lunes, 31 de diciembre de 2012

Totum revolutum en Justicia,Sanidad...


El Colegio de Abogados de Orense ha decidido iniciar acciones judiciales en la Audiencia a fin de paralizar la aplicación de lo que se ha dado en llamar el tasazo. Se basan fundamentalmente en que, a su juicio, la norma impulsada por el ministro Gallardón vulnera el Convenio Europeo de Derechos Humanos y choca con la doctrina del Tribunal Europeo competente en esa materia por cuanto, teniendo en realidad intenciones recaudatorias, no se persiguen objeticos legítimos ni son –las tasas- proporcionadas.

El Colegio ha informado que otros colectivos profesionales ya han manifestado su acuerdo con la iniciativa y es probable que también se dirijan a la Audiencia.

Tampoco sería de extrañar que los colegiados de otras provincias, además de los procuradores, despachos y otras instancias del ámbito de la abogacía y aledaños hagan lo propio; como no sería raro que cundan algunos ejemplos de práxis desobediente en un número indeterminado de jueces que, conocedores de los vericuetos de la Justicia, favorecerán que en la práctica no se apliquen las nuevas tasas.

Es lo que suele ocurrir cuando se promulgan normas con las que casi nadie está de acuerdo y que fueron elaboradas sin contar con casi nadie. Así es que el efecto pudiera ser el contrario al supuestamente (falsamente) perseguido: más pleitos, conflictos de naturaleza inesperada y desconocida, más lentitud de la justicia y más descontento en los justiciables.

También en el ámbito de la Sanidad cabe esperar fenómenos similares. Tras la aprobación de la norma que hace posible la privatización de seis hospitales en Madrid y no pocos Centros de Salud, no sería extraño que otras comunidades autónomas gobernadas por el PP se contagien y traten de hacer lo propio, aunque resulte difícilmente imitable el grado de irresponsabilidad y  desfachatez del Gobierno madrileño.

Los profesionales sanitarios han dejado de estar en huelga, algo lógico una vez aprobada la norma contra la que se movilizaron. Pero anuncian un rosario de pleitos y demandas judiciales, a los que ya se ha adherido, el PSOE, el Defensor del Paciente y unas cuantas plataformas de distinto signo, que pueden poner patas arriba los juzgados madrileños.

Lo hemos visto más veces: cuando los cauces naturales para la expresión, la negociación, el entendimiento y, a la postre, el consenso, se rompen por la cerrazón y el interés particular (bastardo al decir de algunos) de una de las partes, la otra acaba recurriendo a los tribunales (porque no tiene ya a donde ir) a los que, finalmente, la realidad asigna un papel que no es propiamente el suyo, el de actuar como una especie de árbitro en última instancia. Con el agravante de que, siendo necesario presentar los problemas en perfiles particulares, singularizados, para que la Administración de Justicia los pueda tomar en consideración, el problema, que fue general, se fragmenta hasta el infinito; como una bomba de racimo que estallara sobre el orden y concierto de las cosas.

Es de una ceguera insufrible por parte de nuestros actuales gobernantes (o de una prepotencia insultante): por ejemplo, en Madrid, se ha aprobado la norma a la que me vengo refiriendo solo con los votos del PP que no aceptó ninguna de las más de 200 enmiendas presentadas por la oposición (81 de IU, 78 el PSOE y 60 UPyD), con todos los sectores implicados en contra, con dimisiones colectivas en cargos de responsabilidad y con un Gobierno cuyo presidente no obtuvo su cargo en las urnas. ¿Es legítimo sin embargo? Por supuesto, pero a nadie puede extrañar que, en esas condiciones concretas, los afectados acaben buscando la salida de los Tribunales, algo que también lo es.