jueves, 30 de mayo de 2013

¿Cómo es que no lo vimos venir?


Hay un proverbio que me gusta especialmente: “Lo primero que hay que hacer para salir del agujero es dejar de cavar” Lo he venido utilizando para referirme a eso que otros han llamado –con gran acierto expresivo a mi juicio- “austericidio” Pero creo que es tan onmicomprensivo que puede usarse a manera de propósito general; tanto que, más allá de la retórica, vale la pena preguntarse en qué podría consistir en la práctica y en estos tiempos eso de “dejar de cavar”
Ya he contado cómo he perdido un amigo: le pedí que no participáramos del encono, del sucio debate que hoy se no propone a los ciudadanos; no entre nosotros. No quiso y yo cerré mi ventana, persuadido de que el aire ahí fuera olía a contaminación, de que la amistad estaba muerta. Es frustrante y triste sí, pero si no somos capaces de poner en valor y en su debido lugar sentimientos que están más allá que las convicciones, entonces sí que estamos perdidos como seres sociales y como personas individuales. Así es que me siento mal, pero ese malestar vale unas cuantas paladas menos en el hoyo.

Ahora he encontrado una herramienta fina, precisa, que me hace tomar alguna decisión más. No es que importe gran cosa lo que yo pueda hacer o decir: evidentemente, pero tal vez mi personal opción le sirva a alguien más.

“La pedrería verbal que ha tenido tanto éxito estos últimos años es otro de los lujos falsos que ya no podemos permitirnos. Es urgente medir nuestras palabras para que lo que digamos no añada ni una brizna más a la confusión ni agrave innecesariamente el clima turbio de la discordia. Y es urgente medir también las palabras que nos digan, como se comprueba la calidad de un metal o la de un billete de banco, para saber si quien las dice está mintiendo o no o si sus palabras se corresponden con sus actos”
Ese párrafo está tomado de un ensayo publicado muy recientemente, una obra de Antonio Muñoz Molina tan breve con lúcida: Todo lo que era sólido (Seix Barral, Biblioteca Breve). Es –el párrafo que reproduzco- una declaración de intenciones, ni siquiera una exigencia a nada ni a nadie. Se refiere a una actitud personal (y, deseablemente, colectiva creo) una manera de enfocar lo que nos pasa y de enfrentarse al presente, es decir, al futuro.

Escribe Muñoz Molina: “En treinta y tantos años de democracia y después de casi cuarenta de dictadura no se ha hecho ninguna pedagogía democrática. La democracia tiene que ser enseñada, porque no es natural, porque va en contra de inclinaciones muy arraigadas en los seres humanos. Lo natural no es la igualdad sino el dominio de los fuertes sobre los débiles. Lo natural es el clan familiar y la tribu, los lazos de sangre, el recelo hacia los forasteros, el apego a lo conocido, el rechazo de quien habla otra lengua o tiene otro color de pelo o de piel. Y la tendencia infantil y adolescente a poner las propias apetencias por encima de todo, sin reparar en las consecuencias que pueden tener para los otros, es tan poderosa que hacen falta muchos años de constante educación para corregirla. Lo natural es exigir límites a los demás y no aceptarlos en uno mismo. Creerse uno el centro del mundo es tan natural como creer que la Tierra ocupa el centro del universo y que el Sol gira alrededor de ella. El prejuicio es mucho más natural que la vocación sincera de saber. Lo natural es la barbarie, no la civilización, el grito o el puñetazo y no el argumento persuasivo, la fruición inmediata y no el empeño a largo plazo. Lo natural es que haya señores y súbditos, no ciudadanos que delegan en otros, temporalmente y bajo estrictas condiciones, el ejercicio de la soberanía y la administración del bien común. Lo natural es la ignorancia: no hay aprendizaje que no requiera un esfuerzo y que no tarde en dar fruto. Y si la democracia no se enseña con paciencia y dedicación y no se aprende en la práctica cotidiana, sus grandes principios quedan en el vacío o sirven como pantalla a la corrupción y a la demagogia”
¿No es esta una clarísima descripción de lo que nos pasa? ¿Que de lo que habla Muñoz Molina es de la condición humana? Sí, desde luego: pero también del neoliberalismo zafio, chulo y depredador, y de la torpeza, cuando no la perversión, de la socialdemocracia y otras pretendidas izquierdas, y de la traición a los valores fundamentales de la construcción europea.

