paradójico, ya digo, porque son estos profesionales quienes
han destapado los escándalos y los investigan en sedes judiciales. Ni
Urdangarín, ni Bárcenas, ni los ERES andaluces, ni tantos y tantos casos han
escapado al escrutinio de los periodistas, ni escaparán (no es solo la
expresión de un deseo; lo creo de verdad sobre todo porque necesito,
necesitamos, creerlo) a la acción de los jueces. Tal vez esta contradicción
(desde luego aparente) es lo que hace decir a Carlos Marzal (http://www.abc.es/local-comunidad-valenciana/20130311/abci-disparar-juez-periodista-201303111039.html)
“¿Es que los técnicos del CIS hacen sus
encuestas bajo el influjo de los psicotrópicos? ¿Acaso los psicotropizados son sólo los que responden a las encuestas? ¿Tal
vez estas investigaciones de campo han tomado como ámbito de estudio nada más
que los bares de copas? ¿Por qué parece que la población española no tiene demasiado
claro el concepto de ‘coherencia’ a la hora de responder en público?
No seré yo quien vaya por esa línea nada respetuosa con
la voluntad y el criterio del pueblo soberano, pero la verdad es que si uno
recuerda por ejemplo la insistencia, elección tras elección, en entregar el Gobierno
de la Comunidad Valenciana a tipos injustificables ética y estéticamente o la
contumacia en consentir situaciones como la del Ayuntamiento de Ponferrada,
desde el apoyo a un acosador hasta el manteo jubiloso a un alcalde inmoral, no se
reconcilia precisamente con la condición humana.
Claro que también hay quien no encuentra contradicción
alguna. Antonio Gálvez, escribe una carta al director en un pequeño periódico
digital, Diario de la Sierra (http://www.diariodelasierra.es/2013/03/08/cartas-al-director-jueces-y-periodistas-proscritos-de-la-sociedad/)
“Habló el Pueblo. Se pronunció sobre vosotros como merecéis. Os considera
segmentos sociales desplomados. Habéis caído desde el trono celeste a la
profundidad de los infiernos. Y se dice que ‘os lo habéis ganado a pulso’.
Observáis un comportamiento reprobable, salvo algunas excepciones. Habéis
cavado la fosa de vuestro descrédito vocacional o profesional, porque nos
habéis traicionado vilmente. Igual que unos empleados ingratos, que ponen veneno
en el plato de sopa del amo” ¡Toma castaña!
Al contrario de Marzal, este martillo de herejes que
apellida Gálvez cree que “Nuestro pueblo es maduro. Tiene capacidad de
distinguir entre el ser y el deber ser. Lo enjuicia todo. Y desde luego, no
soporta ya el insulto de los engaños, ni de unos, ni de otros. Observa que por
los cuatro flancos del territorio hay hervideros de los que emana un magma de
pestilencia” ¡Chúpate esa!
Así es que, si no teníamos bastante con lo que nos toca
cada día, jueces y periodistas debemos reflexionar sobre nosotros mismos. Al hastío,
al cansancio de la convivencia con la miseria moral, cuando no el delito,
habremos de añadir la introspección y la autocrítica. Hágase, no queda otra.
Pero igual podemos hacer también algo más cercano e
inmediato: abandonemos cualquier tentación corporativista y denunciemos a
quienes, por razones ideológicas, bastardas o por estupidez, pervierten la
función de informar y la de juzgar. Igual que los políticos honrados debieran
dejar de quejarse de que se les mete en el mismo saco que a los que no lo son y
sacar a éstos a gorrazos de las
instituciones y hasta de los partidos a los que pertenecen ambos, jueces y
periodistas deberíamos hacer lo propio. ¿Que no sabemos en dónde está el cánon
que permita referenciar las conductas y actitudes ? Claro que lo sabemos,
conocemos de sobra quién actúa con honestidad y quién no. ¿Que lo que propongo
es una quimera? Pues entonces, apaga y vámonos.