jueves, 25 de octubre de 2012

Los 'juezflautas'


Dicho sea con todos los respetos, por supuesto. Que es el mismo, por lo demás, que me merecen los llamados yayoflautas, los poliflautas, los maestroflautas, los bomberoflautas los médicoflautas, etc, etc, esto es, el original aunque evolucionado perroflautas que amenaza con convertirse en categoría demográfica: los españolesflauta, a saber, los nacidos y/o afincados en este país nuestro, sea cual sea la configuración político administrativa actual y futura, que están empobrecidos o excluidos o forman parte de una clase media en extinción y están enfadados por ello. Los juezflautas son siete, como los Siete Sabios de Grecia (con perdón) los Siete Magníficos, etc.

Estos siete jueces se apuntan a las protestas generalizadas denunciando esa lacra que son los desahucios. El asunto está siendo muy comentado, supongo que porque, aunque ellos no hacen las leyes, las interpretan y las aplican. O sea, que es –un suponer- como si el Papa y sus cardenales le enmendaran la plana a Dios, o los párrocos a su obispo. Gran paradoja: jueces criticando el sistema cuando son el sistema mismo. ¡Qué no tendremos que ver!

A la caverna mediática siempre se le han puesto los pelos como escarpias en presencia de gente de apariencia desaseada, con rastas y cosas así. Es algo que de toda la vida ha producido sarpullidos a la gente de orden. Tal vez por ello, a veces se les nota algo descolocados en tertulias, soflamas y panfletos con tanta persona provecta dispuesta a ponerse una camiseta amarilla, verde, o arco iris, y salir a la calle. Pero se les pasa enseguida: han tardado tres minutos en considerar a estos siete magistrados antisistema. Con su toga y todo.

Es que al personal no se le puede dar manga ancha; y, si son quienes deciden sobre la vida y hacienda de la gente, menos. Naturalmente.

Como es sabido, el Consejo General del Poder Judicial, o sea, el gobierno de los jueces, les encargó a los siete que informaran sobre estas materias; ellos estudiaron lo que pasa durante ocho meses y les ha dado por denunciar abusos y proponer cosas tan revolucionarias (en estos tiempos el sentido común lo es) como “que las ayudas del Estado a la banca se extiendan a los clientes sobreendeudados” o que se puedan ordenar judicialmente moratorias en los pagos o incluso la dación. El CGPJ –que, ya digo, encargó el informe- ha decidido envainársela y no asumirlo como propio. ¿Los motivos? Pues, en el momento en que escribo estas líneas, no hay una explicación oficial, o yo no la conozco. Sin embargo, un grupo de vocales de esos que inclinan levemente la cerviz si pasa Gallardón, asegura que el Consejo no tiene competencias para cosas así.

Como doctores tiene la Iglesia, también esa iglesia, pues no seré yo quien discuta sus dogmas. Pero ¿saben qué? No se, a mí los comentarios y propuestas de estos siete jueces me parecen cosas sensatas. Claro que yo creo que me estoy volviendo un poco periodistaflauta. Cada día más. A ver si no.

sábado, 20 de octubre de 2012

"Nos están tocando los cojones por encima de nuestras posibilidades"


“Nos están tocando los cojones por encima de nuestras posibilidades” es el texto que lucía una de tantas pancartas en una de tantas manifestaciones de días atrás. Lo recuerda Manuel Rivas en un estupendo artículo en la contra del diario El País de este sábado 20 de octubre.

Vale: el texto de la pancarta y la propuesta de Rivas, a saber, que Rajoy (y sobre todo Wert, “ministro de Educación y Barbarie”) practiquen el quietismo por oposición al reformismo, por mejor ( o no) nombre, recortismo. Que no hagan nada, vaya, visto lo que pasa cuando hacen algo. Ahora nos toca a la parroquia.

Por supuesto que Merkel y sus íntimos y rubicundos aliados, nos tocan los antedichos (menos mal que es en sentido figurado; me da repelús la literalidad) hasta el hartazgo, pero eso es algo que no debería servir para encubrir a nuestros más directos manoseadores. Merkel ésto, Merkel lo otro: vale, sí. La fatalidad, la eterna dialéctica del poder: sí, vale, también. Pero resulta que, en ese lugar en el que, al parecer, reside la soberanía y, por lo visto, ha sido necesario proteger a base de vallas y guardias de la porra de quien lo paga, lo anima, y lo justifica, o sea, la mentada parroquia, se va a debatir la semana próxima el Proyecto de Presupuestos Generales del Estado, esto es, nuestras cuentas que son algo más que meras cuentas: sí, sí, claro, marcadas por el devenir europeo, la fatal condición humana, Merkel, el ingenuo de Hollande,  Merkel, la sombra de Grecia, Merkel, la pareja feliz de  Barroso y Van Rompuy a sus cosas, Merkel, los mercados, Merkel, Merkel, Merkel…

Hasta hace nada, el karma era “no hay dinero” Ahora es que la culpa la tiene esa dama que me rio yo de la dama de hierro, ya saben, aquella británica tan amiga de Pinochet y de Milton Friedman, los genocidas que no ocultaban serlo porque, cuando entonces, no hacia ninguna falta. Y el caso es que la tiene en mucha medida y en tanto que se dedica a la política, que es eso que debiera servirnos para gobernar las cosas de este mundo y en realidad se utiliza para certificar el fin de la política si nada lo remedia. Qué sarcasmo la imagen reciente del FMI defendiendo el fin de la austeridad; la misma institución responsable de tanta miseria moral en la América Latina de los setenta.

