lunes, 26 de diciembre de 2016

El lío de Podemos


Lo que los inscritos en Podemos han votado días atrás han sido procedimientos. Lo primero que cabe resaltar a mi juicio, es que se presentaron 39 propuestas, no dos ni tres. La banalización a la que unos y otros han sometido este proceso hace que todo parezca una confrontación de dos modelos organizativos únicos.

Sí, como es sabido, las dos propuestas que mayor número de votos obtuvieron fueron las que han defendido junto a mucha gente más en cada caso, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. Casi empataron, de modo que, siendo la ganadora (la de Iglesias) la que debe aplicarse, parece de sentido común llegar a Vistalegre tras incorporar al procedimiento final aportaciones de la otra propuesta (la de Errejón) Pero no solo, también convendría tomar en consideración algunas iniciativas planteadas por el grupo de los llamados Anticapitalistas y de las 36 restantes aportaciones, que las hay muy novedosas e interesantes. Si así se hiciera, se podría visualizar algo inédito en España, algo que se corresponde bien con lo que se da en llamar la nueva política, con otro modo de hacer las cosas.

Pero no. Los principales dirigentes de Podemos y algunos medios de comunicación incapaces de comprender la realidad más allá del juego de las unanimidades y la política más vieja, han convertido este proceso en algo muy poco productivo, muy poco esperanzador, en algo que dispara directamente a la línea de flotación de la ilusión. ¿Que en la trastienda hay algo más? Eso lo percibe cualquiera medianamente avisado ¿Y qué?
Se han cometido grandes errores. Por ejemplo, ese estúpido juego epistolar de gallitos ilustrados entre los principales líderes ha favorecido la impresión de que lo que hay es una confrontación de ideas; y si la hubiera (que la hay, en efecto) bien pobre es el eco que deja porque yo no sabría identificar dentro de este proceso que acabamos de vivir ninguna relevante. Y si lo que evidencia son luchas de poder, entonces más vale que vayamos plegando; menos mal que no es solo eso.

¿A quién le corresponde mayor cuota de responsabilidad en lo que ha sucedido y está por suceder? Al líder, naturalmente; y mucho más cuando es indiscutido. Es de primera página de manual.
Pablo Iglesias nunca debió decir que o salía adelante la propuesta que el defendía o se echaría a un lado. De haber perdido la votación se hubiera entendido como una actitud coherente pero, puesto que nadie le puso a él en cuestión en ningún momento, manifestarse de ese modo antes de votar es cosa fea. Tania Sánchez le llama a eso “chantaje” y quizás es un término demasiado duro pero que con eso trataba de condicionar las votaciones es una obviedad. Vieja política, muy vieja.
Y en Podemos parecen empeñados en echar más leña al fuego: la enésima torpeza es defenestrar a José Manuel López, ya ex portavoz en la Asamblea de Madrid y no explicarlo.

Siendo perfectamente legítima la destitución por el Consejo Ciudadano que es quien puede hacerlo, López no es un cargo orgánico (nada que ver el asunto de Sergio Pascual como se ha intentado decir) y además no es ningún mindundi sino que tiene ganado un merecido prestigio en Podemos y fuera de Podemos; hay que explicar -y no se ha hecho- si es que lo estaba haciendo mal, porque si no, habrá quien lucubre que el Consejo ha actuado inducido por el nuevo secretario general de Madrid Ramón Espinar (por lo visto, cercano a Iglesias) que ha pactado la salida de López (por lo visto, cercano a Errejón) para nombrar como portavoz a Lorena Ruiz-Huerta (por lo visto, cercana a Urbán) ellos sabrán porqué. O sea, vieja política, rancia.

Ayer mismo escuchaba decir a Iglesias que la imagen que ha proyectado Podemos en estos días ha sido pésima. Hoy oigo a Irene Montero asegurar que es necesario arreglar este entuerto. De acuerdo con ambos. Pero los dos forman parte de la dirección: en lugar de decir lo que hay que hacer, háganlo ya. Urge. Inexcusablemente antes de Vistalegre.
Algunos empezamos a estar un poco hartos de que unos anden urgando en el ombligo de los otros.