domingo, 12 de enero de 2014

El polar y otros vórtices

El asesor de Ciencia y Tecnología del presidente Barack Obama, John Holdren, ha vinculado  la ola de frío que padece medio Estados Unidos y Canadá con el calentamiento global. Dice Holdren que lo que ocurre en estos días por aquellas latitudes no es ni mucho menos un episodio aislado, sino una consecuencia del calentamiento del planeta y, asegura, que en lo sucesivo, la sorprendente imagen de las cataratas del Niágara heladas se repetirá a menudo.

No discutiré yo a gente tan sesuda, sobre todo porque lo que oponen quienes niegan el calentamiento global suelen ser argumentos que más bien se aparecen a un alegre y despreocupado “Dios proveerá” y cosas así. Deben de tener razón.
Pero no puedo evitar que me de miedo. Me refiero en primer lugar a la palabra misma, “vórtice”: no me digan que no acojona. Asusta incluso sin explicar su significado; solo con oírla.

Y si hacemos analogías con lo cotidiano, entonces la cosa se pone aún más fea. Puede que un desplazamiento persistente hacia el sur de esa inmensa borrasca ártica, acabe enfriándonos hasta los tuétanos a todo el hemisferio norte; bueno, la cosa irá para largo y a lo mejor hasta nos coge confesados.
Pero las ciclogénesis en general son traicioneras: según los expertos, si uno está en el núcleo, en el ojo mismo del huracán, disfruta una calma chicha, de una bonanza hasta placentera. Pero, amigo, en los bordes la cosa está muy chunga. Y como, a menudo, la cercanía de lo que nos pasa no se puede ver en perspectiva, tal vez acabamos por confundir los motivos reales de lo que nos ocurre. Por ejemplo: en Melilla se monta un buen jari a cuenta, se supone, de la asignación por parte del Ayuntamiento de ciertos contratos de trabajo; y en un barrio de Burgos, los vecinos se encampanan porque, se dice, sus ediles han decidido hacer un bulevar contra su voluntad. Luego nos enteramos de que los dos lugares se parecen en las precarias condiciones de vida de sus habitantes en algunos casos en el borde de la desesperación y de que eso se mezcla en un cóctel explosivo con la arbitrariedad, la sordera y el despilfarro de las autoridades: vamos, que lo que parecen reacciones violentas desproporcionadas a cada caso, no lo son tanto sin consideramos que aparte el pretexto concreto, sucede que el personal está hasta la mismísima coronilla.

Nos llama la atención que lo que nos está pasando a los españoles a cuenta de las decisiones de un Gobierno que parece el enemigo, no provoque un estallido social. Pero, pudiera ser que esto no se parezca al temido vórtice, salvo en el hecho de que en su núcleo están los Blesas, Montoros, Gallardones y otras lacras tan tranquilos. Y en la periferia no se nos cae el cielo encima de golpe, sino que se originan tormentas de apariencia local (como en Melilla y Burgos) y creciente fuerza y número que acabarán provocando que se nos hielen hasta las entendederas.