martes, 8 de octubre de 2013

La educación, la OCDE y las burdas manipulaciones


“En esta sociedad, Marcus, los hombres a los que más admiramos son los que ponen en pie rascacielos, puertos e imperios. Pero en realidad los más notables y admirables son aquellos capaces de poner en pie el amor. Porque es la mayor y la más difícil de las empresas”
Lo que acaban de leer es lo que Harry Quebert le dice a Marcus Goldman en “La verdad sobre el caso Harry Quebert” de Joël Dicker (Alfaguara). El primero es un consagrado escritor y el segundo otro que aspira a serlo.

Me ha venido a la cabeza la conversación literaria entre dos personajes de ficción, Harry y Marcus, a propósito del resultado del examen de competencias básicas de la población adulta hecho por la OCDE en 23 países, que ha levantado ampollas (o eso dicen) en nuestro país. Verán por qué.
No estoy muy seguro de estar hablado del mismo informe del que se han hecho eco ciertos medios de comunicación con puntualidad y precisión de voceros dóciles del Ministerio Wert, también llamado de Educación. En resumen, vienen a concluir que los españoles estamos a la cola en comprensión lectora y en destreza matemática y que la culpa la tiene la LOGSE.

Lo primero es verdad, si leemos solo el trazo grueso. Lo segundo, como era de esperar, no. A ver: el examen de la OCDE se ha realizado a personas entre 16 y 65 años. La Ley Orgánica General del Sistema Educativo (LOGSE) comenzó a aplicarse en el curso 1990-1991, así es que quienes fueron directamente afectados tienen hoy como mucho unos 23 o 24 años.
Podemos entrar ahora en matices: en el examen, los jóvenes puntúan mucho más alto que los mayores y están más cerca de la media aunque, ciertamente, la evolución española dista de ser la que nos gustaría por más que arranquemos de un punto de partida que no es ni mucho menos el de la mayoría de los países desarrollados.

Estamos en el furgón de cola, sí, pero la culpa no es de la LOGSE porque es incorrecto (o, más bien, una burda manipulación) hacer tabla rasa y comparar un periodo en el que solo una parte de la población estaba escolarizada (la gran mayoría de los examinados) con otra en la que lo estaba ya todo bicho viviente esto es, en la década de los noventa.
Con todo, lo que dice la OCDE no es la Biblia. La Ley Wert pone en peligro todas aquellas áreas de conocimiento no presentes en los rankings de la OCDE, entre ellas la Historia, la Filosofía, la Literatura, la Música, las Artes Plásticas o la Educación Física y conocimientos tan poco prácticos como pueden proporcionar la educación medioambiental, la ética ciudadana y bagatelas así. Es natural que el más nefasto ministro de la cosa, el Gobierno en el que milita y el coro mediático que les hacen la ola cada día consideren que los únicos indicadores que han de ser tenidos en cuenta son esos que se acomodan a los objetivos de un modo de entender la sociedad según el cual “…educación es el motor que promueve la competitividad de la economía y el nivel de prosperidad de un país” Lo dice ese arma de destrucción masiva que es la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE)

O sea, que Harry Quebert es un antiguo o está equivocando a su pupilo. No son los mejores quienes son capaces de poner en pie el amor o quienes saben enfrentarse al dolor, la decepción, la dificultad; no quienes pueden enseñarnos a saber caer bien, sino quienes levantan construcciones admirables aunque, como pasa mucho por esta tierra nuestra, acabemos descubriendo que solo eran un capricho caro y un fiasco.