
Con apenas unas horas de diferencia han coincidido la
muerte en Sevilla de tres miembros de una misma familia por consumir alimentos
en mal estado y una enésima manifestación, esta vez contra la futura Ley de
Seguridad Ciudadana. En la mejor de las estimaciones, a esta concentración en
los alrededores del Congreso de los Diputados asistimos unas 5.000 personas.
Ahora comanda la represión un meapilas que nunca diría
cosas así, pues es persona de orden y verbo ponderado. Más aún, seguramente
considerará que es pura demagogia si no cosa de Belcebú relacionar el
fallecimiento de una familia obligada por la política del Gobierno en el que
milita el monago a alimentarse en los contenedores de la basura, con las
protestas de la gente de baja estofa, es decir, médicos, maestros,
funcionarios, bauseros, empleados de lavandería, mineros, los que dan luz a los
semáforos, los del metro, pensionistas, preferentistas, desahuciados…los que no
forman parte de la mayoría silenciosa…y sensata que diría su jefe el mentiroso.
De acuerdo con el Ministerio del Interior, en el primer
año de gobierno de Rajoy y los suyos, se celebraron más de 36.000
manifestaciones en España. La respuesta de los golpistas en diferido en forma
de simulación a la voz de la gente es la Ley de Seguridad Ciudadana y la
subsiguiente de Seguridad Privada, ambas aceptadas sin rechistar por los ciudadanos sensatos y mudos, que el que calla otorga como dice una máxima de aplicación en todas las dictaduras. Las dos están preñadas de preceptos
inconstitucionales y las dos serán recurridas; no deberían preocuparnos por
tanto pero es que, vista la celeridad y ecuánime juicio con que suele pronunciarse
el Alto Tribunal, cuando estas normas sean derogadas, ya habrán hecho mucho
daño.
Dice Cayo Lara que todo esto va a provocar un estallido
social. Si nos atenemos a la manifestación a la que me refiero al principio,
pues no parece que sea así. Si miramos el carácter y la dimensión de ese
elevado número de colectivos que salen a la calle casi de continuo a protestar
por lo suyo (o por lo de todos, según se mire) uno empieza a pensar que deben
tener razón los que aseguran que secularmente los españoles somos un pueblo de
extremos. No nos gusta el lío, aguantamos lo indecible, somos pacíficos casi siempre e incluso cuando vociferamos en la calle (sumisos dicen otros) pero cuando nos
ponemos, hacemos tabla rasa y nos llevamos por delante lo que sea; no sé si se
referirá a eso Lara.
O puede que no. Puede que no sea nada de eso; que nuestro Lenin
de salón esté manifestando más un deseo que formulando una predicción fundada y
hayamos involucionado hasta el punto de que si llamamos bruto (no salvaje,
asesino o hijo de puta, no crean) a un guardia, éste estima que se trata de un
insulto intolerable a la autoridad y nos ponen una multa de cuantía absurda por
ello, aceptemos la ruina y la indignidad sin más pensando que debiéramos ser
como la gente educada en buenos colegios que sabe moderar (modular, por mejor expresión de quienes saquean nuestras libertades) su
genio y su lenguaje. O que si un vigilante del supermercado (o la cajera, qué
más da) al que solemos ir barrunta que estamos delinquiendo y nos detiene, será
porque algo raro hemos debido de hacer, incluso si es sin darnos cuenta, pues
estamos obligados a cuidar de que no se altere el orden establecido con
despistes que den a entender comportamientos ambiguos y, por tanto, sospechosos.
Al fin y al cabo, muere una familia en Sevilla a la que
la vergüenza no le permitía hacer visible su miseria y prefería alimentarse de
mierda en silencio y, como mucho, nos quedamos perplejos o se fijan días de luto
o se ponen banderas a media asta…y hasta la próxima.
¿Saben qué? Me cuesta mucho amar a mi país.