¿Quién es esa gente que acude a tertulias y pontifica sepan o no de lo que hablan? ¿Quiénes son esos tipos y tipas que juegan al juego falaz de un periodismo falso y superficial? ¿Cómo pueden invocar la libertad de expresión todas las demagogias, todas las mentiras, todas las mediocridades? ¿Cómo se atreven a torcer el lenguaje manchándolo de la peor mierda? ¿Cómo podemos soportar tanto farsante? Para mí se acabó el espectáculo.
Solo es una pérdida de tiempo, una concesión insensata: la mera aceptación del matiz, el pretendido punto de vista sobre asuntos cardinales, es una derrota.

“…hay pocas cosas fundamentales que de verdad hacen mejor la vida: el derecho a la educación pública y a la sanidad pública; el imperio de la ley; la garantía de seguir disponiendo de una vida decente en la vejez. En la mayor parte del mundo sólo los ricos o los muy ricos tienen acceso a tales privilegios que para nosotros han llegado a ser derechos indiscutibles. No hace mucho más de treinta años que nosotros disfrutamos de ellos” escribe Muñoz Molina.
Claro ¿En nombre de qué se discuten sin embargo esas certezas? ¿Quiénes son esos que se creen con derecho a hurtárselas a nuestros hijos? Estamos hablando de absolutos; ni siquiera son ya derechos, sino bienes sociales que forman parte de nuestro modo de entender la existencia. Ni una concesión al relativismo sobre las cosas de comer. Como dicen las pancartas de la marea blanca a propósito de la sanidad: “se defiende” es que no hay otra posibilidad que no sea un crimen o un robo o ambas cosas. O si no, la vida habrá sido una estafa. ¿Cómo puede ser que necios de baba, meapilas y trileros tomen decisiones que nos conciernen? ¿Por qué les seguimos pagando el sueldo?

Hemos dado demasiadas cosas por sentado; de la peor manera. “Cuántos abusos han quedado sin denuncia ni castigo por la simple razón de que se cometieron sin necesidad de salirse de una legalidad calculada para permitirlos: cuántos no han roto las capas sucesivas de los pactos de silencio que se han ido acumulando en la vida pública española: callar por conveniencia, callar por miedo, callar por pereza, callar por cinismo, callar por militancia, callar por complicidad, callar para no distinguirse del grupo, callar por no disgustar a la familia, callar por no ser un aguafiestas, callar por que no parezca que uno va en contra de los tiempos, callar por temor a no parecer moderno o a no parecer patriota, callar para que no le manden a uno anónimos o no le quemen el portal de la casa, callar queriendo convencerse de que al fin y al cabo ésa es la única manera en que pueden hacerse las cosas”
Un día la gente empezó a salir a la calle (sí, es ahí en donde se cambian las cosas cuando quienes están obligados a hacerlo solo actúan en su propio provecho, mienten o quedan groguis ante lo que no comprenden). Y “…era curioso observar las reacciones del establishment político, de los charlistas profesionales. Enseguida fue muy visible el desprecio de los que están acostumbrados a saberlo todo, los adiestrados en la escuela española del sarcasmo, mezclados con las reacciones clasistas de la derecha; era muy fácil reírse de las consignas más obviamente triviales, del asambleísmo, del voluntarismo. Hablar despectivamente de hippies rancios, de colgados, de perroflautas. Pero igual de llamativo, y de ridículo, era el descaro con que la extrema izquierda oficial quería fingir que no formaba parte del tinglado político para sumarse a los acampados”

No sé si eso es el principio de algo. Sé que necesitamos que algo distinto de comienzo de una buena vez.
Tal vez la tan traída y llevada, sacrosanta Transición no fue un proceso tan impecable como se ha dicho; poco importa en realidad, sea como fuere, tiene razón Muñoz Molina (insisto, lean el libro que en gran media motiva este artículo; pero solo si desean acercarse a los acontecimientos sin apriorismos, si no es así no se molesten) en muchos años no se ha hecho una pedagogía de la democracia y no sé cómo no nos dimos cuenta de lo que se nos venía encima, “no sé cómo no nos dimos cuenta a pesar del ruido atronador”

jueves, 23 de mayo de 2013

Por si a alguien le pasa lo que a mí, o a la búsqueda de un hombro en el que llorar.


