Vivimos
tiempos raros.
En un remoto lugar artistas millonarios colaboran a la construcción del caballo de Troya de Trump y quienes le mandan, participando en un concierto que llaman solidario y es, en realidad, la trompetería que precede a la intervención -en formato, por ejemplo, fuerza internacional de protección al pueblo venezolano o mandangas de parecida jaez- para derribar un gobierno, quizás corrupto, que se niega a entregarles el petróleo, el oro y el Moro. Todo más viejo que la tos.
Un tal Guaidó aparece entre la multitud y se marca unos bailes. Chévere.
Esto
de los conciertos es invento más bien de la izquierda (ya recordarán
por ejemplo aquel Live Aid de Bob Geldfof del 85 en favor de las
gentes de Etiopía y Somalía) pero, como todo se vuelve reciclable
-o, más bien manoseable- a lo de la frontera Venezuela-Colombia
también le han llamado Live Aid. La diferencia es que en lo de
Geldof había rockeros de postín y en Cúcuta la musiquilla es
tirando a hortera y, comandados por el sinvergüenza de Richard
Branson que hace negocios con lo que sea incluida la miseria, prestan
su entusiasta colaboración, entre otros, un tal Carlos Baute,
bocachancla que ya hizo pareja aquí con nuestra patriotica Marta
Sánchez, la llorona del himno infumable recordarán sin duda, y
otros como Miguel Bosé o Alejandro Sanz que residen allende los
mares no sea que el fisco español les trinque; seguro que ya están
pensando en un Live Aid en Melgrar de Fernamental o por ahí contra
la violencia machista o tal vez contra los desahucios y los fondos
buitres, no les quepa duda.
Mientras,
aquí nos entretenemos con encuentros en la tercera fase (léase
Colón) de unos alienígenas -ya saben “hay otros mundos pero están
en este” que decía Éluard- para denunciar felonías y eso. Y,
siguiendo la moda, reeditamos la épica y, si cuando entonces Rosa
María Mateo, periodista honesta, se convirtió en la musa de la
democracia leyendo un manifiesto de condena del 23F ante cientos de
miles de madrileños, ahora es una nueva Ángela Davis pero con el
culo blanco, María Clavel por bonito y españolísimo nombre que arrastra de tertulia en tertulia, quien reedita aquéllo henchida de
ardor patrio y lee en presencia de unos cuantos una cosa llena de
mentiras que después repetirá el coro hasta la náusea.
Lo
dicho, vivimos tiempos raros.