Sé que no tengo la culpa. Siento que no la tengo.
Siento que, bien sobrepasados los cincuenta, no he vivido
jamás por encima de mis posibilidades. Lo sé.
Entonces ¿por qué me siento culpable? ¿tal vez por un
desmedido sentido de la responsabilidad (si es que tal cosa cabe)? ¿Quizás
porque, en un supremo gesto de amor quiero ofrecerles un culpable, un chivo expiatorio
en quien descargar su legítima indignación? ¿ alguien que esté dispuesto a
dejarse rebanar el alma llegado el caso?
¿ alguien que no huya detrás de la palabras, las grandes palabras y las palabras mezquinas, que no les engañe de nuevo, que no vomite bazofia
intelectual para explicar lo injustificable, lo injusto?
Eso no lo sé. Ese sentimiento no lo entiendo bien.
¿Debo pedirles disculpas? No, por supuesto, a ningún poder,
a ninguna institución, a ningún gobierno. Pero ¿y a ellos? No es una conversación para tener en tales
términos, pero si la tuviera sé muy bien la respuesta. Siento la respuesta en
su calor cercano. Son generosos: otros hubieran quemado ya cualquier cosa que fuera
combustible; por joder; con razón.
Más de 40.000 españoles se han marchado este año de 2012
fuera de España. A buscarse la vida. Tienen entre 25 y 45 años según el Instituto Nacional de Estadística y
son personas muy formadas. Me rio yo de
la prima de riesgo. Esto sí que es una tragedia.
¿Saben qué? Si tienen las agallas suficientes, que se vayan.
Y si alguien les habla de patriotismo que se rían en su cara. ¿Quién puede
tener la desfachatez suficiente, la crueldad necesaria para pedirles que se
queden en nombre de la patria? ¿Qué coño es la patria? Ellos son la patria y
son otros quienes la echan al sumidero de la historia.
Aquí seguiremos los viejos o los casi viejos. Haciendo lo
que podamos aunque nos duela el espinazo. Malviviendo si hace falta. No
ocurrirá, pero si sienten la necesidad de buscar culpables, aquí estaremos
dando la cara. Ellos son nuestros hijos y nosotros somos sus padres. Y los
otros, los que dicen hacer aquello que no quieren, los que lavan su conciencia
de fariseos con golpes de pecho, unos extraños.