sábado, 4 de junio de 2011

Grecia somos todos

El pasado viernes Grecia se asomó de nuevo al abismo. “Aquí estamos para lo que haga falta” vino a decir el presidente del Eurogrupo, Jean Claude Juncker. Pero el primer ministro griego, Yorgos Papamdreu, paseaba su desgracia por las moquetas luxemburguesas: “Los griegos hemos hecho grandes sacrificios y aún quedan muchos por hacer, pese a lo cual los mercados nos miran con escepticismo y por eso hemos tenido que discutir un plan de apoyo financiero suplementario”
No se sabe de cuanto será la nueva inyección de pasta, pero no bajará de los 60.000 euros.
El mismo viernes, en Madrid, en el Círculo de Economía, se pronunciaban estas palabras: “Los rescates son contraproducentes. Se traspasa la deuda del sector privado al Gobierno que tiene que responder con recortes que se trasladan a los ciudadanos. Esa austeridad provoca una caía general de los salarios, del consumo y de la fiscalidad que no hace sino empeorar las cosas” No las pronunció Don Obvio ni un rojo peligroso (aunque en otros tiempos hubiera pasado por ser un activista secreto a sueldo del KGB o vaya usted a saber qué), sino el premio Nobel Joseph Stiglitz.
Uno, en su ignorancia, se pregunta si es que hay que sacrificar una generación de griegos, irlandeses, portugueses y jóvenes españoles para que las generaciones futuras puedan vivir medio bien. Pues si es así, que lo digan de una jodida vez y nos vamos todos de acampada. Y ya si eso, invitamos a los bancos y a los mercados a unas cañas: con el subsidio, por supuesto.