martes, 26 de febrero de 2019

Ese muerto es mío


 
Pues con el asunto en manos del Supremo, poco puede hacer ya el Gobierno. Pero se ha equivocado de pe a pa. Está mal que lo repita, pero es que lo vengo diciendo desde julio. Y no porque abriera la caja de los truenos; desde ese punto de vista lo vergonzante es que otros gobiernos del PSOE con mayor poder no lo hicieran hace mucho tiempo. Ahora el Ejecutivo, en estos pocos días que le quedan, es la risión del facherío. Ahora resulta que un juez fascistóide se apoya en el informe de dos arquitectos patibularios de la Fundación Franco para tumbar una licencia de obra menor -ya saben, eso que se pide para cambiar las ventanas o el azulejo del baño- y argumentar que no se puede levantar la losa no vaya a ser que se hunda la basílica toda.

Lo dicho, hasta el más tonto hace relojes y a base de dilaciones no hay quien saque a la momia del Valle.

El Gobierno de mi país va remolque de lo que se le ocurra al franquismo. Sinceramente, no me puedo creer que no se haya podido hacer de otra forma con toda esa corte de abogados del estado y asesores varios, de manera tal que sean los demás los que tengan reaccionar a la acción del Ejecutivo.

En tono de humor, o no: ese muerto es mío y hago con él lo que quiero. ¿No lo enterraron en un mausoleo de estado? Pues mientras esté allí es mío, o sea del estado y el Gobierno tendría que haber sido menos garantista y más efectivo. Fuera el fiambre y que la familia haga lo que quiera con él, naturalmente menos llevarlo a la Almudena ni a ningún otro lugar con el único fin de seguir tocándonos las gónadas a todos.

Y que reclamen ellos. A ver quien tiene agallas de volverlo a llevar a Cuelgamuros.

sábado, 23 de febrero de 2019

23F


 
Vivimos tiempos raros.

En un remoto lugar artistas millonarios colaboran a la construcción del caballo de Troya de Trump y quienes le mandan, participando en un concierto que llaman solidario y es, en realidad, la trompetería que precede a la intervención -en formato, por ejemplo, fuerza internacional de protección al pueblo venezolano o mandangas de parecida jaez- para derribar un gobierno, quizás corrupto, que se niega a entregarles el petróleo, el oro y el Moro. Todo más viejo que la tos.

Un tal Guaidó aparece entre la multitud y se marca unos bailes. Chévere.

Esto de los conciertos es invento más bien de la izquierda (ya recordarán por ejemplo aquel Live Aid de Bob Geldfof del 85 en favor de las gentes de Etiopía y Somalía) pero, como todo se vuelve reciclable -o, más bien manoseable- a lo de la frontera Venezuela-Colombia también le han llamado Live Aid. La diferencia es que en lo de Geldof había rockeros de postín y en Cúcuta la musiquilla es tirando a hortera y, comandados por el sinvergüenza de Richard Branson que hace negocios con lo que sea incluida la miseria, prestan su entusiasta colaboración, entre otros, un tal Carlos Baute, bocachancla que ya hizo pareja aquí con nuestra patriotica Marta Sánchez, la llorona del himno infumable recordarán sin duda, y otros como Miguel Bosé o Alejandro Sanz que residen allende los mares no sea que el fisco español les trinque; seguro que ya están pensando en un Live Aid en Melgrar de Fernamental o por ahí contra la violencia machista o tal vez contra los desahucios y los fondos buitres, no les quepa duda.

Mientras, aquí nos entretenemos con encuentros en la tercera fase (léase Colón) de unos alienígenas -ya saben “hay otros mundos pero están en este” que decía Éluard- para denunciar felonías y eso. Y, siguiendo la moda, reeditamos la épica y, si cuando entonces Rosa María Mateo, periodista honesta, se convirtió en la musa de la democracia leyendo un manifiesto de condena del 23F ante cientos de miles de madrileños, ahora es una nueva Ángela Davis pero con el culo blanco, María Clavel por bonito y españolísimo nombre que arrastra de tertulia en tertulia, quien reedita aquéllo henchida de ardor patrio y lee en presencia de unos cuantos una cosa llena de mentiras que después repetirá el coro hasta la náusea.

Lo dicho, vivimos tiempos raros.
 
 

lunes, 11 de febrero de 2019

Muchos o pocos, mentiras.


En el muro de Faceboock de Eduardo Sotillos, periodista por lo general moderado y ecuánime, que en su día ocupó un cargo relevante en los gobiernos de Felipe González, pudo leerse lo siguiente ayer: "Intentaré ser objetivo... El número de manifestantes ha sido alto, pero no excepcional. 50.000 personas es una cota elevada, que no suele superarse aunque los organizadores hablen de cientos de miles. El dato que dan, 200.000" Y unas horas más tarde recomendaba: "Consejo para dormir o despertarse a gusto. Leed El País y El Periódico si preferís que lo de Colón haya sido un fracaso...o ABC y La Razón si pensáis que ha sido un éxito.. Ojo con no equivocarse en la elección. Para los simplemente curiosos recomiendo Le Figaro, Te Guardian o La Repubblica"

El jueguecito como de un Dios menor un punto pretencioso, como corresponde, de apriorismos, atinados en todo caso, esconde una falsedad: para que la aproximación al suceso de ayer en Colón tenga una mínima pretensión sincera de objetividad, no puede quedarse en consideraciones sobre el número de asistentes. Ya lo remarca un habitual de este muro, un tal José Zaragoza un tipo que dice ser socialista (no confundir con el diputado del mismo nombre)  "¿Qué más da 50.000 que 200.000? Yo sé que esta última es la cifra real, y aún así me parecen pocos. Debió haber millones; este gobierno no se puede aguantar ni cinco minutos más..."

El huevo de la serpiente se incubaba ayer en la Plaza de Colón de Madrid, pero también pasa cada día en la redes sociales al calorcito de la libertad de expresión y de la generosidad de gentes que tal vez consienten demasiado.

¿No importa en términos de objetividad qué dice el manifiesto leído por tres presuntos periodistas que si alguna vez lo fueron, ayer dejaron de serlo? Si, claro que importa. Más aún, a mi juico, semejante sarta de medias verdades y mentiras flagrantes, vuelve irrelevante el número de asistentes. Por decir algo positivo: resulta algo reconfortante, aunque desde luego un punto ingenuo, pensar que no fueron muchos en términos comparativos quienes se expusieron a semejante ejercicio de cinismo, manipulación y ataque frontal a la Constitución que dicen defender estos patriotas de todo a cien.