lunes, 9 de abril de 2012

¿Hay vida ahí fuera?

Acabar concluyendo que la socialdemocracia, que ha acuñado últimamente expresiones tales como “capitalismo decente” o “capitalismo responsable”, es el modelo político más adecuado para manejar el capitalismo, es renunciar definitivamente a vías alternativas de más calado, o el que no se conforma es porque no quiere. Seguramente, lo moderno y lo pragmático, si es verdad aquello de que donde hubo fuego siempre quedan brasas (me refiero a ser de izquierdas) es creer que basta con tratar de embridar a la bestia, desbocada como está. Podría ser; qué remedio.

Mucha gente de buena fe pone ciertas esperanzas en lo que a partir del próximo día 22 de este mes de abril pueda suceder en las elecciones presidenciales francesas. La música que toca el candidato socialista François Hollande es una cantata menor, no una sinfonía; suena a lo cotidiano, no a elevados ideales.  La letra nos suena: habla de lo que hablaba la socialdemocracia europea cuando el estado del bienestar apenas estaba naciendo; y ya ha llovido. Pero es que, a pesar de este bajo perfil, ya digo, hay quien ve en el político galo el nuevo líder de la izquierda europea. Los más optimistas opinan que, con él y calentando aún el banquillo, está Sigmar Gabriel, rutilante estrella del SPD que habrá de adelantar (se supone que por estribor) a una desgastada Merkel llegado el momento (el año que viene hay elecciones), para conformar así una escena europea muy distinta. Hay más jugadores: en el laborismo británico, en el SAP sueco, etc.
Hace pocos  días, el sociólogo y ex ministro con Felipe González, José María Maravall, decía -según recogió un diario nacional- que “la diferencia entre los efectos distributivos de la socialdemocracia y la derecha es muy acusada si se analizan sus años de gobierno” Y tanto. Solo que esto va tan rápido que a lo que estamos asistiendo es a una destrucción social sin precedentes y los comentarios de Maravall ya parecen irrelevantes, de salón.
Puede que la derecha en España tenga vocación de gestor eficaz (lo de reformista es puro eufemismo como ya resulta obvio) pero lo que está haciendo es lo mismo que un elefante en una cacharrería. Y es pura (y dura, muy dura) ideología neoliberal; de manual. Cada vez cuadra más a la derecha española eso del capitalismo del shock que denuncia Naomí Kleim y sobre el que llevan advirtiendo mucho tiempo gentes como Stiglitz o Krugman, la primera periodista extraordinariamente documentada y los otros dos premios Nobel de Economía.
Sigo creyendo, sin embargo, que el inmenso poder adquirido en las urnas por el PP (este partido que generaría confianza inmediata con solo ganar según gentes sin duda bienintencionadas y de flaca memoria) luego matizado en Asturias y Andalucía, puede diluirse como un azucarillo en menos de dos años. Es tan grande el daño, que se está infligiendo a la sociedad española, es tal el engaño, que Rajoy y su equipo pierden crédito a toda velocidad.
El problema es que aquí no hay un Hollande.  Podría haberlo sido Rubalcaba pero, al paso que van los acontecimientos, la historia le pisa los talones y cambiar de piel lleva más tiempo del que dispone; por eso no lo mencioné cuatro párrafos más arriba, no por olvido.
En todo caso ¿qué perdemos con creer que comienza a levantarse una brisa fresca por la Bretaña y que algún día no muy lejano la política volverá a tomar carta de naturaleza, quedarán desenmascarados esos falsos profetas que llamamos tecnócratas y la gente, a través de sus legítimos representantes, meterá en cintura a quienes atentan contra su bienestar?
¿Muy difícil? Sin duda, pero solo porque, como se suele decir, un pesimista es un optimista bien informado.