He perdido un amigo. A mi modo de ver, no supo entender que las discusiones sobre lo que pasa en nuestro país nunca debieron pasar ciertas (como se dice ahora hasta el hartazgo) líneas rojas. Le pedí algo de mesura. Replicó que hacía uso de su libertad de expresión. Ya no nos hablamos.
Me he sorprendido a mí mismo pidiendo a otros amigos que no hablemos de política. Les he recomendado que se expresen allá en donde haya un foro para hacerlo sí, pero si nos encontramos en esos espacios de libertad que aún quedan, que no debatamos; no entre nosotros. Nunca creí que haría una petición así, casi un ruego. Y no me siento bien por ello.

Tan grave es lo que nos pasa que empezamos a tener que elegir entre las ideas y los sentimientos. Y eso tiene muy mala salida.
Es que están rompiendo en pedazos todo aquello en lo que creí a lo largo de una vida y, además, aseguran que es por nuestro bien. Destruyen el presente (el mío y el de mis hijos) y pretenden que crea que es para preservar un futuro sobre el que nada explican; solo piden que tenga fe.  

Amo a mi país. Amaba a mi país. Pero ya no lo reconozco. Mi país es su gente, nuestras costumbres, nuestra cultura, nuestras libertades, nuestros derechos; todo eso que se tarda generaciones en construir. No es ninguna bandera, ningún credo, ninguna nostalgia.
Y, si no tengo trabajo, si no lo tienen mis hijos, si me roban en la sanidad, en la enseñanza, en la política, en el ocio, en mi derecho a disfrutar de una vejez tranquila… si abandonan a su suerte a los más desdichados, aquellos que no pueden valerse…si incumplen lo que prometieron; si confunden la pertenencia a un proyecto global que nació hermoso con el servilismo a los más fuertes; si no hay a quien recurrir para intentar que los actores de esta especie de golpe de estado blando (¿blando?) que vivimos cada día se aparten porque la mala conciencia les tiene amordazados; si mandan y vociferan los estúpidos, los mediocres, los miserables; si en estos tiempos es preciso estar seguro de en qué lado está cada cual ¿tendremos que deberles también que maten la amistad?

miércoles, 15 de mayo de 2013

15M: yo también soy antisistema


La Delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes ha declarado en una entrevista al Huffingtonpost (http://www.huffingtonpost.es/2013/05/15/cristina-cifuentes-cree-q_n_3277071.html) que el 15M ha perdido apoyos por acercarse a Izquierda Unida.
Los grandes (¿por qué se dirá “grandes”?) partidos acogen los datos que ofrecen numerosas investigaciones realizadas por institutos demoscópicos de diferente pelaje, con un escepticismo que raya en lo patético: vienen a decir que, aunque en las estimaciones de voto llegan juntos al 50 por ciento de los sufragios con dificultad (83,8 por ciento en las Generales de 2008) el bipartidismo goza de buena salud; los dos creen que la desafección es más o menos coyuntural y que pasará con la crisis.

Resumen: Ni la chica de moda ni las cúpulas (¿por qué se dirá “cúpulas”?) de PP y PSOE se enteran de nada.
Uno: Lo de Cifuentes, no merece una elemental reflexión. Solo es puro cálculo de márketing político de tercera clase en boca de alguien que lo mismo enarbola la porra que pone caras que dan penita. Vamos, la mera posibilidad de aspirar a sustituir a Ana Botella, una de las alcaldesas más incapaces del mundo mundial, da idea de qué coeficiente intelectual podría precisar la aspirante para sobrepasar de largo a la Regidora.

