martes, 28 de noviembre de 2017

Nos vamos al carajo...o no


Entretenidos como estamos con Cataluña y su circunstancia, no prestamos atención a lo más sustancial, tanto como que nos va la existencia como especie en ello. O tal vez lo que pasa es que es tan grande, da tanto miedo el asunto, que preferimos no pensarlo. Y deberíamos, porque o nos movilizamos eso que conocemos como la sociedad civil, o en un plazo breve, ínfimo en términos cósmicos, nos iremos literalmente a la mierda.

Sí, claro, me estoy refiriendo al cambio climático ¿que otra actividad humana podría tener esta dimensión catastrófica?

¿Confiar en la política y sus instituciones? Desde luego, pero porque ¿qué otra herramienta tenemos sino ésa? Solo que es preciso ejercer mucha más presión sobre nuestros gobernantes. Lo que se da en llamar el neoliberalismo en sus diversas formas no hará nada por un motivo bien simple: su propia razón de ser es el problema. El sacrosanto paradigma del crecimiento y la desigualdad inherente lleva inevitablemente a la destrucción de un planeta finito como finitos son sus recursos y limitada su capacidad de absorber y asimilar las consecuencias de la actividad humana tal como es hoy. Y para los meapilas y los lerdos negacionistas: no, Dios no proveerá y la naturaleza tampoco.

No se me ocurre mejor salida para la perpleja socialdemocracia y la dividida izquierda democrática en general que abandonar ese arcangélico intento de convivir y embridar el capitalismo, y dedicarse a lo que va a condicionar a corto plazo -ya es a corto- el bienestar de un modo definitivo. Soy pesimista sin embargo y me resulta deprimente hasta el pánico que estas fuerzas políticas y sociales no se den cuenta de que, por ejemplo, la renta básica o las pensiones dignas son, efectivamente, una legítima aspiración, pero minucias comparadas con la desertización creciente en las regiones templadas, la reducción de los bosques boreales, o la escasez de agua potable en todo el mundo, que para nada ocupan un lugar preminente en sus programas y menos en su actuación efectiva. La lucha contra el cambio climático afecta a la gestión de los recursos naturales, a la industria y las relaciones de producción, a la demografía, a la ciencia, a todo, absolutamente a todo y en todos los planos y ámbitos. ¿Qué mejor causa para una izquierda global y moderna? ¿Qué mejor modo de trabajar por el bienestar social que disponer de un marco y una ideología globales?

El pasado día 13, más de 15.000 científicos de todo el mundo hicieron pública una Advertencia a la Humanidad (https://academic.oup.com/bioscience/advance-article/doi/10.1093/biosci/bix125/4605229) que es una reedición de otro aviso que ya en 1992 hizo otro grupo mucho menos numeroso de hombres y mujeres de ciencia sobre las consecuencias desastrosas del cambio climático. Han pasado 25 años y la situación hoy es hoy infinitamente peor.

Disculpen, pero deberían tomarse la molestia de leer el texto. Lo publica la revista Bioscience y está en el enlace que ofrezco más arriba. Pero si no tienen tiempo (qué paradoja, eso es lo que la humanidad no tiene, tiempo) o la lengua del imperio no es lo suyo, valga este breve resumen que hizo la publicación RT News en su edición del día 14: “Desde 1992, las emisiones de CO2 han crecido un 62 % y la temperatura global se ha incrementado en 29 %, mientras que la abundancia de fauna de vertebrados ha caído un 29 %...Durante los últimos 25 años se ha detectado una reducción de 26 % en la cantidad de agua dulce por habitante, un aumento del 75 % de áreas muertas en los océanos, y una pérdida de 120 millones de hectáreas de áreas forestales. Estas son tendencias alarmantes...Los especialistas han advertido que es probable que las emisiones globales de CO2 aumenten luego de mantenerse estables durante los últimos tres años. Apenas ha habido énfasis en el cambio climático, dicen, e instan a la humanidad a dejar de usar combustibles fósiles...El cambio climático está aquí, es peligroso y está a punto de empeorar...Pronto será demasiado tarde para cambiar el rumbo de nuestra trayectoria fallida, y se nos acaba el tiempo. Debemos reconocer en nuestra vida cotidiana y en nuestras instituciones de gobierno que la Tierra es nuestro único hogar..Las emisiones de combustibles deben alcanzar su punto máximo pronto y llegar a cero para 2050"

Esa advertencia a la que me vengo refiriendo lleva, como dije, fecha 13 de noviembre, así es que sin duda debió ser objeto de comentario entre los más de 200 representantes de otros tantos países reunidos en Bonn los días 16 y 17 de este mes en la vigésimo tercera Cumbre del Clima (COP23) con la intención de desarrollar los objetivos del Acuerdo de París de 2015 (https://ec.europa.eu/clima/policies/international/negotiations/paris_es) en particular en las áreas tecnológicas y, como siempre en general, en lo que hace a las emisiones de gases de efecto invernadero y la mitigación del cambio climático, cara a la COP24 a celebrarse en Katovice, Polonia, en 2018. ¿Sabían que se ha celebrado esta reunión? Pues si la respuesta es sí, es que es usted persona de provecho, amigo lector...la mayor parte del personal, ni olerlo, tal es el interés que los medios de comunicación muestran en estos asuntos.

