jueves, 23 de mayo de 2013

Por si a alguien le pasa lo que a mí, o a la búsqueda de un hombro en el que llorar.


He perdido un amigo. A mi modo de ver, no supo entender que las discusiones sobre lo que pasa en nuestro país nunca debieron pasar ciertas (como se dice ahora hasta el hartazgo) líneas rojas. Le pedí algo de mesura. Replicó que hacía uso de su libertad de expresión. Ya no nos hablamos.
Me he sorprendido a mí mismo pidiendo a otros amigos que no hablemos de política. Les he recomendado que se expresen allá en donde haya un foro para hacerlo sí, pero si nos encontramos en esos espacios de libertad que aún quedan, que no debatamos; no entre nosotros. Nunca creí que haría una petición así, casi un ruego. Y no me siento bien por ello.

Tan grave es lo que nos pasa que empezamos a tener que elegir entre las ideas y los sentimientos. Y eso tiene muy mala salida.
Es que están rompiendo en pedazos todo aquello en lo que creí a lo largo de una vida y, además, aseguran que es por nuestro bien. Destruyen el presente (el mío y el de mis hijos) y pretenden que crea que es para preservar un futuro sobre el que nada explican; solo piden que tenga fe.  

Amo a mi país. Amaba a mi país. Pero ya no lo reconozco. Mi país es su gente, nuestras costumbres, nuestra cultura, nuestras libertades, nuestros derechos; todo eso que se tarda generaciones en construir. No es ninguna bandera, ningún credo, ninguna nostalgia.
Y, si no tengo trabajo, si no lo tienen mis hijos, si me roban en la sanidad, en la enseñanza, en la política, en el ocio, en mi derecho a disfrutar de una vejez tranquila… si abandonan a su suerte a los más desdichados, aquellos que no pueden valerse…si incumplen lo que prometieron; si confunden la pertenencia a un proyecto global que nació hermoso con el servilismo a los más fuertes; si no hay a quien recurrir para intentar que los actores de esta especie de golpe de estado blando (¿blando?) que vivimos cada día se aparten porque la mala conciencia les tiene amordazados; si mandan y vociferan los estúpidos, los mediocres, los miserables; si en estos tiempos es preciso estar seguro de en qué lado está cada cual ¿tendremos que deberles también que maten la amistad?