miércoles, 8 de octubre de 2014

Excalibur ¿un asunto menor?

¿Muerto el perro se acabó la rabia? Para nada, puede que este asunto no haya hecho más que empezar. Y no es en absoluto irrelevante.
Constatado: quien ordenó el sacrificio de Excalibur, el perro de la enfermera infectada de ébola, es de una imbecilidad difícilmente superable; a saber:
Ese animal ha convivido con sus dueños estando Teresa contagiada; y es de esperar que se comportara…como un perro, claro: tal vez lamió la mano de algún vecino que lo acarició; puede que intentara comerse la merienda de algún niño despistado en algún parque próximo a su domicilio; quizás orinó en este árbol o en aquella pared; acaso hizo sus deposiciones al lado de un columpio infantil o en las cercanías de un banco en el que acostumbran a reunirse jubilados para tomar el sol, o en los terrenos en donde juegan a la petanca.
Nada de eso lo sabremos ya, porque ignoramos si el animal estaba infectado o no. Las autoridades (¿autoridades?) del ramo decidieron que ante el riesgo potencial de que el perro estuviera enfermo, era preferible matarlo sin averiguar nada más; ni siquiera después de muerto han analizado nada y, ya incinerado, eso tampoco será posible. Hay a mi juicio aquí actuaciones negligentes que atentan contra la salud pública, justo lo contrario de lo que, presuntamente, se pretendía evitar.
¿No es estúpido? Sí, sí lo es. Y, esta presunta, drástica, medida de seguridad, es además absurda porque como han explicado hasta la saciedad especialistas como Thomas Frieden, director de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, o Juan José Badiola, presidente del Consejo General de Veterinarios de España, entre otros, no está en absoluto acreditado que los perros puedan ser transmisores del ébola a los humanos. De manera que, también, quienes han dado la orden del sacrificio han infligido un dolor adicional a Teresa y a su marido seguramente innecesario. 
Y además de este desprecio por quienes son los verdaderos sufridores de esta historia (aunque el miserable del consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid trate de extender sospechas sobre si Teresa mintió a los médicos que la atendieron) hay a mi modo de ver abuso de poder sobre ellos y su mascota y no sé si daño a la propiedad, pues manifestaron reiteradamente que no deseaban la muerte del animal sino que fuera aislado y analizado antes de tomar, en su caso, la decisión definitiva...hasta nombraron un tutor al que de nuevo las autoridades (¿autoridades?) sanitarias no han hecho caso aunque se haya desgañitado en los medios informativos en defensa del animal...y del sentido común.
Y, finalmente, ¿qué podemos decir del juez que sancionó positivamente la orden de sacar a Excalibur del domicilio familiar y sacrificarlo? ¿tenía los elementos de juicio necesarios? ¿ignoraba las dudas de la comunidad científica? ¿no hubiera sido más de razón y precisamente, que ordenara el aislamiento del animal, una investigación sobre los usos y costumbres de sus dueños con él en esos días clave y los análisis pertinentes para, a la luz de es información, decidir en justicia?
Francamente, nada me sorprendería que en cualquier momento algún colectivo de defensa de los animales plateara un rosario de querellas: por negligencia de las autoridades con riesgo para la salud pública, por robo y hasta por prevaricación. ¿No debería verlo de oficio el fiscal?