
Muchos años después, en un encuentro de periodistas con Alonso Álvarez de
Toledo, embajador español en la RDA aquellos días, recordábamos que más allá de
los movimientos de la política, el muro
de la vergüenza (así se le llamó mucho tiempo) cayó finalmente por casualidad.
Permitan que refiera el episodio, no por conocido, menos peculiar: El día 9 un portavoz
de la RDA, Günter Schabowski, leía un comunicado en rueda de prensa para
anunciar que “…se podrá viajar fuera de la RDA sin condiciones previas…” Un
periodista de Bild Zeintug, Peter
Brinkmann, preguntó “¿Cuándo?” Y la respuesta en absoluto prevista de
Schabowski fue “…según creo yo, inmediatamente” El embajador lo cuenta muy bien
en un artículo publicado en El Mundo: http://www.elmundo.es/la-aventura-de-la-historia/2014/11/05/54590409268e3e932f8b458f.html
El resto es sabido, lo política de bloques que había separado al Este de
Europa de lo que, para entendernos, llamaremos Occidente durante 28 años, terminó por un error
burocrático. Las paradojas de la historia.
No conozco a nadie que no celebrara la caída del Muro de Berlín; ni de
derechas ni de izquierdas. Pero conozco poca gente, de izquierdas o de
derechas, que levante la voz para denunciar que la infamia, lejos de terminar,
ha ido a más. En el verano de 1961 una de las ciudades más bellas y vitales de
Europa quedó dividida por los intereses de la geopolítica y la ideología.
Aquello acabó y con aquello un modo de entender el mundo.
Quiero creer que los nuevos muros
de la vergüenza no son un modo de entender el mundo, sino solo el producto
pasajero de la injusticia y la estupidez y, por tanto, episodios como
tantos otros con los que se arma la Historia.
En el mundo hay hoy 65 muros transfronterizos, 49 más de los que había cuando
cayó el de Berlín. Es de 1980 el que
construyó Marruecos en la zona de Tinduf, frontera con Argelia, para separar
las zonas controladas por el Frente Polisario; en Belfast, Irlanda del Norte,
existen lo que eufemísticamente se llaman “líneas de paz” que separan
comunidades católicas de protestantes, algunas de las cuales datan de finales
de los años sesenta; en el 74 se levantó una barrera que parte en dos la
capital de Chipre, Nicosia, y separa comunidades filo turcas de las pro griegas. Son solo tres ejemplos
del fracaso de la diplomacia…o de la condición humana.
Son más recientes -eso es lo descorazonador- otras murallas, de ladrillo, de chapa, de hormigón, de
alambre de espino, a veces el muro es un mar lleno de muertos…tanto da: son las que
pretenden absurdamente detener el viento o contener el torrente en un puño.
Hungría/Serbia; España/Marruecos; Grecia/Turquía; India/Bangladesh; Bulgaria/Turquía…Todas son
recientes, todas son injustas; y es falso que se levanten para preservar nuestro modo
de vida…sólo son el fruto amargo del egoísmo.
Y son, sobre todo, producto del miedo.
Quizás debiéramos desempolvar aquel viejo catalejo ruso y echar un
vistazo. Tal vez, efectivamente, se pueda ver más allá del horizonte, hacia el futuro, un futuro acaso mejor…
aunque sea por casualidad.