jueves, 22 de diciembre de 2016

Machismo asesino


Cuatro mujeres asesinadas en apenas 72 horas. En 2016 han muerto 53 mujeres. Las víctimas por violencia machista han aumentado este año un 11 por ciento con un total de 36.079 casos.
 
Estadística persistente del espanto:

Año 2007: 71 mujeres asesinadas.









Estos datos espeluznantes se pueden desgranar en función de distintos criterios: por edades, por estrato socioeconómico, por nivel cultural…da igual, sigue siendo un horror.
Ya está bien. Hay que parar esto ya.

Sobre los maltratadores: para ellos, como para los pederastas y violadores, basta un endurecimiento de las leyes y la no aplicación de beneficios penitenciarios salvo bajo estrecha vigilancia y con restricciones muy duras para su libre circulación llegado el caso. ¿Asistencia psicológica? Por supuesto…entre rejas.

Para las mujeres que denuncian, protección a todos los efectos. Protección real quiero decir, que sientan que, si tienen la desgracia de sufrir algo así, el Estado impedirá que se vuelva a repetir; sin matices, sin cicaterías, sin reservas. Las denuncias falsas deben penarse con dureza pero, en vista de que su número es irrelevante y de que lo que nos jugamos es el bien supremo, la vida, hay que extremar las medidas de precaución una vez presentada la denuncia, incluso si circunstancialmente se produjeran errores en todo caso subsanables; lo que no tiene arreglo es el resultado del maltrato.
Para las mujeres en general: el Estado debe poner en marcha una campaña de duración indefinida, evaluable en resultados, que explique sin matices, sin ambages, clara, directa, que el maltrato no es otra cosa que maltrato, sin más; da igual si es el resultado de una dura infancia o la excrecencia de un amor enfermizo. No es comprensible, no es disculpable, no es perdonable. En ningún caso. En ninguna circunstancia. En ningún grado. Y conviene saber que hay que cortar al más mínimo síntoma porque nunca el maltratador cambia; siempre va a más. Y, se sufra o no en primera persona, es una obligación ciudadana denunciar si se sospecha que está ocurriendo.

Para los hombres en general: también es cosa de las Administraciones explicar a los varones que el maltratador no es más que un cobarde de mierda porque, en el fondo, el maltrato a las mujeres es un asunto de relaciones de poder. Es un delincuente. No hay ninguna gracia que reír, ninguna hazaña que celebrar. No se comprende, no se relativiza, no se bromea. No se mantiene la amistad cuando se sabe del maltrato. Se denuncia; hacerlo es -en el mismo plano que las mujeres- una obligación ciudadana.
Lo que pone los pelos de punta (más si cabe) porque explica a voces nuestro fracaso como sociedad, es lo que sigue: hay muchas investigaciones sobre los jóvenes y el maltrato cuyo resultado debería movilizar recursos de todo tipo ya. Baste comentar estos datos de un informe elaborado a principios de este año 2016 por la socióloga Carmen Ruiz Repullo:

El estudio que lo origina se elaboró a partir de entrevistas a 22 víctimas adolescentes y a seis chicos condenados por violencia en el ámbito familiar. Concluye que las chicas han sido socializadas en un "modelo de amor-sufrimiento" con el que ellas se identifican "ante una película, un libro o una canción", mientras que ellos valoran el modelo de "líderes de grupos, chulos y malotes", y todos, chicos y chicas, creen que el hombre duro y difícil, es el más atractivo. Las chicas tienden a normalizarlas al justificar prácticas no deseadas como muestra de amor.  
Los primeros signos de la violencia machista en adolescentes, desde los celos y las humillaciones, el control del móvil, etc, se justifican en la idea de un amor patriarcal en el que es normal que el varón quiera “controlar a su chica".

Por su parte los jóvenes entrevistados aseguran no identificarse como machistas, pero luego expresan su creencia de que las chicas se dejan impresionar por dinero y poder, que los celos son signos de amor, o que determinadas prendas de ropa son propias de "facilonas que provocan".
Ya digo, no es más que un botón de muestra. Busquen por ahí si lo desean, es fácil encontrar evidencias de lo grave que es este problema, de cuanto necesitamos y cuan urgente es incorporar en la escuela instrumentos para una formación radical que ponga las cosas en donde deben estar si queremos poner fin a esta lacra criminal y deseamos cuidar nuestra autoestima como sociedad. ¿Qué sentido tiene luchar por la igualdad entre sexos en diferentes ámbitos si esto es lo que está pasando entre buena parte de nuestros jóvenes?

Quien afea a la persona que dice amar su forma de vestir o sus gustos y aficiones es más que probable que tenga la mano larga; y quien da una bofetada a una mujer es potencialmente un asesino. Sin más.