domingo, 1 de septiembre de 2013

Periodistas


Leo en Faceboock un  comentario del periodista Eduardo Sotillos a propósito del artículo con el que Javier Marías vuelve a ocupar la última página del Semanal del diario El País después de las vacaciones, Los Despertares: “A veces es mejor conformarse con ser un buen lector” Me parece una actitud más que razonable a la hora de encarar el nuevo curso. Como él, yo también tomaré prestadas las palabras de Marías, infinitamente más certeras que las mías: “Al término de las vacaciones se habla siempre de lo arduo que resulta volver al trabajo, abandonar la burbuja de relativos descanso y ocio en que nos hemos instalado. Ese tiempo parece irreal en seguida, un espejismo que se desvanece pronto ante la aplastante realidad de la rutina, once meses ocupados. No creo que ya sea así. El que conserva el trabajo celebra retornar a él, comprobar que en su ausencia no se lo han quitado o no han suprimido su tarea, o que no se ha producido en su empresa un despido masivo. El que ya lo había perdido desearía encontrar por fin uno, sentirse útil, no depender de la familia, traer dinero a casa. Lo que hoy nos deprime a la vuelta es más bien el reencuentro con los facinerosos a los que en mala hora votamos” (http://elpais.com/elpais/2013/08/30/eps/1377874106_585300.html) 
Así es que a no tardar (tema no ha de faltar) volveremos por donde solíamos. Pero antes y aunque yo no soy nada aficionado a hablar de nuestras cosas, las de los periodistas, persuadido como estoy de que si resultamos notorios a título personal, siempre y a la larga es en perjuicio de la misión que nos cumple, dejen que lo haga en las líneas que siguen; es solo para abrir boca por así decir.
Lo que me mueve es el alcance que me parece tiene el comentario de Sotillos (mucho más, ya digo, que un mero ejercicio de humildad) pero también otro texto que termino de leer hace unos minutos, esta vez de Manuel Vicent, el fallecimiento estos días de un periodista al que no conocí pero que bien podría ser la imagen característica de un tiempo que ya declina: Manuel Martín Ferrán. Y una circunstancia más particular a la que enseguida me referiré.
El artículo de Vicent se titula Políticos, periodistas y el carro de la basura (http://cultura.elpais.com/cultura/2013/08/31/actualidad/1377963897_149214.html) Y termina así: “2013. Ciertamente aquella primera Transición sin ruptura, conducida por UCD y PSOE, que Carrillo sostuvo sobre sus anchas espaldas, fue lo más parecido a una tienda de todo a cien. La forma precaria de sacar la carreta de la charca franquista produjo luego mucho desencanto, pero semejante frustración no es nada si se compara con el desprecio que la mayoría de los ciudadanos siente hoy en general hacia la política y el periodismo. Puede que aquellos políticos y periodistas, cuya imagen ha edulcorado el tiempo no fueran nada del otro mundo, pero ninguno se comportó como un canalla, una afirmación que no se sostiene ahora. La monarquía, entonces respetada, está hoy a las patas del caballo, el Congreso de los Diputados, que albergó el nacimiento de la libertad, debe ser protegido por guardias acorazados ante el cerco de jóvenes indignados y la hidra de la corrupción con sus siete cabezas ha comenzado a pudrir de raíz a las instituciones hasta constituirse en la forma sustancial de la democracia. Los líderes de cada bando se navajean para defender su parcela y la mediocridad de pensamiento se ve acrecentada por la forma pedestre de expresarlo en la tribuna. Gran parte de la prensa dispersa en el gallinero de las tertulias comparte con la política el africanismo, que convierte al adversario en enemigo a merced de banderías y del odio personal. Salgan a ver el cortejo: es el carro de la basura cargado de políticos y periodistas que va hacia el vertedero”
De Martín Ferrán se dicen estos días muchas cosas y todas buenas. Naturalmente y por lo general, las dicen compañeros de su edad o un poco más jóvenes, es decir esos que vivieron en primera línea aquellos días de vino y rosas…también de plomo. Más allá de la elogiosa y unánime semblanza que casi siempre reciben quienes nos dejan para siempre, sin duda él tuvo muchos méritos y es natural reconocerlos. “Se van los mejores” dice el tópico. Pero lo son porque una vez se han ido, nos permiten leer la vida en la suya propia…y cometeremos graves errores si no lo hacemos.
Ayer noche, despedíamos las vacaciones en la terraza de un bar dos buenos amigos (Diego y Adolfo) y yo mismo. Los tres periodistas. Mis amigos pertenecieron a ese tiempo al que me acabo de referir y que es el mismo de Martín Ferrán o Sotillos; el mismo por cierto, de Marías o Vicent; el mismo que el mío. Sobre cómo cada cual gestiona su presente ni se me ocurriría comentar nada; allí estábamos, con un rioja, una clara y un doble de cerveza delante y, que yo notara, nada trascendente sucedía.
Unos pocos años arriba, unas pocas cicatrices abajo, los referentes de mis dos amigos son los mismos; algo distintos los míos, pero solo por una mera circunstancia de trayectoria profesional: ellos más en la brega del periodismo político, yo a menudo más en el técnico o en la comunicación empresarial. Pero es, sin duda, el mismo tiempo y el mismo país. Un tiempo que anoche se adornaba de estándares de jazz, algún bolero y algún blues puestos al día por dos músicos de poco más de treinta años, una magnífica paradoja, un guiño amable del presente al pasado y a la inversa. Un país que ha cambiado tanto que ni caemos en la cuenta de cuanto hemos cambiado nosotros con él.
No estoy seguro de que me entendieran mis amigos periodistas cuando dije que me gustaría volver por aquí dentro de tres o cuatro generaciones. Pero sí, sería bueno saber si por fin conseguimos ser el país que soñamos hace treinta años. Si toda aquella energía un poco caótica, inmensa, si aquella poderosa fe en nuestras posibilidades como sociedad, si aquella alegría de vivir una época que intuíamos decisiva, finalmente dio fruto. Si el desencanto, los trágalas ideológicos, la miseria moral e intelectual como inevitables excrecencias de la historia, merecieron la pena.
Pero nos hemos hecho mayores. Y eso no lo veremos.
Se dice que los periodistas no dejamos de serlo ni dormidos. Es así. Pero claro, me refiero a los periodistas, no a quienes hacen como decía aquel genial Groucho Marx: “señora, yo soy un hombre de principios, pero si no le gustan, tengo otros”, a esas gentes que leen la realidad desde sus convicciones y no a quienes las arman de acuerdo a cómo les trata la realidad.
Así es que sí, “A veces es mejor conformarse con ser un buen lector” Sobre todo cuando hay quien explica las cosas mejor que uno mismo.
Pero eso no es suficiente, como bien sabe Sotillos. En eso consiste ser periodista, en saber que no lo es; siempre, durante toda la vida. O tendrá razón Vicent y nos veremos en el vertedero.