Leo en Faceboock un
comentario del periodista Eduardo Sotillos a propósito del artículo con
el que Javier Marías
vuelve a ocupar la última página del Semanal
del diario El País después de las vacaciones, Los Despertares: “A veces es mejor conformarse con ser un buen
lector” Me parece una actitud más que razonable a la hora de encarar el nuevo
curso. Como él, yo también tomaré prestadas las palabras de Marías,
infinitamente más certeras que las mías: “Al término de las vacaciones se habla
siempre de lo arduo que resulta volver al trabajo, abandonar la burbuja de
relativos descanso y ocio en que nos hemos instalado. Ese tiempo parece irreal
en seguida, un espejismo que se desvanece pronto ante la aplastante realidad de
la rutina, once meses ocupados. No creo que ya sea así. El que conserva el
trabajo celebra retornar a él, comprobar que en su ausencia no se lo han quitado
o no han suprimido su tarea, o que no se ha producido en su empresa un despido
masivo. El que ya lo había perdido desearía encontrar por fin uno, sentirse
útil, no depender de la familia, traer dinero a casa. Lo que hoy nos deprime a
la vuelta es más bien el reencuentro con los facinerosos a los que en mala hora
votamos” (http://elpais.com/elpais/2013/08/30/eps/1377874106_585300.html)
Así es que a no tardar (tema no ha de faltar) volveremos
por donde solíamos. Pero antes y aunque yo no soy nada aficionado a hablar de
nuestras cosas, las de los periodistas, persuadido como estoy de que si
resultamos notorios a título personal, siempre y a la larga es en perjuicio de
la misión que nos cumple, dejen que lo haga en las líneas que siguen; es solo
para abrir boca por así decir.
Lo que me mueve es el alcance que me parece tiene el
comentario de Sotillos (mucho más, ya digo, que un mero ejercicio de humildad)
pero también otro texto que termino de leer hace unos minutos, esta vez de
Manuel Vicent, el fallecimiento estos días de un periodista al que no conocí
pero que bien podría ser la imagen característica de un tiempo que ya declina:
Manuel Martín Ferrán. Y una circunstancia más particular a la que enseguida me
referiré.
El artículo de Vicent se titula Políticos, periodistas y el carro de la basura (http://cultura.elpais.com/cultura/2013/08/31/actualidad/1377963897_149214.html)
Y termina así: “2013. Ciertamente aquella primera Transición sin ruptura,
conducida por UCD y PSOE, que Carrillo sostuvo sobre sus anchas espaldas, fue
lo más parecido a una tienda de todo a cien. La forma precaria de sacar la
carreta de la charca franquista produjo luego mucho desencanto, pero semejante
frustración no es nada si se compara con el desprecio que la mayoría de los
ciudadanos siente hoy en general hacia la política y el periodismo. Puede que
aquellos políticos y periodistas, cuya imagen ha edulcorado el tiempo no fueran
nada del otro mundo, pero ninguno se comportó como un canalla, una afirmación
que no se sostiene ahora. La monarquía, entonces respetada, está hoy a las
patas del caballo, el Congreso de los Diputados, que albergó el nacimiento de
la libertad, debe ser protegido por guardias acorazados ante el cerco de
jóvenes indignados y la hidra de la corrupción con sus siete cabezas ha
comenzado a pudrir de raíz a las instituciones hasta constituirse en la forma
sustancial de la democracia. Los líderes de cada bando se navajean para
defender su parcela y la mediocridad de pensamiento se ve acrecentada por la
forma pedestre de expresarlo en la tribuna. Gran parte de la prensa dispersa en
el gallinero de las tertulias comparte con la política el africanismo, que
convierte al adversario en enemigo a merced de banderías y del odio personal.
Salgan a ver el cortejo: es el carro de la basura cargado de políticos y
periodistas que va hacia el vertedero”
De Martín Ferrán se dicen estos días muchas cosas y todas
buenas. Naturalmente y por lo general, las dicen compañeros de su edad o un
poco más jóvenes, es decir esos que vivieron en primera línea aquellos días de
vino y rosas…también de plomo. Más allá de la elogiosa y unánime semblanza que
casi siempre reciben quienes nos dejan para siempre, sin duda él tuvo muchos
méritos y es natural reconocerlos. “Se van los mejores” dice el tópico. Pero lo
son porque una vez se han ido, nos permiten leer la vida en la suya propia…y
cometeremos graves errores si no lo hacemos.
Ayer noche, despedíamos las vacaciones en la terraza de
un bar dos buenos amigos (Diego y Adolfo) y yo mismo. Los tres periodistas. Mis
amigos pertenecieron a ese tiempo al que me acabo de referir y que es el mismo
de Martín Ferrán o Sotillos; el mismo por cierto, de Marías o Vicent; el mismo
que el mío. Sobre cómo cada cual gestiona su presente ni se me ocurriría
comentar nada; allí estábamos, con un rioja, una clara y un doble de cerveza delante
y, que yo notara, nada trascendente sucedía.
Unos pocos años arriba, unas pocas cicatrices abajo, los
referentes de mis dos amigos son los mismos; algo distintos los míos, pero solo
por una mera circunstancia de trayectoria profesional: ellos más en la brega
del periodismo político, yo a menudo más en el técnico o en la comunicación
empresarial. Pero es, sin duda, el mismo tiempo y el mismo país. Un tiempo que
anoche se adornaba de estándares de jazz, algún bolero y algún blues puestos al
día por dos músicos de poco más de treinta años, una magnífica paradoja, un
guiño amable del presente al pasado y a la inversa. Un país que ha cambiado
tanto que ni caemos en la cuenta de cuanto hemos cambiado nosotros con él.
No estoy seguro de que me entendieran mis amigos
periodistas cuando dije que me gustaría volver por aquí dentro de tres o cuatro
generaciones. Pero sí, sería bueno saber si por fin conseguimos ser el país que
soñamos hace treinta años. Si toda aquella energía un poco caótica, inmensa, si
aquella poderosa fe en nuestras posibilidades como sociedad, si aquella alegría
de vivir una época que intuíamos decisiva, finalmente dio fruto. Si el
desencanto, los trágalas ideológicos, la miseria moral e intelectual como
inevitables excrecencias de la historia, merecieron la pena.
Pero nos hemos hecho mayores. Y eso no lo veremos.
Se dice que los periodistas no dejamos de serlo ni
dormidos. Es así. Pero claro, me refiero a los
periodistas, no a quienes hacen como decía aquel genial Groucho Marx: “señora, yo
soy un hombre de principios, pero si no le gustan, tengo otros”, a esas gentes
que leen la realidad desde sus convicciones y no a quienes las arman de acuerdo
a cómo les trata la realidad.
Así es que sí, “A veces es mejor conformarse con ser un
buen lector” Sobre todo cuando hay quien explica las cosas mejor que uno mismo.
Pero eso no es suficiente, como bien sabe Sotillos. En
eso consiste ser periodista, en saber que no lo es; siempre, durante toda la
vida. O tendrá razón Vicent y nos veremos en el vertedero.