Personalmente tengo pocas dudas al respecto. De modo que
ya no me interesa gran cosa cuales sean las derivas de Rajoy y su gente, como
no sea para reafirmarme en la idea de que cuanto más tiempo esté en el poder
más sufrirá el estado del bienestar. Sin más, sin matices, sin
paliativos.
La cuestión pues sería saber qué viene después. Si, como
creo, serán inevitables elecciones anticipadas en un plazo relativamente breve,
la escena política española no habrá cambiado significativamente, no habrá dado
tiempo en el supuesto de que hubiera voluntad para tal cambio en quienes deben
de operarlo, así es que, a mi juicio, lo razonable será esperar una mayoría muy
insuficiente del PP, lo cual nos llevaría a gobiernos de pactos.
No es lo que deseo para mi país, pero mejor eso que la apisonadora actual.
Así es que en este juego de política ficción (¿ficción o
necesidad histórica?), deberemos ir aún más lejos. Deberemos pensar –soñar,
tal vez- en transformaciones de calado. Y no se me diga desde la izquierda que
no estamos para esa clase de grandes ejercicios imaginativos, sino para asuntos más
prácticos, porque eso es lo que lleva haciendo la socialdemocracia desde que
decidió que su papel histórico debía ser gestionar el capitalismo; triste pragmatismo que nos ha traido hasta la frustración.
En la izquierda española deberían tomarse en
consideración las manifestaciones de personas como José Antonio Laborda, presidente que fue
del Senado desde 1989 a 1996.
En un interesantísimo artículo publicado en el diario El
País el pasado día 1 de agosto, afirmaba con una lucidez digna de mejor
atención que “La disciplina del partido
conservador español ha suprimido cualquier actitud liberal en su funcionamiento
interno, lo que supone que el pluralismo que defiende no se aplica dentro del
PP que es celebrado por la absoluta homogeneidad de su discurso y de sus
miembros.” Laborda añade que “…el
pensamiento liberal – en el sentido clásico- no existe más que como propaganda
electoral en ese partido…”
Probablemente los cuadros directivos del PSOE compartirán
sin dificultad estas afirmaciones del ex presidente del Senado. Lo que, visto su comportamiento un
tanto esclerótico, no parecen dispuestos a aplicarse (aunque muchos se den
cuenta de que es así) es que lo que dice Laborda les concierne a ellos mismos:
algo así como que los socialistas no han evolucionado desde aquel cambio
ideológico –o de praxis política, no lo discutiré- que en el meollo de la
transición permitió el fortalecimiento de la disciplina interna y una
atribución de poderes a la cúpula dirigente sin precedentes, algo seguramente
necesario en aquel momento histórico.
Pero si debemos seguir con ese adjetivo tan pedante
(“histórico”) estamos en un momento que lo es. “El PSOE será –deberá ser,
quiere decir Laborda, supongo- una organización de personas que pensando de
distinta manera, son capaces de ponerse de acuerdo” Porque el éxito en ese
proceso de cambio, “será también el de la democracia española y europea” Al
cabo, “…el fin de las reformas no es otro que devolver los ciudadanos la confianza en los partidos
políticos…” “La causa profunda de la desconfianza actual y por la que el PSOE
no se recupera electoralmente está en la percepción ciudadana de que los
partidos instrumentalizan las instituciones” Algunos recordamos aromas de una cosa que se llamó Nueva Izquierda y murió apenas nacía.
Hay más voces. Por ejemplo la de alguien que no lleva
tanto tiempo como Laborda apartado del ejercicio del poder y a quien tengo la impresión (no lo puedo
afirmar, claro, desde mi casi total ignorancia de las entretelas del PSOE) que
tampoco -¿resulta algo incómodo quizás?- se escucha demasiado: Odón Elorza.
El que fuera alcalde de Donosti, lleva un tiempo
desgranando interesantes razonamientos en su blog y en la prensa diaria. Aboga
por trabajar para la regeneración moral y la transparencia
democrática…aplicando “la innovación y generosidad intelectual para empoderar a
la ciudadanía tras el objetivo de salir de la crisis con un rumbo compartido y
desde el reparto equitativo de los sacrificios. Habla Elorza nada menos que de
un nuevo “contrato social” que se basa en un “pacto cívico de las fuerzas
políticas con muy diferentes agentes sociales.” Y va a lo concreto: “urge un
conferencia abierta para levantar la bandera regeneracionista y transformadora
y remediar los vacíos del pasado Congreso” porque “Se acabó pensar en
alternancias; se ha parado el péndulo de poder”
Odón Elorza es un político leal a sus ideas y a su
partido. Y a mi modo de ver está en un tris de comprender otro tipo de lealtades
a las que enseguida me referiré. Salvando ciertos prejuicios (en el sentido
exacto del término) y algunas cautelas comprensibles, al ex regidor el fenómeno
(ni siquiera le llamaré movimiento para no incomodar a los puristas) del 15M no
le cae nada antipático. Me parece.
En Salida, voz y
lealtad, Albert O. Hirschman escribía (¡ya en 1977!) que la opción de la salida es la típica del criterio económico: no nos gusta o no nos sirve
algo y lo abandonamos, por decirlo de manera simple. La actitud política es la de la voz, de tal modo que quienes optan por
ésta son los más leales pues no
desean marcharse sino alzar la voz para cambiar las cosas. El análisis del
economista alemán es mucho más sutil de cuanto acabo de decir pero creo haber
anotado su esencia.
Se ha dicho muchas veces que la crisis que padecemos es
sistémica y es verdad. Soy consciente de que lo que sigue a algunos parecerá
directamente una bobada y a otros tal vez les mueva a debate: a la luz de las
reflexiones de Hirschman, he aquí la paradoja: lo que pretenden las formaciones
políticas y actitudes conservadoras es precisamente un cierto cambio del
sistema; la destrucción de un cierto orden de cosas que todos conocemos por
estado del bienestar y ellos llaman de infinitas formas eufemísticas; hasta la
náusea; es la salida y la crisis su
coartada. Quienes se reconocen dentro –o en sus aledaños- de eso que se da en
llamar el 15M, gentes de toda clase y condición (es importante subrayar esta
diversidad) han optado por la voz; no
son pues anti-sistema como interesadamente se les denomina a menudo por
perversa asociación con gentes y grupos violentos a secas. Son acaso y
precisamente, como escribía el profesor de la Universidad Autónoma de Madrid el
pasado 9 de agosto en El País, Fernando Esteve “la esperanza del sistema”
¿Pueden hacer suya ese tipo de lealtad gentes como Elorza
o Laborda o tantos otros dentro de los partidos de izquierda y fuera de ellos?
La pregunta, si se me permite la pretensión, no es
baladí. Porque de la respuesta depende que el partido mayoritario de la
izquierda española, el único con capacidad real de operar un cambio de paradigma político y social, se
convierta en el medio plazo en el instrumento (si no el único, sí el más notable)
mediante el cual esa voz de la nueva ciudadanía se haga sustantiva.