miércoles, 28 de octubre de 2015

Amancio Ortega...por ejemplo


Como todo el mundo sabe (o no) Amancio Ortega, es un empresario español hecho a sí mismo. Es un patriota solidario que dona 17 millones a la sanidad pública gallega y evade 3.500 a paraísos fiscales como quien se fuma un puro.

Pero no es de eso de lo que quería escribir hoy (o sí) Quería explicar lo que me sucede de un tiempo a esta parte en tanto que clase media maltratada por esa farsa que hemos convenido en llamar crisis. No, por fortuna, no acudo a comedores sociales, no por ahora; y, como soy un tipo de gustos sencillos, digamos que mi calidad de vida sigue siendo aceptable.

Cuando voy al supermercado, aprovecho para curiosear en las tiendas del gran centro comercial en donde está instalado y me he dado cuenta de que si necesito una bufanda, un jersey, no se…un anorak…solo encuentro precios que estén a mi alcance en unas cuantas tiendas que lo son de marcas como Zara, H&M o Primak, pongamos por caso.

Zara, como es sabido, pertenece al grupo de empresas del mentado patriota Ortega que se ha hecho multimillonario pagando a niños que cosen la ropa en India y Bangladesh a razón de 0,88 euros al día. La sueca H&M tolera condiciones laborales casi esclavistas en los talleres que contrata en Camboya –siempre a través de terceros para no implicar directamente a la marca- donde los derechos laborales son casi inexistentes; en esos talleres se aplica especial presión sobre embarazadas y las horas extraordinarias no remuneradas son obligatorias en muchas de ellas. De negarse, el trabajador se expone a ser despedido, sufrir deducciones salariales o padecer un traslado punitivo; por supuesto, también se documentan frecuentemente casos de trabajo infantil. Sobre Primark, lean esta bonita anécdota: es conocido cómo una joven galesa encontró oculta en un vestido que acaba de comprar, una nota que decía “forced to work exhausting hours” (se entiende bien ¿verdad?) Primark no pudo evitar que en 2014 aparecieran más mensajes parecidos cosidos en su ropa, gritos desesperados tal vez, como mensajes en su botella; esta multinacional irlandesa, fue una de las implicadas en la tragedia de Rana Plaza en Bangladesh que costó la vida a más de 1.100 personas cuando la fábrica se vino abajo sobre sus cabezas.
Seguramente son variadas las razones que la gente tiene para comprar ropa de estas marcas, pero es muy probable que la principal sea una exitosa combinación que une lo asequible del precio a un diseño de moda. La calidad no importa tanto, al cabo si uno tiene más o menos buena percha y le da igual que a las sábanas le salgan pelotillas demasiado pronto, puede mantenerse en el estándar del estatus social (en apariencia se comprende) aunque tenga un contrato basura o una pensión menguante.

Y así, sin pensarlo apenas, que la vida son dos días y bastante tiene uno con lo que tiene, nos convertimos (los pobretones, quiero decir) en agentes activos del peor capitalismo. En una monstruosa paradoja que algunos llaman efecto mariposa, por acción y omisión permitimos que finalmente Amancio Ortega regale el 0,00026% de su fortuna para que los hospitales públicos gallegos, que sufren recortes desde hace años entre otras razones porque la evasión fiscal  de tipos como Ortega, reduce considerablemente los ingresos del Estado, puedan renovar los aparatos con los que a usted y a mi, que no somos ni de Bangladesh, ni de Camboya ni de tantos otros sitios, nos intentarán curar el cáncer, por ejemplo. Qué cosas ¿verdad?

martes, 20 de octubre de 2015

Tontos/as




Esta mañana me he levantado dándole vueltas a los significados de las distintas derivaciones de la palabra tonto/a. A los que madrugamos sin ton ni son se nos ocurren estas cosas cuando amanecemos. Luego nos enredamos en vivir y ya no tenemos tiempo para lo importante.

Es una gran palabra el genérico tonto/a porque, sin ser malsonante ni especialmente hiriente en principio, define bien a quien no llega a los estándares de la inteligencia convencional; sí, ciertamente, nadie que yo sepa ha marcado con criterios objetivos esos estándares, pero sabemos bien lo que decimos cuando nos referimos a los tontos/as y sus derivados.

