martes, 22 de febrero de 2011

Con los piés por delante

En castizo, es así como dice Gadafi que le van a sacar de Libia. Con los piés por delante, o nada.
A estas alturas y, dada la velocidad que cogen los acontecimientos en estos tiempos, eso es exactamente lo que va a pasar como tarde mucho el sátrapa en salir corriendo que es, lo que de verdad cumple a los tipos de su ralea.
Es tan repugnante lo que está haciendo Gadafi (y su nefasto heredero) con su gente que, en efecto, o se larga ya mismo con lo que pueda llevarse puesto o serán los militares los que lo ultimen; a él y a unos cuantos soldados de fortuna para dar ejemplo. Cuestión de un par de dias. Dicen quienes parecen saber, que el próximo avión de caza que despegue no soltará su carga mortífera sobre la gente, ni se largará a pedir socorro a Malta; soltará sus pepinos sobre la cabeza misma del dictador. O algo parecido.
Seguro que, amigo de pernoctar en jaimas bajo las estrellas, cualquiera le cede un parque a su gusto. Berlusconi, por ejemplo.
Pero si quiere acabar de martir de ninguna causa, pues sea. Pero ya.

Sáhara: que 35 años no es nada

Al final de una larga y polvorienta calle, en el extremo este de la ciudad de El Aaium, había un pequeño cementerio, cerca de la Misión Católica, a un tiro de piedra del Casino Militar y un poco más del cine Las Dunas. Hace de eso 35 años.
Por lo que adivino en las pésimas y escasas imágenes que nos llegan del Sahara en estos días, aquello ha debido cambiar mucho. Ignoro si aquel pequeño camposanto, sucio y descuidado, sigue existiendo y si, por tanto, aún reposan allí los restos más íntimos de un nefasto y vergonzante pasado colonial.
Visité aquel lugar por encargo de un familiar lejano que había perdido un hijo a finales de los sesenta en aquel territorio; el chico era paracaidista cuando murió de “paro cardiaco” que era como moría todo el mundo que moría en circunstancias que el régimen de Franco no deseaba explicar. Allí estaba, en efecto su tumba; y la de otros muchachos que habían fallecido en acciones militares que, hasta el momento mismo del abandono, siempre se ocultaron.
De modo que, si no se los trajeron en la Operación Golondrina, que lo dudo (habrá quien vea un cierto sarcasmo en la operación de evacuación del Sahara y el peculiar vuelo del poético pájaro), allá hay muertos españoles.
Tan españoles, por cierto, como el saharahui que ha perdido la vida en estos días de plomo, o como muchos otros que por su edad tienen un carné de identidad tan valioso como sus coetáneos de Vitigudino o de Melgar de Fernamental. En aquellos tiempos, tan provincia española eran las alamedas del Duero como el Saguia el Hamra y Río de Oro.
¿Están los derechos humanos por encima de las razones estratégicas? Por supuesto que deberían estarlo, pero resulta arcangélico suponer que así es en la realidad. El paradigma es la ministra Jiménez: oigo lo que dice; veo esa carita de buena, esa amabilidad de cursillo de relaciones publicas para call centres y comprendo que definitivamente el pueblo saharahui ha sido abandonado a su suerte (como si no lo estuviera ya desde hace mucho tiempo). Lo que hace España, Francia, Estados Unidos, Europa y la ONU es autorizar de hecho el genocidio que Marruecos viene cometiendo con esa gente.
Ya se que algunos me dirán que no es lo mismo, que no tiene nada que ver: aquí a todos los políticos se les llena la boca cuando hablan de las víctimas del terrorismo; apenas arrugan el morro cuando se trata de españoles que perdieron la vida hace tiempo y allá se quedaron o con los nuevos muertos, también españoles.
En noviembre del 75 se produjo un acto ruin, cobarde y, sobre todo, incomprensible se analice como se analice. Los Acuerdos de Madrid fue uno de los últimos actos de la tragedia de la dictadura y los responsables fueron aquellos siniestros personajes que lloraron al poco a Franco, pero también lo fue el Rey y lo fueron otros prebostes patrios que aún andan por ahí.
Sí, naturalmente que si el Gobierno español adoptara otra postura, es posible que Marruecos montara una edición moderna de la Marcha Verde a las puertas de Ceuta o Melilla (o una Marcha Negra, temen algunos), es decir de España, o sea, de Europa, a saber: de Occidente. Puede que hasta empezaran a colarse por el Estrecho salafistas furiosos dispuestos a dinamitar nuestro bienestar.
Esas son las razones estratégicas, las del pragmatismo, las del mal menor... Por eso no  hay nada que hacer en este asunto. Por eso España olvida a sus hermanos. ¿Por eso se olvidarán las victimas? ¿todas las víctimas? ¿cualquier clase de víctimas?

Europa irresponsable

Ya en la década de los setenta, cuando empezaba a preocupar a nuestra acomodada sociedad europea, el fenómeno de la inmigración desde el continente africano, había voces que decían: o les ayudamos en sus países de origen, o vendrán a cogerlo.
Y durante décadas han estado viniendo a intentar coger aquello que en su tierra se les negaba: un poco de prosperidad, algo de libertad, ciertas migajas de bienestar.
Ahora vienen menos, pero no es porque las cosas hayan mejorado en donde ellos están, sino porque por estos lares también las pasamos canutas (aunque algunas comparaciones parezcan un sarcasmo) y lo saben, lo ven en la tele o en Internet.
Europa va a perder otra oportunidad, la está perdiendo ya. Esa lentitud en reaccionar, esa desidia, esa pereza de cultura antigua y autocomplaciente, es irresponsable en términos históricos y geopolíticos.
Lo que sucede en Egipto, Túnez, Argelia, Libia y, en menor medida o eso parece por ahora, en Marruecos (también en Bareim, en Yemen y en el inmenso Irán) es la revuelta del hambre o la del hartazgo, o ambas cosas. Nada tiene que ver con la religión. Los que no tienen nada, los que teniéndolo ya no soportan que le suban el pan y la sal, los que aspiran  a una sociedad más libre, justa y próspera en su propio país (allí, en donde ellos están), son musulmanes y no desean renunciar a serlo, ni dejarán que el fanatismo arruine sus aspiraciones.
¿Les dejaremos a su suerte? ¿Le daremos más razones al islamismo radical o iremos de la mano de esas gentes que quieren cambiar las cosas, haciéndonos de paso un favor a nosotros mismos?