En tiempos de plomo resulta útil tener un enemigo bien identificado…fuera.  Es una táctica muy vieja y siempre ha funcionado, especialmente si hay motivos –y los hay, ya digo- para colgarle los males que nos aquejan. Ante semejante afrenta patria ¿qué puede importar si quien nos gobierna miente o resulta manifiestamente injusto? Si ellos, los extraños, esos a quienes acaso quepa envidiar en silencio, y más aún si es así, nos demuestran su desdén y tratan de imponérsenos ¿qué puede importar si quien nos gobierna en casa ha perdido la legitimidad?

¿Montamos una cruzada los del sur despilfarrador, frente al trabajador norte? ¿Otra vez católicos y protestantes? ¿De nuevo esa matraca? Que fatiguita, por Dios. González (ya saben uno que ahora hace joyas y era aficionado a los bonsais) anda por ahí diciendo cosas así; si es que no somos nadie.

¿Qué tal si por ahora no quedamos aquí, salimos al calle y le decimos a la mayoría parlamentaria que esos presupuestos que se van a discutir son inhumanos? ¿Qué tal si les decimos que las cosas empiezan a ser al revés de cómo rezaba la pancarta y en realidad lo que pasa es que ya nos están tocando las gónadas por encima de SUS posibilidades?

martes, 9 de octubre de 2012

Los políticos y la gente


A estas alturas me sigue sorprendiendo la estupidez humana. Ayer oí decir a un dirigente del PSOE que la desafección de la gente por los políticos es el resultado de la acción de gobierno del PP. Si a declaraciones similares se añade la estulticia de todo un presidente cuando no se sonroja al perpetrar el ya celebrado comentario sobre las mayorías silenciosas, tendremos un cuadro deprimente y, visto que no aprenden, una desagradable sorpresa continua.

Y me estoy refiriendo solo a perlas que están en el pasivo de los grandes partidos. Evito traer a colación otras que invitan a la risa o al llanto alternativamente y que pertenecen a otros grupos menores, tan solo por no aburrirles.

Da lo mismo si los estudios de opinión muestran que nuestro desdén por la clase política (en realidad por la clase dirigente en general) no sabe de colores. Da lo mismo que para cualquier observador honesto y ni siquiera demasiado perspicaz eso sea evidente. Responderán echándole la culpa a otro o inventándose alguna operación de maquillaje más o menos pomposa como ese plan para la regeneración democrática que se quiere sacar de la manga el PP.

Habrá también entre los comentaristas de toda clase de tertulias quienes verán en esta actitud distante y crítica de la ciudadanía un peligro: puede derrumbarse el edificio que construyó la transición o el sistema de partidos o la democracia occidental, advierten. Salen poco y, en consecuencia, su soberbia intelectual les impide apreciar lo que de verdad ocurre.

Se nos dijo con ocasión del 25 S que  los promotores querían tomar el Congreso, dar por finiquitada la legislatura y abrir un proceso constituyente. Y, en efecto, hubo quien propuso tales cosas pues, ya digo, la estupidez humana es infinita. Pero el común de los mortales se desternillaría de risa ante tamañas acusaciones si no fuera porque no tiene maldita la gracia lo que nos pasa.

No. Cuando la ciudadanía dice que el tercero de sus problemas (según la última entrega del CIS) es la clase política, tras el paro y la economía en general, no deberían sentir temor quienes quieren salvarnos de nuestros instintos socialmente suicidas. La gente no está por la labor de derribar ningún palacio de invierno. No es “la política” ni siquiera “los políticos” son estos políticos y su incompetencia, su corrupción, su alejamiento de aquellos a quienes dicen representar, su incapacidad para ilusionarnos, su apelación al miedo o a la idea de que no hay alternativas, su mendaz intento de disfrazar de orden lo que es liberticida; es todo eso y mucho más lo que provoca desafección.

No se preocupen nuestro padres de la patria; la sociedad es más madura de lo que ellos creen (esta ignorancia, real o pretendida es otra de las razones del alejamiento) No vamos a salir corriendo detrás del primer profeta que aparezca abandonándolo todo en tropel.

Pero si siguen permitiendo que esta crisis anule la acción política; si consienten que, como escribía (El desprecio de los políticos) Germán Cano en El País del pasado día 9, el horizonte político se encoja “hasta reducirse  un mero dominio tecnocrático excluido de todo proceso de deliberación público” serán ellos, los políticos –de todo signo ideológico, no nos equivoquemos- los únicos responsables de un futuro que ya negrea a la vuelta de la esquina.

