domingo, 3 de marzo de 2013

Abdicación


El Rey ha salido indemne de la operación de hernia discal. Me alegro, como me alegraría en el caso de que un ser querido, o incluso un cuñado, hubiera pasado por trance parecido.
Quienes en estos días han deseado que el monarca tuviera algún percance irreparable (que los hay) no son antimonárquicos de corazón y mucho menos republicanos de pro. Son sencillamente, mal nacidos. Y lo serían igualmente si se hubieran regocijado con el mal de un allegado, incluso si de un cuñado se tratara.

Uno se reconoce en ese republicanismo elemental, ese que no teoriza demasiado a propósito de la forma de Estado pues considera que, por ley natural, todos nacemos de madre y, por tanto, nadie está por encima de nadie y menos por razón de su cuna. Puedo abrazar, claro, la ideología que considera la republicana como la forma de estado dimanante de una ciudadanía efectiva y de la soberanía (si se me permite la expresión) de los valores cívicos; y las monarquías modernas como la adaptación de una institución anticuada y difícilmente justificable (como no sea por razones sentimentales, simbólicas, etc) a los tiempos que corren desde hace ya, por cierto, algunos siglos. Pero, ya digo, no me parece necesario tanto rollo.
Así es que es, a mi juicio un debate menor y bastante sesgado por lo general, el que se desarrolla a veces sobre si es mejor tener un rey o un presidente de República; qué le sale más caro o más barato al bolsillo del contribuyente; qué se compadece mejor con las esencias y tradiciones patrias, etc, etc. A menudo es, tras las bambalinas, una discusión cargada de sentido político: en realidad se trata de descalificar al adversario con el pretexto de defender una u otra forma de Estado.

Da igual. España es una monarquía parlamentaria porque así lo establece la Constitución, y no creo que haya un solo español de confesión republicana y en sus cabales dispuesto en la práctica a llevar las cosas demasiado lejos…salvo que le den motivos suficientes.
Yo creo, pese a todo, que no los hay (motivos) O sea: lo de la caza de elefantes y lo de Urdangarín, por citar los asuntos más recientes, han minado la credibilidad de la Casa del Rey (insisto: el debate sobre la monarquía es otra cosa) y la renta de Juan Carlos en términos de prestigio también, especialmente entre la gente que tiene menos de 40 años. Allá quien no lo quiera ver.  Pero, reitero, no me parecen razones suficientes para poner en cuestión nada sustancial.

Ahora bien, la enésima intervención quirúrgica va a tener al Rey postrado una larga temporada; y cuando se rehabilite no dejará de ser un anciano con numerosos achaques. Eso y (repito: solo por citar lo más llamativo, que lo de Corina es una chorrada) el hecho de que el caso Urdangarín va a seguir erosionando durante cierto tiempo a la institución –es que hay una hija y unos nietos de por medio: ¿se imaginan la papeleta si la infanta Cristina resulta imputada?– hace que Juan Carlos no tenga ya capacidad de reacción: ¿qué puede hacer para recuperar el terreno? Ya no tendremos otro 23F, espero aunque anda por ahí un generalote al que por lo visto le pone la idea, para que vuelva a sacarnos del atolladero, ni volverá a las energías del “¿por qué no te callas?” que tanto regocijo testicular reportó en su momento.
El príncipe Felipe tiene edad suficiente y parece tener también la preparación necesaria. Por lo demás, España tiene en estos momentos (personalmente, dudo que dure toda la legislatura) estabilidad parlamentaria y un Gobierno con mayoría sobrada. ¿No son condiciones adecuadas para realizar el relevo? A mí me parece que sí. Dicen que toda crisis es una oportunidad: pues mira, el Gobierno tendría una buena ocasión para desviar la atención sobre sus desmanes y los padecimientos del partido que lo sustenta y a la gente en general, ocupados como estanos con cosas importantes, pues nos dará igual: una ceremonia austera pero digna y ea,  Felipe a ganarse el pan y Juan Carlos a descansar, que lo tiene merecido.

Sí ya sé que esto es lo que dice Pere Navarro, pero les juro que no hemos hablado…yo soy de Jaén; a mí, mira tú.