domingo, 21 de febrero de 2016

Plan B

Este fin de semana se han celebrado en Madrid unas Jornadas sobre lo que se ha dado en llamar un Plan B para Europa. Ha sido el tercer acto de lo que pretende ser un movimiento contra las políticas de austeridad que se pusieron en marcha en la UE a partir de 2009; es la anterior una forma de definirlo, pero es mucho más que eso.

En enero se hizo público un manifiesto ( http://planbeuropa.es/llamamiento/) que han firmado ya 14.000 personas y poco después se presentaba en Berlín. La plataforma DIEM25 (http://diem25.org/es/) es el referente formal y la figura más destacada e impulsor es el ex ministro griego de finanzas Yanis Varoufakis; un buen resumen de esta iniciativa, a falta aún de mayor elaboración del Plan: https://www.youtube.com/watch?v=ImL0IrJ4_hI
En Madrid se ha fijado una nueva fecha en la agenda: el 28 de mayo, tres meses para organizar una gran movilización que aúne fuerzas políticas y sociales a fin de exigir una nueva política y en la Unión Europea. Entre bastidores, preocupación y más bien escepticismo a propósito de un eventual gobierno de coalición que responda a lo que la mayoría de los españoles han dicho en las urnas y que sería sin duda un paso muy importante por el peso que España tiene en la Eurozona y en la UE en general; a mencionar que en las Jornadas han intervenido representantes cualificados de Podemos, UP o Compromis, pero también se vieron entre los oyentes caras conocidas del PSOE, aunque nadie que yo sepa con cargos relevantes institucionales u orgánicos.  

Sea como fuere, DIEM25 y el Plan B se plantean, como se ha dicho, como un movimiento que deberá ir concretándose. Pero, vamos, si hay gentes bienintencionadas que echan a faltar la definición de objetivos concretos, pierdan cuidado, los hay; basta, por ejemplo, con acercarse a entidades como ATTAC, involucrarse con las organizaciones que trabajan en la ayuda a los refugiados o esforzarse en entender qué nos jugamos en el TTIP y el TISA (lo mismo que el TTIP para los servicios en general) http://cartasdevuelta.blogspot.com.es/2015/04/ttip-ronda-de-negociacionesy-van-nueve.html y http://cartasdevuelta.blogspot.com.es/2015/05/los-tribunales-de-arbitraje-una.html, etc (y disculpen que me cite a mi mismo) Todo eso está en el origen de este movimiento que empieza y que se circunscribe -si eso es posible- a las instituciones y los estados de la Unión.
No debería ser necesario recordar que la idea de Europa surgió a fin de hacer que políticas a priori contrapuestas confluyeran en un mismo objetivo: el bienestar común y el reforzamiento de los derechos sociales. Pero si Schuman o Monnet levantaran la cabeza, seguramente dirían que ellos no idearon esta herramienta de progreso de los pueblos para que se usara en sojuzgar al griego o meter el miedo en el cuerpo a quienes sueñan con recuperar los orígenes en España o en Portugal, por ejemplo. No tuvieron aquel sueño para que se usara en justificar la construcción de nuevos muros de la vergüenza o para ceder a chantajes insolidarios, como la vergonzosa entrega de principios de hace unos días al gobierno conservador del Reino Unido.

El hecho es que hoy la Europa de los padres fundadores no es más que una entelequia, más bien la expresión de un capitalismo insaciable y a veces hasta criminal, empeñado en cercenar derechos y oportunidades de las mayoría en beneficio de unas elites que se esconden y parapetan detrás de eso que conocemos (es un decir) como mercados, la expresión formal de una idea que abrazaron hace tiempo tanto el pensamiento (es otro decir) conservador como la socialdemocracia: el libre mercado, hoy otra falacia monstruosa.
Solo por mencionar un dato relativo a cosas cercanas, cosas de cada día: en España solo dos grandes cadenas, Carrefour y Mercadona controlan el 60% de la distribución alimentaria; no hace falta mencionar, supongo, cómo controlan precios y servicios unos pocos operadores en los sectores liberalizados de la energía, la telefonía o los carburantes; y en una economía globalizada como la presente, se comprenderá con facilidad hasta qué punto unos pocos actores concentran tal cantidad de poder que los instrumentos de la soberanía parecen juguetes inocentes; de nuevo algún ejemplo: solo diez laboratorios farmacéuticos controlan la práctica totalidad de la investigación que se hace en el mundo; digo “controlan” no que la paguen, porque el 84 por ciento de los costes corre a cargo de los estados y los consumidores…pero quizás se dirá que eso es algo que poco afecta a la cotidianeidad ¿Sí? cuando la farmacéutica estadounidense Gilead puso en el mercado el Sovaldi -recuerden: Hepatitis C, gente que muere y tal-  fijó el precio del tratamiento de 12 semanas en 84.000 dólares ¿En razón de qué? de nada…porque el mercado es libre…libre y ajeno a la vigilancia de las instituciones que deberían controlarlo. La Organización Mundial de la Salud afirmaba que los genéricos ofrecidos a bajo precio por laboratorios de países en desarrollo era de escasa calidad (lo mismo que decían los laboratorios occidentales) y solo cambió de opinión recientemente cuando supo que Cipla, una empresa india, vendía medicamentos contra el SIDA perfectamente homologables e infinitamente más baratos a gobiernos africanos a través de Médicos sin Fronteras.

En realidad, no harían falta sesudos análisis: ¿alguien en su sano juicio puede seguir sosteniendo que en cualquier barrio de nuestra ciudades un pequeño restaurante puede competir en igualdad de condiciones con un MacDonald’s? Sí, ya, proximidad, calidad, simpatía, comida casera y esas monsergas que se suelen aducir…pero yo he escrito “en igualdad de condiciones”
DIEM25 y el Plan B deberán ir concretando estrategias. Es urgente romper la falsa creencia de que el libre mercado es la herramienta del crecimiento y la prosperidad o, al menos, cuestionar qué libre mercado, qué crecimiento y qué prosperidad y de quién.

En español el término austeridad designa un estilo, un modo de ser que es en sí mismo un valor a preservar y hasta propagar, pero su uso se ha pervertido y la austeridad de la que hablan las instituciones de la Unión, penetradas de una ideología transversal como es el neoliberalismo, es la herramienta de la desigualdad que ensancha la brecha económica y convierte en marginales los derechos ciudadanos.