El domingo último, Jordi Évole entrevistaba a un economista alemán en su exitoso programa televisivo. En alusión a los conocidos como minijob, el susodicho venía a asegurar, con una sinceridad que debe agradecerse entre tanto eufemismo culposo y necio, que es o eso, o nada. Es exactamente el mismo argumento que utilizan ciertos negocios delincuentes (y quienes los sostienen) que mantienen talleres semiclandestinos en donde se cosen zapatillas de deporte que luego se venderán en occidente bajo marcas muy conocidas: es eso o la miseria, aseguran poniendo cara de benefactores.

Es falso que Rajoy esté haciendo lo que no le gusta hacer. No se trata de que guste o no. Eso es jugar al despiste. Es que la derecha (el centro no existe, ni en realidad ha existido nunca, aunque ahora no esté de moda reflexionar la respecto) hace lo que corresponde en un contexto en que pierde la ideología y gana el mercado. Responde a su naturaleza y, en ese sentido, es coherente.

Lo verdaderamente preocupante es la inacción de la socialdemocracia o lo que queda de ella. No me atrevería yo a tanto, pero ya hay quien cree que este silencio, esta blanda oposición, esta falta de ideas, este no querer mirar a su alrededor, sacudirse la impronta de casta y tratar de aprovechar fuerzas en presencia, poderosas pero carentes de la estructura necesaria para el ejercicio del poder político (claro que me refiero al 15-M al 25-S, a tantos movimientos en esa órbita, ¿o hay otra cosa?) es connivencia con el estatu quo, cuando no, complicidad por omisión.

Dejen pues de insultar la inteligencia del personal. La gente honesta, la ciudadanía, nos alejamos de los políticos porque han dejado de ofrecer respuestas. No queremos destruir las instituciones; no hace falta que las blinden con vallas y policías. No las usen para esconder su responsabilidad. Son nuestras y ustedes están allí de prestado.

viernes, 5 de octubre de 2012

Sin miedo


Ayer estuve en una reunión en la que el protagonista era una persona notable. Esta noche asistiré a otra en la que también estará otro prohombre. A los periodistas nos pasa eso: que nos invitan a cosas así. Generalmente no podemos revelar en pormenor lo que se dice, pues tales encuentros se hacen bajo la invocación del off the record más o menos explícito. Pero créanme que, en todo caso, cada vez tienen menos interés.

Es más, estoy dándole vueltas a si no sería más gratificante quedarse en casita porque, de no ser así, puede que, para tu perplejidad, un banquero por ejemplo te asegure que, siendo el suyo un sector “hiper regulado”, poco pueden hace para resolver nada; del mismo modo que de nada es responsable la entidad que representa ni el ámbito al que pertenece, sino quien no hizo su trabajo y relajó la vigilancia. Unos mandaos, vaya. Y, como uno tiende a pensar que si alguien ostenta un cierto liderazgo, cabe esperar que oriente y se arriesgue respeto del porvenir, preguntará procurando que no se le note el pánico, qué podemos esperar, hacia donde vamos. Te dirá que ni pajolera idea y, a continuación engullirá sin pestañear el soufflé de limón que había de postre.

Claro que ayer fue un día tontorrón. El mismo juez que pretendía investigar a quienes pagaron su billete de autobús a Madrid ingresando el importe en la cuenta de los organizadores del 25 S como conspiradores contra el Estado, se la enfunda y sin despeinarse la melena, pone en libertad a los detenidos en Neptuno y rubrica su intervención aludiendo a la “…convenida decadencia de la clase política”  Todo en un rato; para que luego digan que la Justicia es lenta. Y, se lía. Y uno llama al juez “pijo ácrata” (¿qué demonios será eso?) practicando ese deporte que tanto le gusta al Partido Popular: plancharles las puñetas a los magistrados cuando les bailan el agua y mearles la toga cuando no es así, todo sea, por supuesto, en defensa de las instituciones del Estado de Derecho y tal y cual y pascual.

A eso se añade la aceptación como algo natural e inexorable de que cuando se produce un cambio político, se renueve la cúpula de los medios de comunicación públicos y de las empresas también titularidad pública, con gentes afines a quienes ganaron las elecciones. Lo de la profesionalidad les parece una cosa menor por marciana. Hablo de una parte de la tribu (y de los profesionales de la mamandurria, claro) que, a base de pasar por el aro, han olvidado ya que una vez creyeron en algo. Le llaman pragmatismo, creo.

¿Saben qué me gustaría? Pues que, asumido que este país nuestro se va al carajo, que hemos de tomárnoslo con deportividad y que quienes son los responsables, ya estén en la política, en la empresa, en la judicatura, en la prensa o donde sea, llevan ya tiempo silbando al viento, apareciera alguien inventando alguna cosa por fútil que fuera, alguien que dijera una palabra no dicha, que alumbrara una idea no manoseada; alguien que no tuviera miedo.