Algunas momias
puñeteras han mandado parar. No habrá por ahora trasiego de huesos
y harapos. Es la solidaridad de los muertos vivientes que lucen camisas azules bajo las faldas negras de satén, tan negras como los símbolos que airean en cuanto pueden a lo zorrino, algo cobardes ellos, ejerciendo un poder que no merecen.
¿Tendrá la momia
el culo blanco como dijeron antañón de su vivo las coplillas? ¡Que
tontería, las momias no tienen culo! es una parte de la yerta
anatomía por completo innecesaria dada la condición yacente del
sujeto (¿o se dirá sujeta, dado que momia es?) así es que, en
tanto que parte blanda, los oscuros habitantes de las criptas,
cenotafios, cárcavas y panteones; sabandijas y gusarapos, se ocupan
de negarle la existencia eterna, la resurrección de la carne y hasta
la gloria, al dejarlo todo en mera raspa que es una forma muy aseada
y democrática de entrar en la historia, aunque te hayas construido
una leyenda o una pirámide de Egipto. En cambio, los ilustres zombis sí tienen posaderas y, de ser posible, acaso fuera oportuno pateárselas a fin de que dejen de una vez de animar la gusanera.
El prior momia en su
momio, los espectros familiares del finado y el coro de voces de
ultratumba, dibujan un rictus en sus caras de ajo que quiere ser
sonrisa de conmiseración y victoria (otra vez) como si el medio kilo
de mojama les importara un carajo; mascullan para sus adentros un
arribapañacojones. Por los mentideros discuten los comentaristas sobre el interesante y utilísimo asunto de si el genocida fue jefe de estado antes o después o durante, o si la abuela fuma.
¿Otro verano en la
bella Sierra del Guadarrama sin poder mirar a poniente? porque allí
va a seguir, bajo esa cruz que es como una espada herrumbosa clavada
en todas las cunetas.
¡Dracarys coño! ¡Y
a tomar por saco!