Dos: A la ensoberbecida parroquia del PP (la que, a pesar de los pesares sigue siendo fiel) todo lo que huela a 15M le provoca sarpullidos: gente que grita, se manifiesta, en fin…la gentuza de toda la vida. A esos es inútil explicarles nada. Y a los descreídos con el partido al que votaron, tampoco, al fin y al cabo muchos de ellos saben lo que es porque han estado allí: en las plazas, en las calles...
Tres: A los que aprovechan las manifestaciones para hacer el cafre, hay que aplicarles la ley y no entretenerse mucho más en ese asunto. Son, lo que son, delincuentes.

Cuatro: ¿Qué hay de la izquierda? Pues, como no vamos a detenernos ahora en el farragoso ejercicio de poner apellidos, espigar matices y pedigrís, digamos que, a mi juicio, si de verdad los partidos de izquierda (no solo en España) quieren iniciar un proceso transformador que no se limite a afrontar la crisis de otro modo, sino que nos ponga más o menos a salvo de otras venideras, lo que han de hacer es incorporar las reivindicaciones del 15M, tales como el desarrollo de la democracia participativa, la modificación de las leyes electorales, el establecimiento de controles a la actividad financiera y tantos etcéteras que es posible encontrar en la abundante literatura que está disponible a poco que se tenga interés en encontrarla e informarse sin apriorismos.
Y cinco: Si a estas alturas hay quien dice cosas como que el 15M ha perdido fuelle o que no formula propuestas concretas, etc, o es necio o tiene interés en desprestigiar lo que le asusta y que no puede ser concebido como un sujeto orgánico definido, al estilo que lo sería un partido político tradicional.  

Por decirlo de manera simple: ya no se ocupa la Puerta del Sol o Wall Street, pero las mareas, verde, blanca, negra y de cualquier color, son 15 M; como lo es la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, los foros en redes sociales o las asambleas de pueblo o de barrio que se siguen celebrando…El 15M puede ser un acto individual de desobediencia civil o puede estar inspirando algo como Democracia Digital Andalucía que, en estrecha concomitancia con la Junta, está elaborando un borrador de la Ley de Participación Ciudadana.
El catedrático de Ciencias Políticas, Joan Subirats (http://politica.elpais.com/politica/2013/05/11/actualidad/1368298983_295130.html), viene defendiendo que vivimos en un “sistema político muy cerrado, opaco y tendente desde la Transición al pacto entre élites” y se produce la “…constatación ciudadana de que los que mandan, llámense Zapatero o Rajoy, son meros transmisores de órdenes ajenas al control democrático”

Si hemos de referirnos a España, creo que los acontecimientos que vivimos y las actitudes no solo de los dirigentes de los partidos políticos, sino de la clase dirigente en su conjunto, demuestran cada vez más que el sistema del que habla Subirats empieza a estar obsoleto.
En este sentido no se trata tanto de oponer ser “gente de orden” a ser “antisistema” Si me permiten la broma, podemos ser antisistema y gente de orden, solo que de otro orden, del que sea capaz de responder a lo que hoy necesita la sociedad.

Una vez más, por decirlo de manera simple: enterremos de una vez la Transición en la Historia; si quieren con letras de oro, pero dos metros bajo tierra. ¿Sáben qué creo? No es la gente en la calle quien ha matado el espíritu de los ochenta: son los mercados y la inoperancia del Estado y sus servidores los que han liquidado aquello...y ya huele.

domingo, 12 de mayo de 2013

Reshma Begun rescatada ¿rescatada?

Según explican las crónicas, el viernes 10 de mayo, cuando ya no se esperaba encontrar a nadie con vida bajo los escombros del edificio Rana Plaza, en Dacca, Bangladesh, un miembro del ejército ordenó parar las máquinas excavadoras porque acababa de oír un ruido; al poco, escuchó también un hilo de voz que pedía “sálvenme” Removieron de nuevo aquella infame tumba colectiva y, 17 días después del desastre, apareció Reshma Begun ataviada con un vestido morado y un fulard fucsia, según hemos visto en las fotos.

