Ayer por la mañana Gemma Nierga entrevistaba en la cadena SER a Adela Cortina y hablaban de aporofobia; como la propia Cortina explicó, es un concepto que ella acuñó hace ya años y que la Academia aún no ha admitido. Procede del griego aporos, esto es, "el que no tiene salida, aquella persona que no nos puede ofrecer nada, el pobre" Y, como una de las bases de nuestra construcción social es el intercambio (tu me das, yo te doy) aporos nos inquieta y, por tanto, le tememos...nos produce fobia. Por ejemplo, dice Cortina, la xenofobia no es el odio al emigrante; lo es al emigrante pobre.
Como
ella ha dicho muchas veces, la desigualdad creciente
amenaza la democracia misma. Cortina, catedrática de Ética, lo viene explicando en sus
artículos en El País, todos recomendables.
Sí,
amenaza la democracia porque ataca los valores en los que se
sustenta; pero, además, y como se ha dicho insistentemente, la
pobreza es el
resultado de la violación de un pacto tácito de no agresión. Al romperlo, los
muy ricos lo son cada vez más y los pobres también hasta el punto
de perder éstos el mínimo indispensable. En las viejas revoluciones
todo revienta cuando se ha cebado la bomba hasta el punto crítico. El
problema no es que haya ricos; lo es que lo sean a costa de los
bienes (y los derechos) imprescindibles para la mayoría.
En
estos días hemos sabido que la Fiscalía pide 8 meses de reclusión
para dos personas que en noviembre de 2015 reventaron la puerta del
almacén de un supermercado en
Alicante y robaron alimentos
caducados. La empresa no denunció pero el Fiscal decidió actuar de
oficio.
Conocida
la noticia, hay quien ha puesto el grito en el cielo comparando
la actuación del ministerio público con la inacción en el caso de
la agresión perpetrada por un ultra futbolero
en Bilbao; como todos
pudimos ver en televisión, esa especie de bestia de dos patas
agredió a un joven que estaba sentado en la terraza de un bar tras
preguntarle si era “pro etarra” Tampoco aquí hubo denuncia del
agredido, pero el Fiscal en este caso no ha actuado de oficio.
Ya
sabemos de la distinta vara de medir de la Justicia, especialmente llamativa cuando se persigue a gente sin recursos y no a un energúmeno
lleno de odio.
Pero es que, dejando al lado el asunto de la agresión,
no puedo evitar pensar que la actuación del Fiscal es especialmente
perversa en el caso de Alicante. Si el nuestro fuera un sistema
judicial como el que rige en Estados Unidos, un hipotético juicio
contra los ladrones de comida caducada comenzaría con la mención
“el pueblo contra...” Aquí no usamos esas liturgias, pero es
básicamente lo mismo; aquí hablamos del “ministerio público”
es decir, el representante del Estado, esto es, en una democracia,
el instrumento con que se organiza el pueblo soberano...
Pareciera,
sin embargo,
que el Estado actúa con
aporofobia,
yendo más allá que el propio
perjudicado pues éste considera nimio
el perjuicio y hasta dice comprender la necesidad.
Y
para rematar, los expertos nos explican que nuestro ordenamiento
jurídico tiene previstas situaciones como estas: no habrá condena
alguna si queda demostrado que los encartados actuaron como lo
hicieron porque, efectivamente, no tienen ni
para comer. Es decir, no basta con la vergüenza de robar comida a
escondidas, deberán pasear su miseria y su dignidad rota a la vista
de todos y esperar la tolerancia y la benevolencia del Estado con
"el
que no tiene salida, aquella persona que
no nos puede ofrecer nada, el pobre"