miércoles, 2 de noviembre de 2011

Indignados en Wall Strett: en el corazón del imperio.., venido a menos

"Esta es la segunda vez que lucho por mi país. Pero es la primera vez que conozco a mi enemigo" Eso es lo que podía leerse en una pancarta que exhibían dos personas en el downtown de Nueva York. Eran veteranos del cuerpo de Marines.

“Cualquier persona con ojos abiertos sabe que el comportamiento gangsteril de Wall Street –y de las instituciones financieras en general– ha causado severos daños a los ciudadanos de Estados Unidos (y del mundo). Y debería de saber que lo ha estado haciendo durante los últimos 30 años, al incrementar radicalmente su poder en la economía, y con ello, su poder político.

Esto ha instaurado un círculo vicioso que ha concentrado inmensa riqueza, y poder político de hecho en un minúsculo sector de la población, una fracción del 1%, mientras el resto intenta sobrevivir en una existencia precaria. También, realizan estas terribles actividades bajo una casi completa impunidad: no sólo son demasiado grandes para dejarlos caer como se ha dicho, también son demasiado grandes para meterlos en la cárcel.

Las valientes y honorables protestas en marcha en Wall Street deberían de servir para traer esta calamidad a la atención pública, y llevar a esfuerzos dedicados a sobreponerse a ellos y colocar a la sociedad en un camino más saludable”.

Esto es América

El anterior es el texto de una carta abierta al movimiento Occupy Wall Street, suscrita por Noam Chomsky, referente moral de la izquierda estadounidense e intelectual respetadísimo en Europa, a principios de octubre último.

Lo de los Marines puede parecer algo más o menos anecdótico; no lo es en modo alguno en un país como Estados Unidos en donde esta clase de implicaciones tocan el corazón de la gente y vienen a reflejar lo que, siendo común en todo el movimiento de protesta, constituye una de sus más claras señas de identidad: su heterogeneidad. Nueva York acaso sea el paradigma: un crisol en donde se funden distintos credos, razas, ideologías y hasta actitudes vitales en el objetivo común de mostrar el descontento.

“Plaza de la Libertad”, es el nombre con el que se ha rebautizado Zuccotti Park, en las inmediaciones de la zona cero, el lugar de Nueva York donde ha sentado sus reales el movimiento. A nadie puede sorprender que la Policía no permitiera la presencia de los manifestantes ante la Bolsa de la ciudad. Eso era de esperar.

Ha bastado sin embargo con el lema elegido, que da nombre al movimiento mismo “Occupy Wall Street”, para que la sede de la Bolsa de Nueva York, tan cargada de simbología, sea la identificación misma del enemigo, su ratonera, como hubiera dicho tal vez el redactor del afiche de los marines mencionado antes. Allí habita el espíritu de ese 1% que mencionaba Chomsky en su carta abierta; ese es el habitáculo de una maquina global empeñada en acumular en perjuicio de la gente, pues todos en Zuccotti, en la Puerta del Sol y en tantos lugares, saben a estas alturas que lo ocurrido es una forma de robar haciendas y almas, un crimen de proporciones cósmicas.

Toda clase de voces… y perplejidades

Las protestas comenzaron efectivamente en el Distrito Financiero de Manhattan a mediados del pasado mes de septiembre, pero el sábado 1 de octubre, ya se habían extendido a Albuquerque en Nuevo México, Boston, Los Ángeles, Spokane en Washington, Providence en Rhode Island… y el movimiento obtenía ya multitud de adhesiones que progresivamente van teniendo su expresión en las calles (hasta el Estado Asociado de Puerto Rico armaba su movimiento a mediados de octubre): de los intelectuales, de los estudiantes, de gentes de toda condición. Algo folclórica la presencian si se quiere en aquellos momentos iniciales de celebridades como Michel Moor y Susan Sarandon (están en todas) en más de una ocasión para dar ánimos a los manifestantes; útil, necesaria presencia en todo caso. A Zuccoti han acudido entre otros el Nobel Joseph Stieglitz que lleva tanto tiempo desgañitándose para advertirnos de que, o le paramos los pies a la bestia o esto acabará muy mal, la activista y escritora Naomi Klein, autora de No Logo y, más recientemente de La doctrina del Schock, quien en algún momento ha manifestado que lo que está sucediendo no es una respuesta al Tea Party sino, precisamente, al Partido Demócrata,  dirigentes de comunidades latinas y afroamericanas especialmente afectadas por la crisis y toda clase de colectivos y personas sin nombre. Dicen que por el Parque se ha visto a Jeffrey Sachs, el visionario economista de Harvard a quien se atribuye el éxito de haber corregido la superinflación en la Bolivia anterior a Morales…y a quien otros consideran un falso profeta de aparente bondad cuando, tras su proclamada preocupación por los pobres, lo que hay es recetas de un neoliberalismo destructivo. Como diría un castizo de por aquí: “en América hay gente pa to”

