domingo, 23 de diciembre de 2012

Feliz Navidad y Próspero año nuevo ¿no?


Ya sé que en esos tiempos de plomo, solo un loco o un insensato podría expresar semejantes deseos pero, qué quieren, es la costumbre. Tantos años sin que la expresión fuera un desatino al contraste con la realidad cotidiana, el pasado reciente y el predecible futuro, que no sé qué decir en estos días. Vaya que si me quedo sin modelo de sociedad, es como si también me quedara sin esas expresiones corrientes que eran una seña de identidad.

Es esta una época rara en la que hasta el Sumo Pontífice hace suya la fiebre  recortadora e imparte doctrina en 140 caracteres o elimina del portal al buey ya la mula. Hasta los caganers sueltan la mano del refajo y sin miedo ninguno a que se les pringue, blanden con ella una estelada;  tan contentos. Todo eso a la gente sensata nos importa poca cosa; vamos, al Papa le hacemos el mismo caso que cuando se pone pesado con la matraca del condón y sobre lo otro, pues que tenemos cosas más urgentes en que pensar antes que preocuparnos  de si algún día tendremos que cruzar el Ter con el DNI en la boca.

Pero claro, ¿qué les puedo desear queridos lectores? ¿Que la estrella de Belén se desplome sobre los mercados? ¿Que los chinos nos contraten la construcción del AVE y doscientos trenes? ¿Qué quienes hoy gobiernan Europa (es un decir) o gobiernan en  Europa (eso sí) miren a su alrededor y caigan en la cuenta de una maldita vez de lo que están haciendo a varias generaciones de europeos? ¿Qué no haya más desahucios? ¿Qué cada vez que el PP niegue sus intenciones privatizadoras a todos sus cargos electos les crezca la nariz cuatro palmos? ¿Qué reviente algún que otro sinvergüenza?

Pues sí, deseo todo eso y mucho más. Pero, la  verdad, prefiero la fórmula tradicional aunque está vacía de sentido; es más amable, pega más con estas fechas.

Así es que, queridos y queridas: feliz Navidad y próspero año nuevo. Y ya si eso…con lo que haya.