martes, 9 de septiembre de 2014

Mimetismos

Pedro Sánchez ha creado escuela. 

Como recordarán, hace algún tiempo, Felipe González instaló en el verbo orgánico la expresión “por consiguiente” y (aunque no estoy seguro si fue Alfonso Guerra) entre otras, una especie de onomatopeya, algo así como “quicir” resultante de comprimir “quiero decir” o "es decir" que usaba no tanto para pasar de inmediato a aclarar lo que acababa de decir, sino a modo de simple descansillo en el encadenamiento de las frases; esa forma de expresarse hizo mucha fortuna entre los militantes del PSOE. 
 
Rodríguez Zapatero, un tipo bastante inexpresivo (digamos que con esas cejas y esos ojos garzos, el gesto lo llevaba puesto) tenía un modo de mover las manos, alzando los hombros hacia dentro y un acento leonés que también adoptaron no pocos conmilitones enseguida, por ejemplo el secretario general del PSM, Tomás Gómez, mucho más sí mismo cuando fue alcalde de Parla… o Elena Valenciano u Óscar López; del pasado de estos dos personajes, estos dos últimos, tan grises, poco se, la verdad.
 
Rubalcaba, era mucho Rubalcaba y, tal vez por eso no resultaba fácil mimetizarse con esa especie de falso, estratégico, teatral, titubeo sobrevenido (no era así cuando fue ministro de González) salvo que uno fuese el humorista José Mota. 
 
Sánchez repite hasta la náusea ese latiguillo, “claro que sí” mezcla de condescendencia y buena voluntad que ya gusta mucho entre sus filas, aunque a Madina le ponga de los nervios; acaba de llegar como quien dice y ya he reconocido en su jefe de campaña, un tal Cepeda (al que vi ayer en un debate televisivo) esa mezcla de sereno posar, presunta firmeza conmiserativa cuando reprenden a los descarriados desde la estatura histórica de su partido, sonrisa profiden y caminar como de mantis amable o modelo de alta costura retirada; igual que su jefe, igual que la jefa de su jefe, Susana Díaz. 
 
Pero nada de esto es importante ni significa nada ¿verdad?

domingo, 7 de septiembre de 2014

Pujol y los símbolos

¿Qué es peor, la presunta corrupción de Pujol o la presunta  ingenuidad de González asegurando que Pujol no le parece un corrupto?
A bote pronto, naturalmente, es mucho peor robar que manifestarse acorde con la bendita inocencia con que la Providencia, siempre inexcrutable, dota a veces a sus criaturitas aunque tengan éstas más conchas que un galápago.
Pero desde el punto de vista, estrictamente (no se me vaya a entender de forma torcida) de la simbología social, tanto da.
A la mente le cuesta trabajo abarcar toda la complejidad de la vida, lo intrincado de las relaciones sociales y los vericuetos por los que transitan las ideas, las motivaciones y las conductas, individuales y colectivas. Es, sencillamente, que el ser humano resulta a  la postre incapaz de ser omnicomprensivo por más que lo intenten los filósofos.
Por eso hemos inventado los estereotipos y los tópicos que, por cierto, tienen una injustificada mala fama: nos ofrecen una realidad comprimida, asumible, que nos permite seguir viviendo con lo nuestro de cada día con solo echar una mirada en derredor; el problema es cuando alguien cree que a eso se reduce todo.
Por eso son necesarios también los símbolos aunque, obviamente, no sean suficientes para vivir.    
Pujol, como González, son símbolos: para la gente de mi edad lo son; son como señas de identidad de toda una vida: su nombre y su imagen evocan mi juventud; aluden a sueños de libertad, de modernidad; se refieren a lo que queríamos ser los españoles con esperanza incluso más allá de las ideologías y las opciones políticas…en fin, sería imposible enumerar aquí los infinitos perfiles de esa complejidad a la que me refería antes.
Por eso, cuando uno descubre que Pujol lleva robando a los españoles, a los catalanes y quien se pusiera a tiro toda la vida y González se manifiesta como lo haría un niño o un bobo o qué se yo, a uno se le pone cara de gilipollas, un semblante de una gilipollez infinita, injustificable, inexplicable, insoportable.