lunes, 16 de enero de 2012

Fraga

En diciembre de 2001, seis mil gaiteiros sonaron al unísono en la toma de posesión de Manuel Fraga. Un estrépito. Como correspondía.
Ese instrumento destemplado, la gaita gallega, resulta pesado en la insistencia machacona del compás, irritante a veces, excesivo.
Pero llora bien.
Suenan ahora pues unos airiños, a penas un hilo de cuatro notas en un bucle, por una figura que, ni siquiera instalado ya en la historia dejará indiferente a quien se acerque a conocerlo. Como corresponde.
Todos los informativos coinciden en resaltar que en el político Fraga hay luces y sombras; son más benévolos con el hombre Fraga. Circulan tópicos y lugares comunes por todas partes y nos complacemos o no en reconocer en ellos a la persona que los motivó.
Quiero creer que, si pudiera oír esta algarabía en general bien intencionada, farfullaría algo ininteligible que, no obstante, sonaría a regañina.
Suele decirse en los funerales: “siempre se van los mejores” Sí, nos parece que es así, pero acaso sea que vamos cumpliendo años y eso tiende a deformar la perspectiva. Oiremos hablar de la estatura del estadista, de la singularidad del ser humano y, ante tanta gloria, los críticos le concederán un conveniente silencio.
Descanse en paz, carallo!