viernes, 22 de julio de 2016

Recordando a Max Weber con la caló


 
Termino de leer un librito del que Fernando Savater -al que mucho aprecio…salvo cuando se sube a la higuera o al púlpito- ha dicho: “Un ensayo polémico y exageradamente inteligente que reivindica la complejidad de la palabra frente a las videosimplezas y el conocimiento frente a la mera información” Aquí le doy la razón. Se trata de La carrera hacia ningún lugar, del profesor Giovanni Sartori (Penguin Random House 2016) Lo recomiendo vivamente: no se sin son “exageradamente inteligentes” (ay, las ocurrencias de Savater) estos diez ensayos tan breves como luminosos sobre asuntos ciertamente polémicos, pero la capacidad de Sartori para decir mucho en pocos párrafos y hacernos asentir embobados o fruncir el ceño alternativamente, es proverbial.

Uno de estos textos se titula La ética de la intención y la ética de la responsabilidad en referencia a la distinción clásica de Max Weber que Sartori aplica al concepto de integración de los musulmanes (ya sean emigrantes o naturales de segunda o tercera generación) en las democracias europeas y occidentales en general. Daría para varias tesis doctorales lo que en esta obra se nos propone en unas cuantas ideas; dejémoslo ahí porque quiero ir por otro lado.

Pero Sartori emplea un palabro que me ha llamado la atención: “…esta experiencia ejemplar -se refiere a la pervivencia de comunidades musulmanas que resisten sin integrarse en absoluto en un medio hostil como es la India actual- deberían estudiarla nuestros izquierdistas, pues contrasta con el facilismo con el cual nosotros hablamos de integración”

“Facilismo” dice Sartori y se le entiende perfectamente. Y a mi me ha recordado dos cosas: otro palabrón que hace fortuna entre nosotros: buenismo, algo que conceptualmente está en esa distinción de Weber, aunque sea en gran media una mera excrecencia, y lo que le pasa a nuestras izquierdas en este triste presente que padecemos desde diciembre pasado. Debe de ser el calor: uno empieza leyendo un librito que promete ser ligero pero interesante y acaba filosofando sobre la intención y la responsabilidad, la bondad y el pragmatismo…

Se comprenderá que me resulta intelectualmente despreciable el uso del vocablo buenismo, cuando más allá de tildar a alguien de ingenuo, se pervierte la palabra “bueno” hasta esos extremos, simplemente para insultar. Se diría que quien lo hace es partidario más bien del malismo lo cual es, además de absurdo, francamente estúpido. Pero lo que hay detrás de aquella palabreja tiene algún sentido.

Decía Weber que ante el político en ejercicio siempre se presentan dos posibles actitudes: la de la ética absoluta, no condicionada, y la de la ética de la responsabilidad. Para la primera importan las convicciones, la pureza de intención, que pueden otorgar la religión, una idea del mundo, un conjunto de valores…La segunda atiende a los efectos de las acciones que se emprenden y alcanza incluso hasta las consecuencias no previsibles de esas acciones que deben ser asumidas a la postre.

Si tuviéramos que hacer una caricatura diríamos que quien se guía por la ética de la intención se parece a un fundamentalista o a un bobalicón…¿tal vez, es un populista?; quien lo hace por la ética de la responsabilidad está más en que, finalmente, el fin justifica los medios y esto puede incluir una meta que no es tanto un objetivo en sí mismo, como la evitación de otro. Insisto: es una caricatura que, no obstante, nos sirve para marcar extremos. Diríamos más: el principal defecto de la ética de la intención es el mal no querido como consecuencia de la acción bienintencionada, mientras que el de la ética de la responsabilidad es el mal aceptado como medio para un fin que consideramos (o acordamos) bueno.

Pero ¿y qué hay de la moral en política? Ese es el ámbito de lo bueno y lo malo. Si no hay buenas intenciones ¿cómo podremos hacer algo bueno? Pero si no controlamos las consecuencias de lo que hacemos ¿de qué servirá que nuestra intención sea buena? Sartori no explica de modo muy sencillo: “si veo en el mar a una persona que se está ahogando, me tiro al agua y trato de salvarla cueste lo que cueste…” pero si ese precio acaba siendo mi propia vida, entonces tendremos dos ahogados en lugar de uno. “La ética de las buenas intenciones, que está hecha toda ella de fines y no de medios, de por sí solamente puede ser destructiva”

Así es que debemos resolver este asunto en el equilibrio, en lo complementario. ¿Ustedes creen que saben algo de esto los dirigentes de PSOE y Unidos Podemos? Obviamente no porque Rajoy sigue en donde estaba y es probable que siga mucho tiempo. Y el caso es que, al menos Iglesias, Errejón y Monedero sí han leído mucho a Weber. Y todos saben sumar.

