Cuatro mujeres asesinadas en apenas 72 horas. En 2016 han muerto 53 mujeres. Las víctimas por violencia machista han aumentado este año un 11 por ciento con un total de 36.079 casos.
Estadística persistente del espanto:
Año
2007: 71 mujeres asesinadas.
Estos
datos espeluznantes se pueden desgranar en función de distintos criterios: por
edades, por estrato socioeconómico, por nivel cultural…da igual, sigue siendo
un horror.
Ya
está bien. Hay que parar esto ya.Sobre los maltratadores: para ellos, como para los pederastas y violadores, basta un endurecimiento de las leyes y la no aplicación de beneficios penitenciarios salvo bajo estrecha vigilancia y con restricciones muy duras para su libre circulación llegado el caso. ¿Asistencia psicológica? Por supuesto…entre rejas.
Para
las mujeres que denuncian, protección a todos los efectos. Protección real
quiero decir, que sientan que, si tienen la desgracia de sufrir algo así, el
Estado impedirá que se vuelva a repetir; sin matices, sin cicaterías, sin
reservas. Las denuncias falsas deben penarse con dureza pero, en vista de que
su número es irrelevante y de que lo que nos jugamos es el bien supremo, la
vida, hay que extremar las medidas de precaución una vez
presentada la denuncia, incluso si circunstancialmente se produjeran errores en todo caso subsanables; lo que no tiene arreglo es el resultado del maltrato.
Para
las mujeres en general: el Estado debe poner en marcha una campaña de duración
indefinida, evaluable en resultados, que explique sin matices, sin ambages, clara,
directa, que el maltrato no es otra cosa que maltrato, sin más; da igual si es
el resultado de una dura infancia o la excrecencia de un amor enfermizo. No es
comprensible, no es disculpable, no es perdonable. En ningún caso. En ninguna
circunstancia. En ningún grado. Y conviene saber que hay que cortar al más
mínimo síntoma porque nunca el maltratador cambia; siempre va a más. Y, se
sufra o no en primera persona, es una obligación ciudadana denunciar si se sospecha
que está ocurriendo.
Para
los hombres en general: también es cosa de las Administraciones explicar a los
varones que el maltratador no es más que un cobarde de mierda porque, en el
fondo, el maltrato a las mujeres es un asunto de relaciones de poder. Es un delincuente.
No hay ninguna gracia que reír, ninguna hazaña que celebrar. No se comprende,
no se relativiza, no se bromea. No se mantiene la amistad cuando se sabe del
maltrato. Se denuncia; hacerlo es -en el mismo plano que las mujeres- una
obligación ciudadana.
Lo
que pone los pelos de punta (más si cabe) porque explica a voces nuestro
fracaso como sociedad, es lo que sigue: hay muchas investigaciones sobre los
jóvenes y el maltrato cuyo resultado debería movilizar recursos de todo tipo ya.
Baste comentar estos datos de un informe elaborado a principios de este año 2016
por la socióloga Carmen Ruiz Repullo:
El
estudio que lo origina se elaboró a
partir de entrevistas a 22 víctimas adolescentes y a seis chicos condenados por
violencia en el ámbito familiar. Concluye que las chicas han sido socializadas
en un "modelo de amor-sufrimiento" con el que ellas se identifican
"ante una película, un libro o una canción", mientras que ellos valoran
el modelo de "líderes de grupos, chulos y malotes", y todos, chicos y
chicas, creen que el hombre duro y difícil, es el más atractivo. Las chicas
tienden a normalizarlas al justificar prácticas no deseadas como muestra de
amor.
Los primeros signos de la
violencia machista en adolescentes, desde los celos y las humillaciones, el
control del móvil, etc, se justifican en la idea de un amor patriarcal en el
que es normal que el varón quiera “controlar a su chica".
Por su parte los jóvenes
entrevistados aseguran no identificarse como machistas, pero luego expresan su
creencia de que las chicas se dejan impresionar por dinero y poder, que los
celos son signos de amor, o que determinadas prendas de ropa son propias de
"facilonas que provocan".
Ya digo, no es más que un botón
de muestra. Busquen por ahí si lo desean, es fácil encontrar evidencias de lo
grave que es este problema, de cuanto necesitamos y cuan urgente es incorporar
en la escuela instrumentos para una formación radical que ponga las cosas en
donde deben estar si queremos poner fin a esta lacra criminal y deseamos cuidar
nuestra autoestima como sociedad. ¿Qué sentido tiene luchar por la igualdad entre
sexos en diferentes ámbitos si esto es lo que está pasando entre buena parte de
nuestros jóvenes?
Quien afea a la persona que dice
amar su forma de vestir o sus gustos y aficiones es más que probable que tenga
la mano larga; y quien da una bofetada a una mujer es potencialmente un
asesino. Sin más.