jueves, 17 de diciembre de 2020

Vacunas

 


Un antivacunas es un ser acientífico, básicamente un gran ignorante que, o bien muestra los rasgos paranoides habituales en quien está predispuesto a creer en toda clase de conspiraciones y manos negras, o desconoce que las vacunas son directamente responsables de la practica erradicación de enfermedades muy graves como la viruela y el control de otras como el sarampión, el dengue y muchas más que, sin vacuna, causarían una gran mortalidad. Entre las tonterías que hay que escuchar, hace fortuna la comparación entre la gripe común y la covid19 (lo que enseguida deriva a una conversación absurda sobre si fulano o mengana que no se vacunan cada año nunca enferman, sin embargo, de influenza) pero no hay comparación posible: aparte de otras consideraciones, el virus de la gripe mata mucha gente cada año, sí, pero es estacional; el sars-cov2 es mucho más contagioso, más letal y no entiende de estaciones.

Pero no perdamos el tiempo aunque este exordio sirva para introducir el tema. No quería yo hablar propiamente de estos especímenes conocidos como los antivacunas, sino más bien de asuntos que nos conciernen a la gente normal.

Hay un principio básico por obvio: es natural que haya desconfianza. Nadie sobre la capa de la tierra tiene experiencia sobre una epidemia de la dimensión como la que padecemos. Nadie. Ni la ciencia, ni los políticos, ni las autoridades sanitarias, ni la gente corriente. Tampoco sabíamos nada, evidentemente, sobre las vacunas que pretenden combatirla impidiendo o minimizando -eso es lo que hacen las vacunas- el contagio. Hemos sabido que el proceso de elaboración de una vacuna es lento y el de las que se están preparando se ha acelerado de forma extraordinaria; esto se debe a tres factores: la urgencia médica (en el mundo y al ritmo que vamos, estaremos en dos millones de muertos ocasionados directamente por la covid19 en breve; aparte los que mueren como consecuencia de la saturación de los sistemas sanitarios, tal vez muchos más pues solo cabe pensar en lo que sucede en occidente para deducir qué estará ocurriendo en lugares en donde las infraestructuras son mucho más precarias) la tremenda crisis económica asociada, y la formidable oportunidad de negocio que supone para los grandes laboratorios; ya noto que las personas de bien tuercen el gesto al pensar en los motivos de las grandes corporaciones farmacéuticas, pero es lo que hay.

¿Serán seguras las vacunas? Pues, como es natural, yo no lo se. Por tanto tendré que fiarme del criterio científico...y de algo más: los gobiernos y las organizaciones supra estatales van a controlar que lo sean o se tendrían que enfrentar a algo parecido al Armagedón en forma de desastre sanitario y económico globales y, en ese horizonte, ni que decir tiene cuanto se juega la nada altruista industria farmacéutica si sus vacunas acaban siendo un fiasco. ¿Que son argumentos conceptualmente algo endebles? Ya, vivir es inseguro en más de un sentido. Y, sobre todo ¿cual es la alternativa a las vacunas, más allá del mantenimiento de algunos hábitos de higiene y prevención y, sobre todo, la introducción de cambios de calado pero de lenta asimilación en nuestro estilo de vida? Yo no la conozco.

Yo no me vacunaré hasta que no vea cómo les va a los demás" Es una frase que ustedes como yo habrán escuchado más de una vez. Ya les auguro: la mayor parte de quienes así se expresan, van a perder el culo para ir a vacunarse en cuanto tengan oportunidad (quizás creen que sí, pero a medio y largo plazo no tienen alternativa) Pero esa actitud merece un comentario.

Sucede muchas veces que el egoísmo es la antesala de la estupidez. La pandemia no es una excepción. Resulta absurdo el acaparamiento de la producción de vacunas por parte de los los países ricos siendo así que, una vez acantonados en la fortaleza de cartón de la presunta inmunidad, tendrían que levantar otra clase de muros mucho más resistentes para evitar la movilidad, algo que choca con la economía global; no se pueden poner puertas al viento y aquí, o hay vacunas para todos o palma hasta el apuntador.

Igual pasa en las actitudes personales: no tiene sentido preocuparse si uno puede ponerse a salvo o no a titulo individual y pasando de los demás ante un problema mundial de salud pública; eso es de una insolidaridad absolutamente irresponsable ¿acaso quienes decidan no vacunarse renunciarán a que el Estado, es decir, la sociedad entera, corra con los gastos de su hospitalización si tiene la desgracia de contraer la enfermedad? ¿Que harán para evitar el contagio? ¿Recluirse sin contacto con el exterior y con la mascarilla puesta hasta que escampe aunque eso dure años? ¿Y cómo sabrán que ya no hay riesgo? Como es obvio, además de asocial, el egoísmo es poco práctico, también por la razón que sigue.

¿Vacunación obligatoria? A mi juicio, no debería serlo. Pero no crean, hay países en que la protección ante algunas enfermedades y en determinadas circunstancias, sí lo es. ¿En Cuba? ¿Venezuela? ¿Tal vez China? No, sorpresa: 11 de los 27 países de la Unión Europea tienen calendarios de vacunación obligatoria y también los tienen algunos estados USA y en Australia por ejemplo. Insisto, no creo que deba ser obligatoria y debería quedar a la mera responsabilidad de cada cual, pero comprenderé perfectamente que los Estados se protejan y traten de proteger a sus ciudadanos, por ejemplo: obligando a hacer cuarentena a quien queriendo viajar no pueda demostrar que está vacunado; exigiendo la vacunación de algunas unidades del Ejercito o a integrantes de profesiones esenciales con especial peligro de contagio hacia la población en su conjunto o a grupos de riesgo, etc.