
En
la edición de 6 de julio de este año de la revista Nature,
hay un artículo de los profesores Roben Naidoo y Brendan Fisher (
https://www.nature.com/articles/d41586-020-01999-x)
en el que alertan de que la COVID19 amenaza el cumplimiento de los
dos tercios de los 169 metas
de los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) El
doctor Fernando
Valladares de
la Universidad Rey Juan Carlos
(El
éxito ante la Covid19,
edición del 29 de septiembre último de la revista de elDiario.es)
que
es quien los referencia, pone
el acento en que, como
advierten asimismo
Naidoo y Fisher,
el 10 por ciento de los
Objetivos
-recuerden:
se establecieron en 2015 y su grado de cumplimiento cinco años
después es desalentador- pueden
amplificar los impactos de futuras pandemias, básicamente
aquellos que, como por ejemplo la gestión de las emisiones de CO2 y
otros agentes, se concilian mal con el desarrollo económico. En
cristiano: que el crecimiento deseado-esperado hará imposible la
reducción, en tiempo y dimensión necesarios, de los agentes
responsables del calentamiento causante del cambio climático que,
además de una amenaza directa y a corto plazo perfectamente
identificable a estas alturas, tiene implicaciones indirectas como es
favorecer la extensión de patógenos de cuya existencia tiene
noticia cierta la ciencia desde
hace tiempo,
aunque no hayan saltado al género humano...aún.
Hace
unos días escribí en este mismo espacio un artículo en el que
hacía referencia al llamado decoupling, esto es, la
posibilidad de un desarrollo económico que tenga escaso impacto
negativo en el medio ambiente. Naidoo y Fisher insisten en ello y
creen que los ODS debieran revisarse precisamente en vista de que tal
desacoplamiento es en gran medida una falacia. Bueno, en
realidad, ellos lo dicen de manera más eufemística; soy yo el que
sostiene que la expresión “desarrollo sostenible” es un oxímoron
y, por tanto, cuanto se derive de ella es falaz.
Sea
como fuere, Valladares cree que a la hora de pensar en esa revisión
de los ODS nos enfrentamos precisamente, “cara a cara, con la
esencia de nuestro sistema socioeconómico” Y la pandemia nos está
poniendo frente al espejo con terrible crudeza, exigiendo que
actuemos de forma perentoria, urgente. ¿Muy urgente? Cada vez hay
más sectores sociales que creen que sí; es muy urgente.
No
me refiero, por ejemplo, al FMI por mencionar una institución que
últimamente viene manifestándose con una sensibilidad social poco
habitual (https://www.imf.org/es/Topics/imf-and-covid19):
su sobrevenida preocupación es la misma de quien teme que la
desigualdad creciente y la ruptura del pacto social acaben poniendo
en riesgo el sistema mismo. "Se
ha dicho que la pandemia
ha escenificado un conflicto entre la economía y la vida. Pero este
enunciado, esta forma ficticia de contraposición, oculta el
conflicto real entre derechos y privilegios" escribe
en La
sobrevida, misma
edición de la revista de elDiario.es, la periodista y escritora
Belén
Gopegui.
El
FMI como otros actores domésticos y transnacionales no desean en
absoluto una reconversión económica profunda, no en el sentido que
la sindemia
exige.
Sindemia
digo;
sí,
es hora de llamarla por su nombre real,
en tanto que epidemia
sinérgica,
esto
es un
fenómeno
que
resulta de una
enfermedad
de
origen
vírico,
de
sus
interacciones
con
otras afecciones y
de sus secuelas,
y
de
las
consecuencias sociales y económicas de diverso tipo a
que da lugar.
¿O
será, como escribe Valladares, que “...el principal obstáculo
para una reconversión socioeconómica profunda es que no queremos
hacerla”? ¿quiénes “no queremos”?
Se
ha escrito muchas veces: cuando cayó el Muro de Berlín desapareció
toda alternativa al neoliberalismo; eso es al menos lo que nos dice
el relato dominante ¿No hay pues hoy modelos económicos diferentes
al actual a los que pudiéramos acudir? ¿Disponemos de conocimientos
empíricos y recursos tecnológicos para plantear una alternativa?
Tengo al respecto algo más que intuiciones, pero como no soy
especialista, no intentaré siquiera responder a esas preguntas. Al
contrario, haré otra: ¿Realmente no queremos, o es que el
diagnóstico y, por tanto, el enfoque de la salida de la crisis que
padecemos es equivocado?
¿Cuáles
son las diferencias entre la crisis de 2008 y ésta? Muchas desde
luego. En 2009 la caída del PIB mundial fue del 0,1 por ciento y en
2020 estará entorno al 3 por ciento. Esto ya es un dato frio pero
que nos sitúa en una realidad muy dura ciertamente. Asusta. Enrique
Marazuela, director de Inversiones de BBVA dice (y su opinión es
ampliamente compartida)
https://www.bbva.com/es/de-la-gran-recesion-a-la-gran-pandemia-diferencias-entre-la-crisis-de-2008-y-la-de-2020/
que “El paquete de garantías públicas conseguirá que esta crisis
no derive en otra sistémica” ¿De modo que no es “sistémica”?
