Este fin de semana se han celebrado en Madrid unas Jornadas
sobre lo que se ha dado en llamar un Plan B para Europa. Ha sido el tercer
acto de lo que pretende ser un movimiento contra las políticas de austeridad
que se pusieron en marcha en la UE a partir de 2009; es la anterior una forma de definirlo,
pero es mucho más que eso.
En enero se hizo público un manifiesto ( http://planbeuropa.es/llamamiento/)
que han firmado ya 14.000 personas y poco después se presentaba en Berlín. La
plataforma DIEM25 (http://diem25.org/es/)
es el referente formal y la figura más destacada e impulsor es el ex ministro griego
de finanzas Yanis Varoufakis; un buen resumen de esta iniciativa, a falta aún de
mayor elaboración del Plan: https://www.youtube.com/watch?v=ImL0IrJ4_hI
En Madrid se ha fijado una nueva fecha en la agenda: el 28
de mayo, tres meses para organizar una gran movilización que aúne fuerzas
políticas y sociales a fin de exigir una nueva política y en la Unión Europea.
Entre bastidores, preocupación y más bien escepticismo a propósito de un eventual
gobierno de coalición que responda a lo que la mayoría de los españoles han
dicho en las urnas y que sería sin duda un paso muy importante por el peso que España tiene en la Eurozona y en la UE en general; a mencionar que en las Jornadas han intervenido representantes cualificados de Podemos, UP o Compromis, pero también se vieron entre los oyentes caras conocidas del PSOE, aunque nadie que yo sepa con cargos relevantes institucionales u orgánicos.
Sea como fuere, DIEM25 y el Plan B se plantean, como se ha
dicho, como un movimiento que deberá ir concretándose. Pero, vamos, si hay
gentes bienintencionadas que echan a faltar la definición de objetivos
concretos, pierdan cuidado, los hay; basta, por ejemplo, con acercarse a
entidades como ATTAC, involucrarse con las organizaciones que trabajan en la
ayuda a los refugiados o esforzarse en entender qué nos jugamos en el TTIP y
el TISA (lo mismo que el TTIP para los servicios en general) http://cartasdevuelta.blogspot.com.es/2015/04/ttip-ronda-de-negociacionesy-van-nueve.html
y http://cartasdevuelta.blogspot.com.es/2015/05/los-tribunales-de-arbitraje-una.html,
etc (y disculpen que me cite a mi mismo) Todo eso está en el origen de este movimiento que empieza y que se
circunscribe -si eso es posible- a las instituciones y los estados de la Unión.
No debería ser necesario recordar que la idea de Europa
surgió a fin de hacer que políticas a priori contrapuestas confluyeran en un
mismo objetivo: el bienestar común y el reforzamiento de los derechos sociales.
Pero si Schuman o Monnet levantaran la cabeza, seguramente dirían que ellos no
idearon esta herramienta de progreso de los pueblos para que se usara en
sojuzgar al griego o meter el miedo en el cuerpo a quienes sueñan con
recuperar los orígenes en España o en Portugal, por ejemplo. No tuvieron aquel
sueño para que se usara en justificar la construcción de nuevos muros de la
vergüenza o para ceder a chantajes insolidarios, como la vergonzosa entrega de principios de
hace unos días al gobierno conservador del Reino Unido.
El hecho es que hoy la Europa de los padres fundadores no
es más que una entelequia, más bien la expresión de un capitalismo insaciable y
a veces hasta criminal, empeñado en cercenar derechos y oportunidades de las
mayoría en beneficio de unas elites que se esconden y parapetan detrás de eso que
conocemos (es un decir) como mercados, la expresión formal de una idea que
abrazaron hace tiempo tanto el pensamiento (es otro decir) conservador como la
socialdemocracia: el libre mercado, hoy otra falacia monstruosa.
Solo por mencionar un dato relativo a cosas cercanas, cosas
de cada día: en España solo dos grandes cadenas, Carrefour y Mercadona controlan
el 60% de la distribución alimentaria; no hace falta mencionar, supongo, cómo
controlan precios y servicios unos pocos operadores en los sectores liberalizados
de la energía, la telefonía o los carburantes; y en una economía globalizada
como la presente, se comprenderá con facilidad hasta qué punto unos pocos
actores concentran tal cantidad de poder que los instrumentos de la soberanía
parecen juguetes inocentes; de nuevo algún ejemplo: solo diez laboratorios
farmacéuticos controlan la práctica totalidad de la investigación que se hace
en el mundo; digo “controlan” no que la paguen, porque el 84 por ciento de los
costes corre a cargo de los estados y los consumidores…pero quizás se dirá que eso es algo que
poco afecta a la cotidianeidad ¿Sí? cuando la farmacéutica estadounidense Gilead
puso en el mercado el Sovaldi -recuerden: Hepatitis C, gente que muere y tal- fijó el precio del tratamiento de 12 semanas
en 84.000 dólares ¿En razón de qué? de nada…porque el mercado es libre…libre y ajeno
a la vigilancia de las instituciones que deberían controlarlo. La Organización
Mundial de la Salud afirmaba que los genéricos ofrecidos a bajo precio por
laboratorios de países en desarrollo era de escasa calidad (lo mismo que decían
los laboratorios occidentales) y solo cambió de opinión recientemente cuando supo
que Cipla, una empresa india, vendía medicamentos contra el SIDA perfectamente
homologables e infinitamente más baratos a gobiernos africanos a través de
Médicos sin Fronteras.
En realidad, no harían falta sesudos análisis:
¿alguien en su sano juicio puede seguir sosteniendo que en cualquier barrio de
nuestra ciudades un pequeño restaurante puede competir en igualdad de
condiciones con un MacDonald’s? Sí, ya, proximidad, calidad, simpatía, comida
casera y esas monsergas que se suelen aducir…pero yo he escrito “en igualdad de
condiciones”
DIEM25 y el Plan B deberán ir concretando estrategias. Es urgente
romper la falsa creencia de que el libre mercado es la herramienta del
crecimiento y la prosperidad o, al menos, cuestionar qué libre mercado, qué crecimiento
y qué prosperidad y de quién.
En español el término austeridad designa un estilo, un modo de ser que es en sí mismo un valor a preservar
y hasta propagar, pero su uso se ha pervertido y la austeridad de la que hablan
las instituciones de la Unión, penetradas de una ideología transversal como es
el neoliberalismo, es la herramienta de la desigualdad que ensancha la brecha
económica y convierte en marginales los derechos ciudadanos.