domingo, 25 de octubre de 2020

Sindemia

 


En la edición de 6 de julio de este año de la revista Nature, hay un artículo de los profesores Roben Naidoo y Brendan Fisher ( https://www.nature.com/articles/d41586-020-01999-x) en el que alertan de que la COVID19 amenaza el cumplimiento de los dos tercios de los 169 metas de los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) El doctor Fernando Valladares de la Universidad Rey Juan Carlos (El éxito ante la Covid19, edición del 29 de septiembre último de la revista de elDiario.es) que es quien los referencia, pone el acento en que, como advierten asimismo Naidoo y Fisher, el 10 por ciento de los Objetivos -recuerden: se establecieron en 2015 y su grado de cumplimiento cinco años después es desalentador- pueden amplificar los impactos de futuras pandemias, básicamente aquellos que, como por ejemplo la gestión de las emisiones de CO2 y otros agentes, se concilian mal con el desarrollo económico. En cristiano: que el crecimiento deseado-esperado hará imposible la reducción, en tiempo y dimensión necesarios, de los agentes responsables del calentamiento causante del cambio climático que, además de una amenaza directa y a corto plazo perfectamente identificable a estas alturas, tiene implicaciones indirectas como es favorecer la extensión de patógenos de cuya existencia tiene noticia cierta la ciencia desde hace tiempo, aunque no hayan saltado al género humano...aún.

Hace unos días escribí en este mismo espacio un artículo en el que hacía referencia al llamado decoupling, esto es, la posibilidad de un desarrollo económico que tenga escaso impacto negativo en el medio ambiente. Naidoo y Fisher insisten en ello y creen que los ODS debieran revisarse precisamente en vista de que tal desacoplamiento es en gran medida una falacia. Bueno, en realidad, ellos lo dicen de manera más eufemística; soy yo el que sostiene que la expresión “desarrollo sostenible” es un oxímoron y, por tanto, cuanto se derive de ella es falaz.

Sea como fuere, Valladares cree que a la hora de pensar en esa revisión de los ODS nos enfrentamos precisamente, “cara a cara, con la esencia de nuestro sistema socioeconómico” Y la pandemia nos está poniendo frente al espejo con terrible crudeza, exigiendo que actuemos de forma perentoria, urgente. ¿Muy urgente? Cada vez hay más sectores sociales que creen que sí; es muy urgente.

No me refiero, por ejemplo, al FMI por mencionar una institución que últimamente viene manifestándose con una sensibilidad social poco habitual (https://www.imf.org/es/Topics/imf-and-covid19): su sobrevenida preocupación es la misma de quien teme que la desigualdad creciente y la ruptura del pacto social acaben poniendo en riesgo el sistema mismo. "Se ha dicho que la pandemia ha escenificado un conflicto entre la economía y la vida. Pero este enunciado, esta forma ficticia de contraposición, oculta el conflicto real entre derechos y privilegios" escribe en La sobrevida, misma edición de la revista de elDiario.es, la periodista y escritora Belén Gopegui.

El FMI como otros actores domésticos y transnacionales no desean en absoluto una reconversión económica profunda, no en el sentido que la sindemia exige. Sindemia digo; sí, es hora de llamarla por su nombre real, en tanto que epidemia sinérgica, esto es un fenómeno que resulta de una enfermedad de origen vírico, de sus interacciones con otras afecciones y de sus secuelas, y de las consecuencias sociales y económicas de diverso tipo a que da lugar.

¿O será, como escribe Valladares, que “...el principal obstáculo para una reconversión socioeconómica profunda es que no queremos hacerla”? ¿quiénes “no queremos”?

Se ha escrito muchas veces: cuando cayó el Muro de Berlín desapareció toda alternativa al neoliberalismo; eso es al menos lo que nos dice el relato dominante ¿No hay pues hoy modelos económicos diferentes al actual a los que pudiéramos acudir? ¿Disponemos de conocimientos empíricos y recursos tecnológicos para plantear una alternativa? Tengo al respecto algo más que intuiciones, pero como no soy especialista, no intentaré siquiera responder a esas preguntas. Al contrario, haré otra: ¿Realmente no queremos, o es que el diagnóstico y, por tanto, el enfoque de la salida de la crisis que padecemos es equivocado?

