Artículo 75.2 de la Constitución: “Las Cámaras podrán delegar en las
Comisiones Legislativas Permanentes la aprobación de proyectos o proposiciones
de ley. El Pleno podrá, no obstante, recabar en cualquier momento el debate y
votación de cualquier proyecto o proposición de ley que haya sido objeto de
esta delegación”
¿Es pues asunto de importancia? Pues sí, es un cambio significativo en la
atención que el Legislativo parece otorgar a este asunto del cambio climático, básicamente
porque puede impulsar la elaboración de la Ley ad hoc. Vista la iniciativa con espíritu crítico, pues que ni
siquiera le hayan cambiado el nombre eliminado lo de “para estudio” (dado que
el asunto está más que suficientemente estudiado, debiera haberse llamado “para
marear la perdiz”) da idea de lo fino que hilan las señorías. Pero, si
consideramos que a primeros de noviembre del año que acaba de terminar, la Mesa
del Congreso denegó su permiso para que una representación del Congreso
asistiera a la Cumbre del Clima de Marraquech pues, efectivamente, en apenas un
mes hemos avanzado una barbaridad.
Si usted, querido lector, cree que lo de mantener “para estudio” es cosa baladí
y lo que pasa es que yo soy muy tiquismiquis, pues tal vez tenga razón. Pero a
mi me parece que el lenguaje no es nunca inocente y el uso de unas u otras expresiones
podrá ser más o menos inconsciente, pero nunca es ni neutro ni inocuo.
Personalmente me dan auténtico miedo los negacionistas a ultranza porque saben
perfectamente que la lucha contra el cambio climático lo es contra el sistema
político y económico hoy dominante, que mantiene y acrecienta sus privilegios;
y saben muy bien que solo un estado fuerte y unas instituciones transnacionales
de carácter público poderosas pueden enfrentar una tarea que solo puede ser
planetaria y que, inevitablemente, implica un cambio radical en la distribución
de la riqueza, en la asunción de las responsabilidades en la reducción de
emisiones a la atmósfera, etc. Por eso torpedearán cualquier movimiento de la
sociedad civil, da igual el precio…y al fin y al cabo lo suyo no es el largo
plazo.
Y no me recuerden que el modelo de desarrollo
del que se llamó el socialismo real no fue precisamente cuidadoso con el medio
ambiente. No hace falta y además eso no justifica cosa alguna.
Sí, hay quien tiene mucha fe en los avances de
la ciencia y en el criterio de la Providencia. Ambas nos pondrán a salvo creen
cuando las cosas se vuelvan verdaderamente difíciles; es lo que ha ocurrido
siempre, sentencian. Es gente sin duda bien intencionada, fieles compañeros de
viaje hacia el desastre de los anteriores. Me recuerdan a los vecinos de mi
urbanización, empeñados en gastar el 60 por ciento del presupuesto comunitario en
el agua para el riego de la pradera, simplemente porque se ha hecho así desde
hace 40 años - o sea, siempre para ellos- y el césped en plena meseta da mucho fresquito. Lo que de verdad me parece preocupante es la ausencia de equilibrio frente a estos suicidas conscientes o inconscientes. Desde la izquierda que se dice reformista llevamos décadas hablando de la necesidad de cambios graduales, amables; y tampoco es muy diferente desde posiciones políticas más radicales, véanse los programas electorales. Se trataría de casar la necesidad de un crecimiento constante con el estado del bienestar y el respeto al planeta. Y es imposible; como dice Naomí Kleim (Esto lo cambia todo, Simon &Schuster 2014) “el sofocante fundamentalismo del mercado es el mayor enemigo de la salud del planeta”.
De manera que no, el cambio climático no es un
problema más, es EL PROBLEMA, tanto que seguramente los efectos del
calentamiento ya son irreversibles y estamos en una carrera contra el tiempo en
la que cuanto menos nos apresuremos en aplicar soluciones radicales más cerca
estaremos de una catástrofe; solo un botón de muestra: si alguien cree que el problema
de la inmigración actual es grave, imaginen la que se nos puede venir encima en
los países del hemisferio norte si las aguas de los océanos suben un metro por
la reducción del hielo ártico, o las sequías y los huracanes de fuerza creciente
acaban provocando grandes desplazamientos de población…pues ya está pasando,
amiguitos.
En la Conferencia de Naciones Unidas
sobre Cambio Climático de Cancún, en 2010, se estableció un objetivo: que la temperatura
del planeta no se incrementara por encima de los 2 grados centígrados.
Diecisiete años después ese objetivo es inalcanzable. ¿Y por qué 2 grados?
Porque se entendió que era una meta que integraba la evidencia
científica, los intereses económicos y las necesidades de los que establecen
las políticas climáticas. Como puede observarse el fracaso no puede ser mayor.
No, no es un problema más. Por mucho que el
miedo nos impida pensar y nos paralice (que igual hay algo de eso) aquí no hay
dirección en la que correr para ponerse a salvo.
Upton Sinclair, fue un
periodista que escribió en 1906 La
Jungla, una novela de la que Jack London
dijo que era "La cabaña del Tío
Tom de la esclavitud asalariada” En su obra, Sinclair ponía de
manifiesto el contraste entre las condiciones de vida de muchos y trabajadores
y la corrupción profundamente arraigada en las élites. La Jungla se publicó hace cien años, pero ¿a que les suena la
música? Este autor escribió: “…qué difícil es conseguir que un hombre comprenda
algo cuando su sueldo depende de que no lo comprenda” Claro, Upton Sinclair no
estaba hablando de los efectos de cambio climático. ¿o sí?