viernes, 11 de agosto de 2017

El Prat



La empresa Eulen ganó en su día un concurso público para realizar los controles en el Aeropuerto de El Prat. Lo hizo con una oferta cercana a lo temerario, es decir, sensiblemente por debajo de los demás licitantes.

Capitalismo de manual: como hay que tener los mayores beneficios posibles a partir de esa oferta, se reduce personal y sus salarios. La consecuencia es que el servicio se resiente y los trabajadores, que están hasta allí de cobrar una mierda, trabajar más de lo pactado y de que encima parezcan ellos los responsables del lío que se arma, van y hacen una huelga, que es una cosa legal.

Además de legal una huelga es una cosa molesta para todo el mundo, pero si una de las integrantes del Comité de Empresa dice que se trata de que haya cuantas más colas mejor, es decir, de que se entere todo el mundo y de forzar la negociación (la Constitución no dice que las huelgas deben de ser una cosa de compiyoguis) se le echa encima todo dios; que si conculcan los derechos de los demás, que si deterioran la imagen de España precisamente ahora que ataca la turismofobia y tal.

Así es que el ministro guapito se dispone a pedir al ministro gordito que le pida a la magra Guardia Civil que se haga cargo. No a los mossos, que eso significaría permitir que la Generalitat tome un papel protagonista y lo mismo proclama el cantón de El Prat. Y, además, los picoletos son un cuerpo armado que cobra una porquería como los empleados de Eulen pero que no hará huelga.

Y todo esto lo paga el Estado con lo que pretendía ahorrarse cuando privatizó el servicio.

Ah. En España hubo una cosa que se llamaba sindicatos ¿o lo he soñado?