Sea como fuere, como explicaba Barbara Celis en un estupendo artículo publicado en el diario El País el 9 de octubre último “en la ‘Plaza de la Libertad’ les bendice –a la gente común- desde el primer día una escultura a la que muchos se refieren como "ese chisme rojo". La firma el expresionista abstracto Mark di Suvero y su título es Joie de Vivre (Alegría de vivir). Es el sentimiento que de momento se respira entre los indignados por haber ocupado las calles y abrazado el debate de ideas. Y es posible que eso también sea una paradoja, porque alegría e indignación nunca fueron de la mano”

Pasa, al cabo, como en nuestro país y en tantos otros: el ambiente distendido, la protesta pacífica sigue siendo la tónica general y una de las señas de identidad del movimiento de los indignados. ¿Por cuánto tiempo?

El economista –premio Nobel– Paul Krugman, otra voz que como Stieglitz   clama por lo visto en el desierto, escribió por esos días en su columna del New York Times: “Algo está sucediendo aquí. Qué es, no está muy claro, pero podríamos, por fin, estar viendo el surgir de un movimiento popular que, a diferencia del Tea Party, está furioso con la gente indicada”. El viejo Krugman hubiera querido añadir :“¡por fin!” Se le notaba.

Al día siguiente de la manifestación planetaria que hemos llamado 15-O, la periodista Amy Goodman recordaba el cambio de actitud de Barak Obama. Cuando aún era senador, parafraseó al presidente Roosevelt y le dijo a un grupo de Nueva Jersey que le planteaban ciertas exigencias: “háganme hacerlo” 

 “Mientras el presidente Obama ha hecho concesión tras concesión al movimiento conservador Tea Party, que está financiado por grandes corporaciones, y a sus donantes de Wall Street –escribía Goddman- ha entrado en escena el 99 por ciento. El apoyo a la campaña “Occupy Wall Street” continúa en aumento y ya ha inspirado más de 1.000 manifestaciones de solidaridad en todo el país y el mundo entero. Tras semanas de manifestación sostenida, y luego de uno de los mayores arrestos masivos en la historia de Estados Unidos, Obama finalmente comentó: "Creo que la gente está descontenta y los manifestantes están dando voz a un descontento más amplio con respecto al funcionamiento de nuestro sistema financiero".
Pero como recuerda la propia Goodman, el comentario de Obama refleja también una cierta perplejidad por reducción y acaso la renuencia a admitir que lo que la gente está denunciando está mucho más allá de las batallas entre demócratas y republicanos, más allá de una mera crítica al comportamiento del sistema financiero; la de Obama es, a la postre, misma perplejidad que comienza a atenazar a los dirigentes de medio mundo: a la luz de lo que está sucediendo, a los ojos de quienes en distinto grado se involucran en el movimiento, las escaramuzas de Berlusconi, la sincera perplejidad de Durao Barroso, el tradicional esquema mitinero de los prolegómenos del 20-N, etc resultan patéticos…y tan antiguos..

Al comienzo de las protestas, The New York Times llamó a los movilizados actores de “un progresismo de pantomima”. No mucho después el mismo diario editorializó: “el mensaje de este movimiento resulta evidente: desde que la economía entró en recesión, solo los ricos se ha recuperado y prosperado, pero el problema es que nadie en Washington oye el ruido ensordecedor de lo que pasa”. Y entre un comentario y otro, ¡a penas a transcurrido un mes!

Epílogo imposible

La historia es conocida:  Wall Street (literalmente, “la calle de muro”) deriva del hecho de que durante el siglo XVII, constituyó el límite norte de Nueva Ámsterdam. Allí, los colonos holandeses construyeron en 1652 una pared de madera y lodo. La pared era una defensa contra el posible ataque de los indios Lenape, colonizadores de Nueva Inglaterra. La pared contuvo a los indígenas y fue derribada por los británicos en 1699.

¿Saben qué significa “lenape”? su significado es “la gente” o también: “gente de verdad” Toda una metáfora o, talvez, la premonición de que la historia puede escribirse ahora de otro modo.

Aunque, no se, no se: singular penúltima hora: “¿Y si pudieras vivir entre los manifestantes de Occupy Wall Street, saber realmente cómo se está formando el movimiento y por qué está convirtiéndose en un fenómeno de masas?” Así es como presenta la cadena de televisión MTV el programa  que dedicará a los indignados de Nueva York.

 MTV se plantea el primer capítulo de true Life (algo parecido a un reality), que se emitirá en Estados Unidos en la primera semana de este mes de noviembre, como “una forma diferente de acercarse a la realidad del movimiento Occupy Wall Street” Si este espacio piloto funciona, la cadena está dispuesta a rodar un docu-show de larga duración.

MTV ha realizado un casting de indignados a través de un anuncio en Internet: "Si tienes entre 20 y 24 años y eres parte del movimiento Occupy Wall Street envíanos un e-mail con una breve biografía, tus datos de contacto y tres fotografías recientes".

Eso también es América