Un
psicólogo pide a Faceboock (FB) datos de usuarios para una
investigación científica y la Red se los cede graciosamente; luego,
el tipo en cuestión vende esos datos y los de los contactos de esos
usuarios (amigos, en al argot de la red) unos 50 millones de
personas en total, a una consultora que los utiliza vaya usted a saber
para qué...parece que para influir en las elecciones estadounidenses
o en el Brexit. Eso es lo que ha pasado.
¿Deben
los poderes públicos perseguir esta intromisión en la vida privada
de la gente? Es obvio que sí, solo que nunca fue muy eficaz intentar
ponerle puertas al campo o contener el agua en el puño.
Y
tu ¿porqué haces publico en la red que te estás rascando la
barriga en un pueblo del Pirineo? ¿Lo tuyo va de educar al personal
compartiendo sesudos trabajos o lúcidos comentarios sobre la
vanguardia científica o la experiencia estética? ¿Quizás es que a
tu autoestima le viene muy bien que tus amigos te hagan la ola? ¿Será
que eres un avispado divulgador de bulos o de tendencias? ¿Cuando
haces clic sobre “me gusta” ¿Qué es exactamente lo que te
gusta? ¿el objeto de tu atención o, precisamente, lo que pasa es
que te gusta que te guste o que le guste? ¿Eres un activista político o social y
utilizas la potencia de la red para denunciar injusticias? ¿Tal vez
para desvelar manipulaciones? ¿Por qué “compartes” lo que
“compartes”? ¿Qué vendes, qué compras?
En
realidad la respuesta a todas estas preguntas y a la que da título a
este articulejo, me importan menos que nada. Allá cada cual. Como
tampoco me importa gran cosa esta otra: ¿De verdad te creías, alma
de cántaro, que tener a tu disposición una plataforma como FB y
otras redes sociales en las que poder hacer lo que quiera que sea que
hagas, era gratis? No me respondas, en serio; es una pregunta
retórica.