miércoles, 20 de abril de 2016

La moral y la política


La publicación del libro de la periodista Ana Terradillos Vivir después de matar y la entrevista del domingo pasado de Évole a Arnaldo Otegui, han vuelto a desatar los demonios.

Añadiré leña al fuego. El Estado, simplificando, es un constructo institucional que se basa en la Nación, y la Nación, esquematizando, también lo es, solo que ésta se forma asimismo a base de unos mimbres organizativos primarios más elementos culturales, identitarios, etc.

Pero no caben consideraciones de carácter moral ni para la construcción del Estado ni para la Nación. Si se admiten en esa permanente tarea, el odio no se disipa.
¿Debe un antiguo terrorista o amigos de terroristas arrepentirse y pedir perdón públicamente por ello? Sí, a sus víctimas desde luego; pero ¿públicamente? Sí, moralmente, sí. Pero la llamada vía Nanclares se basó en eso y fracasó.

¿Y qué importa? dirán seguramente aquellos a quienes el destino de los presos y ex presos de ETA les trae sin cuidado.
Lo importante, aseguran con toda probabilidad es que se instale el relato -el único cierto, dicen ellos- de que la organización terrorista y sus cómplices ha sido derrotada y esa gente son los perdedores y, por tanto, han de hacer profesión pública de su condición mientras vivan, aunque hayan cumplido condena, aunque con ellos la hayan cumplido sus familiares; es preciso, razonan, escribir la historia así.  

No quería decir que me suena, pero es que me suena.

¿Seremos capaces alguna vez, como Estado, de construir sin odiar?