Pero hay mucho más. El asunto es rico en matices cuando empezamos a detallar el concepto mismo de tonto/a con variaciones diversas. Así, tontito/a puede ser desde un calificativo especialmente cariñoso en lo muy íntimo, a la definición de quien se muestra algo altivo y al tiempo tozudo; se refiere en todo caso a quien careciendo de chispa (esto es, en realidad, común a todas las variantes) merece sin embargo una cierta condescendencia pues sus ocurrencias, pudiendo llegar a ser cargantes, no son desde luego peligrosas.

Tontorrón/a se parece a tontito/a pero, si éste tiene un algo que nos incomoda (quizás una cierta impostura) el/la tontorrón/a es un tonto/a que lo es de natural; se diría que es esencialmente bueno/a y mientras que al/a tontito/a lo/a imaginamos sonriendo de medio lado, al/a tontorrón/a lo/a pensamos riendo con la boca desmesuradamente abierta y emitiendo ruidosas carcajadas que alterna con hipidos sincopados y otros ruiditos.

Si los anteriores son vocablos que se vienen usando de antiguo, hay otros acuñados más recientemente que merecen alguna palabra. Es el caso de tontucio/a, tontarro/a, tontaco/a o tontuco/a.

Este último, se parece más a tontorrón/a que a tontito/a pero con un plus de ternura; el/la tontuco/a es amoroso/a y completamente inofensivo/a. Es tan bueno/a el/la tontuco/a que hasta puede resultar peligroso para sí mismo de despreocupado que es con los vaivenes de la vida. Uno abrazaría a los/las tontucos/as si no fuera porque se pueden encariñar demasiado y resultar entonces francamente pesados.

El/a tontucio/a es como el/a tontuco/a pero, como se diría en Andalucía, con mala follá. El tontuco/a, verbigratia, jamás te contará un chiste; es que no los comprende. Tampoco los entiende el/la tontucio/a, pero cree que sí y, además opina de sí mismo/a que es gracioso/a. Ya se entiende pues con este sencillo ejemplo, lo coñazo que pude llegar a ser la presencia cercana de un/a tontucio/a.

Finalmente, tontarro/a y tontaco/a tienen unas características comunes: su persistencia contumaz en la tontería, su insistencia en hacerla patente y una tendencia a dar por sentado que todo el mundo menos el/ella es estúpido. El/la tontarro/a, siendo como el/la tontanco/a, un/a gran tonto/a, se diferencia de éste/a en añadir a su condición la de hortera y tosco de maneras.

Si tontito/a, tontorrón/a, tontucio/a y tontuco/a suelen permanecer en la esfera de lo privado, lo cercano, lo cotidiano, etc, (busquen entre sus allegados y verán que los hay respondiendo a cualquiera de las tipologías) tontarros/as y tontacos/as son legión en el ámbito de lo público (esto es más fácil aún de constatar) Los primeros pueden incluso hacernos sonreir con sus tontadas. Los segundos a menudo tienen poder y, por tanto, maldita la gracia que hacen.

Y no me pidan nombres, que me vengo arriba.

miércoles, 14 de octubre de 2015

Orgulloso de ser español


No critico a quien así se define mientras no sea (que suele serlo) la expresión de un modo excluyente de entender la identidad o la relación de pertenencia.  Naturalmente lo que acabo de decir sirve para ser español, catalá, nepalí o azerbaiyano.

Mi familia y yo somos españoles, de generaciones atrás; no consta que tengamos ADN de origen remoto como no sea el que dejaran almohades, almorávides y benimerines, que en ocho siglos da para eso y para más.

Somos más de aquí que las amapolas y, por tanto, parecería absurda por obvia esa cantinela de “¡yo soy, español, español, español…españÓL!” Quizás si alguien entonara “I am from Spain, from Spain, from Spain…from SpÁIN!” el asunto sí sería merecedor de estudio. Más aún, si alguien coreara “¡Yo soy ingeniero de caminos, ingeniero de caminos, ingeniero de caminos…ingeniEEEEEro de caminos!" lo comprendería, pues sabido es el esfuerzo personal que exige acabar una carrera como esa; es, efectivamente para sentirse orgulloso.

Pero orgulloso de ser español, pues la verdad me parece lo mismo que sentirse henchido de identidad patria cuando la patria es Móstoles, Santa Coloma de Gramanet o Tánger, pongamos por caso. Que no digo que no, pero a mí pues no me pone y me recuerda a aquellas pegatinas que hace años se colocaban en el parabrisas trasero del Seiscientos: “¡Soy andaluz y español, casi ná!” o aquello tan racial de “¡Con fabes y sidrina nun fai falta gasolina!” Caspa.