Los compromisarios han quedado en eso, en seguir hablando, aunque si hemos de creer a la ministra española del ramo, Isabel Tejerina (sí, la misma que no parece haberse enterado de que en España estamos padeciendo una sequía sin precedentes que tendrá consecuencias graves en mucho ordenes) ha sido todo un éxito. Pero no hagamos mucho caso a los tontos habituales. No, no se han alcanzado en Bonn compromisos firmes, así es que más allá de algunos acuerdos menores y de carácter técnico por así decir (por ejemplo, la separación entre el Fondo de Adaptación y el Mecanismo de Pérdidas y Daños o un acuerdo para establecer un exótico y limitado Plan de Género sobre el cambio climático) vuelve a ser un fracaso y una decepción.

Aunque las alertas que emite la comunidad científica tienen precedentes muy antiguos (el efecto invernadero y las consecuencias del calentamiento global ya se conocían a finales del siglo XIX) es en 1992 cuando Naciones Unidas tomó a su cargo esta preocupación creando la Convención Marco de las Naciones Unidas que entró en vigor en marzo de 1994 y es el motor de las COP anuales. Esta preocupación global encuentra su espacio natural en el sistema de la ONU en la medida en que es, igualmente, una institución planetaria. Mucho es lo que se ha hecho hasta ahora en ese marco, aunque tiene uno la sensación de que tanto esfuerzo, tanto aparato, no se corresponde con los resultados. La ONU y sus instituciones, agencias, etc, no tienen capacidades ejecutivas, de ahí que las Conferencias estén dominadas por los intereses particulares de los países que asisten, que se reproduzcan las tensiones Norte-Sur, entre países ricos y países en desarrollo y que sus recomendaciones y acuerdos tengan una más que deficiente traslación a las políticas locales y regionales.

Por eso soy pesimista. ¿Cual es el Plan? En la práctica, no hay un PLAN, así, con mayúsculas. Y eso porque luchar contra el cambio climático implica una determinada visión del mundo que no es la de la ideología dominante. Pero dado que, como es sabido, un pesimista es un optimista bien informado, no hay lugar para fatalismos y sí para la esperanza, porque eso también está en nuestra naturaleza. ¿Qué si no?

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Franquismo. Presos políticos





Sólo un tonto de baba puede sostener que vivimos en un régimen franquista. Conviene, sin embargo, no ponerse estupendos con estas cosas, ni en un sentido ni en otro. El tonto de baba, como tal, no puede ser tenido en cuenta; como aseguró el gran filósofo Forest Gump que decía su madre: “tonto es el que dice o hace tonterías” No cuenta...si, en efecto, son tonterías sin más.

Quién detecta en la actualidad comportamientos “franquistas” en conductas de nuestra clase política y de las instituciones y lo expresa de ese modo, lo hace por analogía. Esto que digo no es más que una obviedad y no procede de un juicio razonado ni tiene pretensiones de exactitud conceptual pues, como digo, solo un lerdo podría insistir en el despropósito histórico y social.

Ocurre lo mismo con la expresión “preso político” Se podrá discutir si los ex consellers y los jordis (no hay más supuestos en cuestión que yo sepa) están en prisión por razones de carácter ideológico-político (para mi, no en el primer caso, sí en el segundo, aunque me parezca una barbaridad que estén encerrados unos y otros) Pero, evidentemente, no son “presos políticos” si la referencia es aquellas personas que sufrieron persecución y cárcel durante el franquismo. Lo cual es, desde luego, otra obviedad.

¿Entonces es solo un problema semántico?

Claro que no: quienes usan “franquismo” y “presos políticos” como expresiones muy gráficas pero no precisas o equivalentes en términos históricos, lo hacen porque entendemos inmediatamente a qué se refieren ¿a que sí? Y, por supuesto, tienen una clara intención en términos de comunicación política.

Quienes se ponen como una moto cuando las escuchan, reaccionan devolviéndolas a quienes las emplean con intención de desprestigarlos: son unos ignorantes y unos irrespetuosos, aseguran; solo les falta añadir (hay quien lo hace) que son jóvenes y, por tanto, indocumentados. Y en el caso de algunos medios de comunicación que se apuntan a este juego del absurdo o la manipulación, llegan incluso a utilizar una herramienta de más que dudoso gusto: entrevistar a viejos represaliados por el franquismo a quienes preguntan si lo que ellos vivieron se da ahora; claro, como solo cabe responder que no, pues es evidente que lo que se busca no es respuesta o aclaración alguna, sino provocar lástima, indignación o no se muy bien qué.

Francamente, no tengo claro quien insulta más y peor a nuestra memoria histórica. O quizás sí.
 
La fotografía muestra a Ángel León, militante comunista, en la prisión de Carabanchel. 1971