No lo es, en efecto, si aplicamos las referencias habituales: no la
ha provocado una quiebra del conglomerado financiero como
consecuencia de la ruptura de alguna clase de equilibrio, sino un
acontecimiento inesperado (menos inesperado para la ciencia que venía
advirtiendo desde hace mucho tiempo y que, a lo que parece, no forma
parte del sistema) y no actúa directamente sobre sector económico
alguno sino sobre la salud (que, en cuanto tal, tampoco fes un
concepto sistémico) y, como pasa con las fichas del dominó puestas
en fila, actúa sobre todo lo que de verdad importa: sobre toda
nuestra vida, lo cual, en puridad, será que tampoco forma parte del
sistema. Ha puesto todo patas arriba, revelando las insuficiencias
del estado del bienestar y poniendo al descubierto que hay
detentadores del poder democráticamente otorgado dispuestos a poner
en riesgo a las poblaciones vulnerables y, más allá, sacrificar al
1 por ciento de la población en favor -creen ellos- del 99 por
ciento restante. ¿Y el asunto no es sistémico? Vale.
¿Porqué
tengo la sensación de que para no pocos economistas, esta sindemia
puede destruirnos, pero es un asunto que enfrentan con una especie de
desdén intelectual?
Dejen
que añada a este desordenado comentario un par de cosas. Hay un
libro que nunca me cansaré de recomendar; se titula Pluriverso
(Icaria 2019) y es una recopilación de artículos breves y, a mi
juicio, del mayor interés: José María Tortosa, catedrático de
Sociología de la Universidad de Alicante, rescata en “Europa” el
concepto de Maldesarrollo que ya utilizó en 1968 Sugata
Dasgupta (“Peacelessness and Maldevelopment”) y más a fondo
Samir Amín (“Maldevelopment: Anatomy of a Global Failure) y dice
lo siguiente: “Los seres vivos... sufren maldesarrollo
cuando sus órganos no siguen su código, se desequilibran entre sí,
se malforman” lo cual es una metáfora -dice Tortosa- que como
otras metáforas “suele contener ideología y más si se centra en
el objetivo a conseguir, el del crecimiento, normalmente del PIB...”.
Por
su parte, el economista ecuatoriano Alberto Acosta escribe en
“Posteconomía”: “Nunca antes afloraron tantas cuestiones
críticas de manera simultánea que no se circunscriben sólo a lo
económico y social. Los graves problemas problemas ambientales son
ya inocultables. Las manifestaciones de esta crisis civilizatoria,
influenciadas por una especie de virus mutante (Acosta, naturalmente,
no sabía nada en 2019 del SARS-Cov-2) aparecen en muchos otros
campos: político, ético, social, energético, alimentario y, por
supuesto, cultural”
No
me voy a extender sobre los comentarios de Tortosa y Acosta; eso
excedería las pretensiones de este artículo. No se a ustedes, pero
a mi me resultan muy sugerentes.
Una
última cosa. Terminando estas líneas se hace pública la decisión
del Gobierno de España de decretar un nuevo estado de alarma con la
pretensión de extenderlo hasta finales de abril del año que viene.
Eso implica que los gobiernos de las comunidades autónomas
dispondrán de un instrumento jurídico para poder restringir
derechos fundamentales, es decir, quienes no han sido capaces de
controlar la extensión de la enfermedad desde el final del anterior
estado de alarma, tal era y es su competencia, disponen ahora de más
poder para hacer ni ellos saben qué. Malos tiempos, muy malos pero,
contra lo que suele ser habitual (que la inoperancia y la estupidez
me provoquen una insufrible acidez estomacal) me ha dado por recordar
otra aportación de Pluriverso, la de Michelle Boulous que
dirige un singular Grupo Europeo de Investigación Filosófica en la
Universidad de Queensland, Australia. En “Movimiento Slow”
escribe “la ecuación de la velocidad y la precipitación con la
eficiencia, está arraigada en la modalidad europea clásica de
pensamiento instrumental racional en donde el cuidado da paso al
cálculo y el pensamiento, por lo general, se reduce a una hueca
manipulación y ampliación técnica de los hechos” ¿Unos friquis
estos del “Movimiento Slow”? Seguramente, pero igual no es mala
idea tomarse las cosas con calma, con nuestra mascarilla, nuestra
distancia social y nuestro lavado de manos frecuente, porque esto va
para largo y a estas alturas ya sabemos que lo que no hagamos por
nosotros mismos y los nuestros, nadie lo hará.
Mucha suerte.