No ha trascendido, aunque no es probable, si la ropa de esta chica llevaba las etiquetas de Primark, El Corte Inglés, Bon Marché, Jose Fresh o Beneton que son, entre otras, las marcas que tenían producción en el edificio que se vino abajo matando a 1.050 personas, hiriendo a 2.500 y quién sabe si guardando aún entre sus tripas más gente. Sí amigo lector, ha hecho bien los cálculos: en ese inmueble de tres plantas trabajaban más de 3.500 personas.
Unos meses antes, un incendio mató a 112 trabajadores en la Tazreen Fashion Factory, también en Dacca. Allí había producción de firmas como Tommy Hilfiger, Calvin Klein, PVH o Tchibo. En este caso no se pudo comprobar si la ropa de los fallecidos era de esas marcas: o se había chamuscado pegada como una segunda piel a los cuerpos o estaba ennegrecida por el humo que los ahogó.

Buena parte de estas firmas, europeas y estadounidenses se han apresurado a indemnizar a los afectados (¿debería decir, masacrados?) aunque, no crean, no todas: Walmart (la que más fabricaba en Tazreen), Sears/Kmart o Disney, no han entendido que tuvieran obligación alguna en este sentido; como el argumento es viejo, seguramente pensarán que al fin y al cabo, sin ellas esa pobre gente no tendrían trabajo, así es que ya hacen bastante por el pueblo bengalí y, en general para luchar contra el hambre en el mundo.
Por su parte, el Gobierno de Bangladesh, preocupado porque las grandes compañías puedan decidir irse a matar gente a otro sitio y perder así este sector tan vital, ha decidido emprender algo tan avanzado como una reforma laboral que garantice el derecho a sindicarse y a la negociación colectiva.

La economía de Bangladesh crece al 6 por ciento y el salario mínimo mensual es de 29 euros, que viene a ser lo que cuesta en Europa una camiseta o un juego de sábanas normalitas fabricadas allá.
Le aseguro, amigos lectores de buena fe, que no pretendo darles el día. Si se sienten un poco (o un mucho) culpables es cosa de cada cual. Ni siquiera insistiré en mencionar asuntos como las distintas formas posibles de avanzar en el paradigma de la competitividad, o en el karma del crecimiento como antesala del bienestar social. Pero, si aún les aguanta el estómago, lean un poco más.

Nada de lo que ha sucedido en Bangladesh es nuevo; nada de lo que está ocurriendo en este preciso instante en distintos lugares de Asia, Africa o América Latina, lo es. No tengo datos actuales; ni falta que hacen: sin duda todo ha ido a peor y, si alguien considera que esto que acabo de decir es pesimismo, o demagogia o agitación, allá cada cual; sinceramente me importa una higa: en estos tiempos hay argumentos más que suficientes a poco que se ponga algo de atención en lo que sucede a nuestro alrededor, lejos o mucho más cerca, para darse cuenta de que para la gente decente ha pasado el tiempo de los matices, de las sutilezas, de toda esa mierda argumental que trata de esconder las excrecencias criminales del capitalismo salvaje y su sustento pseudointelectual: el neoliberalismo.
Datos de la Organización Nacional del Trabajo para el período 1980-1993: en la fría y aséptica Finlandia, descendió el porcentaje de empleados en el sector textil y del calzado en un 71,7%; en la muy avanzada en términos de prestaciones sociales Suecia, un 65,4% y en la España, de los tiempos en que el desempleo caía del 16 al 24%, la ocupación (no por destrucción de los puestos de trabajo) bajaba en el sector en un 35,3%. En ese mismo ámbito de la economía y la industria, en las remotas Islas Mauricio creció el número de trabajadores en un 344,6%, en el cómodo y cercano Marruecos un 166,5% y en la trastienda del imperio, nada más cruzar el Río Bravo, en México, un 85,5%. Pero, seguramente, aquellos barros no tienen que ver con estos lodos y la deslocalización no está relacionada con que paguen los de siempre los beneficios de los mismos.

O, tal vez sí porque, por poner un solo ejemplo más, según los Servicios Financieros de Reuters, en apenas 6 años, entre 1993 y 1997, Adidas inició un vertiginoso proceso de expansión hasta el punto de pasar de unos beneficios de 50 millones de marcos alemanes a 500 millones. ¿Saben cuál era el salario por hora que cobraba en esa época un operario de la fábrica de la marca alemana en Yue Yuen Factory, un gran holding de Taiwan? 0,19 dólares.
Que cada cual juzgue…o mire para otro lado.