Recordando a Max Weber con la caló


 
Termino de leer un librito del que Fernando Savater -al que mucho aprecio…salvo cuando se sube a la higuera o al púlpito- ha dicho: “Un ensayo polémico y exageradamente inteligente que reivindica la complejidad de la palabra frente a las videosimplezas y el conocimiento frente a la mera información” Aquí le doy la razón. Se trata de La carrera hacia ningún lugar, del profesor Giovanni Sartori (Penguin Random House 2016) Lo recomiendo vivamente: no se sin son “exageradamente inteligentes” (ay, las ocurrencias de Savater) estos diez ensayos tan breves como luminosos sobre asuntos ciertamente polémicos, pero la capacidad de Sartori para decir mucho en pocos párrafos y hacernos asentir embobados o fruncir el ceño alternativamente, es proverbial.

Uno de estos textos se titula La ética de la intención y la ética de la responsabilidad en referencia a la distinción clásica de Max Weber que Sartori aplica al concepto de integración de los musulmanes (ya sean emigrantes o naturales de segunda o tercera generación) en las democracias europeas y occidentales en general. Daría para varias tesis doctorales lo que en esta obra se nos propone en unas cuantas ideas; dejémoslo ahí porque quiero ir por otro lado.

Pero Sartori emplea un palabro que me ha llamado la atención: “…esta experiencia ejemplar -se refiere a la pervivencia de comunidades musulmanas que resisten sin integrarse en absoluto en un medio hostil como es la India actual- deberían estudiarla nuestros izquierdistas, pues contrasta con el facilismo con el cual nosotros hablamos de integración”

“Facilismo” dice Sartori y se le entiende perfectamente. Y a mi me ha recordado dos cosas: otro palabrón que hace fortuna entre nosotros: buenismo, algo que conceptualmente está en esa distinción de Weber, aunque sea en gran media una mera excrecencia, y lo que le pasa a nuestras izquierdas en este triste presente que padecemos desde diciembre pasado. Debe de ser el calor: uno empieza leyendo un librito que promete ser ligero pero interesante y acaba filosofando sobre la intención y la responsabilidad, la bondad y el pragmatismo…

Se comprenderá que me resulta intelectualmente despreciable el uso del vocablo buenismo, cuando más allá de tildar a alguien de ingenuo, se pervierte la palabra “bueno” hasta esos extremos, simplemente para insultar. Se diría que quien lo hace es partidario más bien del “malismo” lo cual es, además de absurdo, francamente estúpido. Pero lo que hay detrás de aquella palabreja tiene algún sentido.

Decía Weber que ante el político en ejercicio siempre se presentan dos posibles actitudes: la de la ética absoluta, no condicionada, y la de la ética de la responsabilidad. Para la primera importan las convicciones, la pureza de intención, que pueden otorgar la religión, una idea del mundo, un conjunto de valores…La segunda atiende a los efectos de las acciones que se emprenden y alcanza incluso hasta las consecuencias no previsibles de esas acciones que deben ser asumidas a la postre.

Si tuviéramos que hacer una caricatura diríamos que quien se guía por la ética de la intención se parece a un fundamentalista o a un bobalicón…¿tal vez, es un populista?; quien lo hace por la ética de la responsabilidad está más en que, finalmente, el fin justifica los medios y esto puede incluir una meta que no es tanto un objetivo en sí mismo, como la evitación de otro. Insisto: es una caricatura que, no obstante, nos sirve para marcar extremos. Diríamos más: el principal defecto de la ética de la intención es el mal no querido como consecuencia de la acción bienintencionada, mientras que el de la ética de la responsabilidad es el mal aceptado como medio para un fin que consideramos (o acordamos) bueno.

Pero ¿y qué hay de la moral en política? Ese es el ámbito de lo bueno y lo malo. Si no hay buenas intenciones ¿cómo podremos hacer algo bueno? Pero si no controlamos las consecuencias de lo que hacemos ¿de qué servirá que nuestra intención sea buena? Sartori no explica de modo muy sencillo: “si veo en el mar a una persona que se está ahogando, me tiro al agua y trato de salvarla cueste lo que cueste…” pero si ese precio acaba siendo mi propia vida, entonces tendremos dos ahogados en lugar de uno. “La ética de las buenas intenciones, que está hecha toda ella de fines y no de medios, de por sí solamente puede ser destructiva”

Así es que debemos resolver este asunto en el equilibrio, en lo complementario. ¿Ustedes creen que saben algo de esto los dirigentes de PSOE y Unidos Podemos? Obviamente no porque Rajoy sigue en donde estaba y es probable que siga mucho tiempo. Y el caso es que, al menos Iglesias, Errejón y Monedero sí han leído mucho a Weber.