¿Cuáles son las diferencias entre la crisis de 2008 y ésta? Muchas desde luego. En 2009 la caída del PIB mundial fue del 0,1 por ciento y en 2020 estará entorno al 3 por ciento. Esto ya es un dato frio pero que nos sitúa en una realidad muy dura ciertamente. Asusta. Enrique Marazuela, director de Inversiones de BBVA dice (y su opinión es ampliamente compartida) https://www.bbva.com/es/de-la-gran-recesion-a-la-gran-pandemia-diferencias-entre-la-crisis-de-2008-y-la-de-2020/ que “El paquete de garantías públicas conseguirá que esta crisis no derive en otra sistémica” ¿De modo que no es “sistémica”? No lo es, en efecto, si aplicamos las referencias habituales: no la ha provocado una quiebra del conglomerado financiero como consecuencia de la ruptura de alguna clase de equilibrio, sino un acontecimiento inesperado (menos inesperado para la ciencia que venía advirtiendo desde hace mucho tiempo y que, a lo que parece, no forma parte del sistema) y no actúa directamente sobre sector económico alguno sino sobre la salud (que, en cuanto tal, tampoco fes un concepto sistémico) y, como pasa con las fichas del dominó puestas en fila, actúa sobre todo lo que de verdad importa: sobre toda nuestra vida, lo cual, en puridad, será que tampoco forma parte del sistema. Ha puesto todo patas arriba, revelando las insuficiencias del estado del bienestar y poniendo al descubierto que hay detentadores del poder democráticamente otorgado dispuestos a poner en riesgo a las poblaciones vulnerables y, más allá, sacrificar al 1 por ciento de la población en favor -creen ellos- del 99 por ciento restante. ¿Y el asunto no es sistémico? Vale.

¿Porqué tengo la sensación de que para no pocos economistas, esta sindemia puede destruirnos, pero es un asunto que enfrentan con una especie de desdén intelectual?

Dejen que añada a este desordenado comentario un par de cosas. Hay un libro que nunca me cansaré de recomendar; se titula Pluriverso (Icaria 2019) y es una recopilación de artículos breves y, a mi juicio, del mayor interés: José María Tortosa, catedrático de Sociología de la Universidad de Alicante, rescata en “Europa” el concepto de Maldesarrollo que ya utilizó en 1968 Sugata Dasgupta (“Peacelessness and Maldevelopment”) y más a fondo Samir Amín (“Maldevelopment: Anatomy of a Global Failure) y dice lo siguiente: “Los seres vivos... sufren maldesarrollo cuando sus órganos no siguen su código, se desequilibran entre sí, se malforman” lo cual es una metáfora -dice Tortosa- que como otras metáforas “suele contener ideología y más si se centra en el objetivo a conseguir, el del crecimiento, normalmente del PIB...”.

Por su parte, el economista ecuatoriano Alberto Acosta escribe en “Posteconomía”: “Nunca antes afloraron tantas cuestiones críticas de manera simultánea que no se circunscriben sólo a lo económico y social. Los graves problemas problemas ambientales son ya inocultables. Las manifestaciones de esta crisis civilizatoria, influenciadas por una especie de virus mutante (Acosta, naturalmente, no sabía nada en 2019 del SARS-Cov-2) aparecen en muchos otros campos: político, ético, social, energético, alimentario y, por supuesto, cultural”

No me voy a extender sobre los comentarios de Tortosa y Acosta; eso excedería las pretensiones de este artículo. No se a ustedes, pero a mi me resultan muy sugerentes.

Una última cosa. Terminando estas líneas se hace pública la decisión del Gobierno de España de decretar un nuevo estado de alarma con la pretensión de extenderlo hasta finales de abril del año que viene. Eso implica que los gobiernos de las comunidades autónomas dispondrán de un instrumento jurídico para poder restringir derechos fundamentales, es decir, quienes no han sido capaces de controlar la extensión de la enfermedad desde el final del anterior estado de alarma, tal era y es su competencia, disponen ahora de más poder para hacer ni ellos saben qué. Malos tiempos, muy malos pero, contra lo que suele ser habitual (que la inoperancia y la estupidez me provoquen una insufrible acidez estomacal) me ha dado por recordar otra aportación de Pluriverso, la de Michelle Boulous que dirige un singular Grupo Europeo de Investigación Filosófica en la Universidad de Queensland, Australia. En “Movimiento Slow” escribe “la ecuación de la velocidad y la precipitación con la eficiencia, está arraigada en la modalidad europea clásica de pensamiento instrumental racional en donde el cuidado da paso al cálculo y el pensamiento, por lo general, se reduce a una hueca manipulación y ampliación técnica de los hechos” ¿Unos friquis estos del “Movimiento Slow”? Seguramente, pero igual no es mala idea tomarse las cosas con calma, con nuestra mascarilla, nuestra distancia social y nuestro lavado de manos frecuente, porque esto va para largo y a estas alturas ya sabemos que lo que no hagamos por nosotros mismos y los nuestros, nadie lo hará. 

Mucha suerte.