Me han regalado los Reyes Magos la magnífica serie
televisiva True detective. Comencé a
verla el mismo día 6 en la sobremesa. Y me dio el día.
Hay una secuencia en la que el oscuro detective Rustin Rust Cohle , patibulario personaje que
encarna de manera magistral Matthew McConaughey, asegura haber sido redimido
del “pecado de paternidad” por su propia hija. La niña murió atropellada a los
dos años de edad, es decir –y a eso alude Rust-
antes de que pudiera darse cuenta siquiera de en qué consiste esta mierda –siempre
según sus palabras- de vida a la que a menudo, sin plan alguno, sin saber bien
por qué, los que ya estamos aquí traemos a la fuerza a otros.
Peculiar forma de redención. Otros enfoques del asunto
más políticamente correctos serían los que explican cómo la llegada de un hijo
puede hacer que optemos por el buen camino; un ejemplo sería esta arcangélica
forma de explicarlo, por lo demás muy propia del show bussines “…La verdad es
que soy mejor persona gracias a ella -la paternidad- mucho menos temerario, sin
duda. De alguna manera, Teddy me ha redimido de mis errores y mis pecados. Ella
se merece la mejor persona que yo pueda ser. He dejado de fumar, llevo sobrio
la segunda mitad del año…” Robbie Williams en unas declaraciones al diario El
Mundo en noviembre de 2013.
Como sabemos, cierta escuela de psiquiatría nos consuela –si
es que somos gente de orden- afirmando que la ausencia del padre en las edades
tempranas, es el mejor caldo de cultivo para las conductas antisociales…tan
necesarios somos, ya ven. Y es muy conocido lo que Sigmun Freud decía: “No
puedo señalar ninguna necesidad tan fuerte en la infancia como la protección de
un padre”
Para finalizar, me gusta y me calma un poco –un poco- la
idea de que, ya metidos en harina, es una buena manera de entender la autoridad
(la atuctoritas para distinguirla de
la potestas, ya saben) paterna
considerar que solo es admisible si se orienta exclusivamente en pro de la
libertad. Un cristiano (como estamos hablado de pecados...) tal vez lo explicaría diciendo que Dios es, en efecto,
autoridad pero al tiempo es amor…en fin.
Claro, lo anterior, en tanto que asunto de segundo rango,
no resuelve en todo caso la cuestión primera, la que Rust dice que le redime, aunque en la secuencia televisiva su
aspecto y sus gestos lo desmientan. Puede que eso -la redención- solo ocurra en el cine o en
la literatura.
Sí, estas son cuestiones que a veces nos asaltan mientras
paseamos al perro y esperamos pacientemente que evacúe en un oscuro callejón, o
en esos insomnios que solo conseguimos vencer con un simple vaso de leche caliente
(que poca cosa somos en realidad) por supuesto sin resolverlas. No, no creo que
haya redención posible para lo que Rustin Cohle llama “pecado de paternidad” Más
aún, a veces creo que vivimos una gran paradoja: aquello para lo que no
encontraremos nunca el perdón, es al tiempo lo mejor que nos ha pasado, lo que más amamos; quizás
por eso y también por un no reconocido sentimiento de culpabilidad que cada
cual arrastra y disimula como buenamente (o malamente) puede, algunos nos
esforzaremos hasta el último aliento por intentar que esto les sea –a los
hijos- lo más leve posible.
Por eso me produce una gran irritación leer y oír con
cierta frecuencia, incluso a gente sesusa, ese lugar común, ese aforisma, según
el cual en estos tiempos de plomo toca que los hijos vivan peor que los padres.
Me saca de mis casillas que eso se diga con distanciamiento, con resignación, con la aceptación
propia de los corderos camino del degolladero. Me enciende que se admita como
quien se arruga sobre sí mismo a esperar que pase una catástrofe natural, que
vamos a sacrificar por mor de esta estafa, para la que hay responsables que
podemos identificar y que hemos dado en llamar “crisis” una o dos generaciones;
quizás el “pecado de paternidad” sea cosa de la condición humana, pero un
fracaso como ese nos sitúa en el lugar de los monos…o, como seguramente (que no me acuerdo) escribió Camús en “La
Peste”, de las ratas.