sábado, 23 de septiembre de 2017

Más periodismo


¿Se imaginan que todo el tiempo nos comunicáramos a base de titulares periodísticos? “El vecino del segundo ronca como si no hubiera un mañana” o “Un concejal de Vitigudino es partidario del derecho a decidir” o “Al vecino del bloque de enfrente no le gusta el pescado de Mercadona”

Como si nos habláramos unos a otros usando solo frases de 140 caracteres. Por ejemplo: “Que te lo tengo dicho, Yonatán, hijo: levanta el rosco cuando vayas a mear que eres igual que tu padre y lo ponéis todo perdido ¡so guarros!”

Ridículo ¿verdad? Pues hay quien se empeña.

Seguro que Umberto Eco hubiera incluido en su catálogo de apocalípticos (Apocalípticos e Integrados Lumen Barcelona 1965) a quienes ven en las redes sociales un instrumento de Satán. Sin embargo y como sabemos, un martillo o una jeringuilla pueden ser una herramienta de la mayor utilidad y hasta imprescindible para salvar vidas, o pueden ser armas letales. Depende. El que he escrito más arriba podría ser un tweet, da la medida perfectamente, no se molesten en comprobarlo; pero también lo es este: “Se calcula que el gobierno tiene previstas unas treinta y tantas barbaridades para antes de las elecciones. Algunos dicen que no tantas.” (138 caracteres) o “Voy a dejar de asediarme con verosimilitudes, habida cuenta de que la realidad ya lo hace con minuciosa eficacia.” (112 matrices) La diferencia probablemente esté en que el primero es una gilipollez deliberada y los otros dos son hermosas piezas de síntesis para un sarcasmo exquisito o para la poética expresión del mecanismo de la duda. Se comprende que así sea, la primera es una ocurrencia mía para el caso y las otras dos son del maestro José Luis Cuerda, que ha hecho de Twitter un género como en su día Gómez de la Serna hizo con las greguerías. ¿Lo que ocurre en las redes sociales es periodismo? Si las usa profesionalmente un periodista, sí.

Con los titulares de los medios de comunicación convencionales, ya sea en prensa como en radio o televisión, ocurre parecido. Ya me disculparán que aquí no ponga ejemplos. Los hay a miles sinembargo. Prefiero recurrir al colega venezolano Carlos Salas que explica a la perfección qué es un titular: “Has escrito un texto sublime? ¿No encuentras el título adecuado? Pues es como si no hubieras escrito nada. Si no sabes construir la puerta, no importa el castillo que haya detrás. El problema es que no hay Merlín que nos enseñe a construir buenos titulares” Exagera un poco Salas (deliberadamente me parece) pero, si tienen interés, sigan leyendo: http://www.fundeu.es/escribireninternet/como-escribir-buenos-titulares/ Se darán cuanta de que cuando tipos como Antonio García Ferreras (“Al Rojo Vivo” La Sexta) piden con insistencia a sus contertulios televisivos que le den un titular sobre este o aquel tema, solo está oficiando más que de periodista, como jefe de pista de un circo malo que busca convertir la información en espectáculo de medio pelo...y en algo más.

En la misma onda circense está la insistencia del presunto (“más periodismo” es una especie de seña de identidad cree él, que repite cada día como un mantra) en plantear falsos dilemas a los entrevistados e intentar forzarles a responder SI o NO cuando es obvio que ni quieren ni pueden responder de ese modo estúpidamente esquemático, o proponiéndoles una ficción absurda; por ejemplo preguntando al obispo de Mondoñedo pongamos por caso, qué votaría en el referendum independentista si fuera catalán. Confieso que me sorprende la docilidad de los entrevistados: solo en una ocasión he oído una tímida protesta reconviniendo al susodicho en el sentido de que “yo no le dicto las preguntas, de modo que, por favor, no me dicte usted las respuestas” No diré quien era porque, para el caso, es irrelevante y porque no vaya a ser que me acusen de sedicioso o algo.

Es curioso. Se constata una cierta paradoja: quienes despotrican de las redes sociales porque, aseguran, reducen el mundo a unas pocas palabras y a cuatro conceptos elementales, esos que dicen preferir el cuerpo a cuerpo en la comunicación son más bien indigentes intelectuales. Hagan la prueba, díganles que expresen una idea propia en no más de 140 caracteres: no podrán, pero no se confundan, no es porque la riqueza y complejidad de su cacúmen resulte imposible de sintetizar, sino porque no tienen nada que resumir. Pregúntenles sobre cualquier cosa. En el mejor de los casos obtendrán un discurso largo inconexo y farragoso y en el peor una respuesta de manual.

¿No hay estúpidos en Twitter o el Facebook o en cualquier otra red? Por supuesto, son legión. Pero la alta densidad de estulticia por bit, no es muy distinta de la del conjunto de la Humanidad sin distinción de raza, credo o clase social. Nada nuevo bajo el sol y, por tanto, esto no supone una preocupación nueva; solo cambia la forma. El fenómeno no es más incómodo que el olor a sobaquina en el Metro, los programas de televisión basura, los debates de una junta de vecinos o los cánticos de los aficionados al noble deporte del fútbol, pongamos por caso

Pero en esto de vertebrar la sociedad, los medios de comunicación son insustituibles. Los tradicionales o los nuevos que alcanzan a un número estimable de personas quiero decir, en cualquier formato y por cualquier canal. Y un titular es una especie de compendio y parte de una información, pero no es la información. Y, no obstante, cualquier periodista que haya hecho el ejercicio de rematar una noticia y ponerse a la tarea de titularla, sabe que aunque disponga de todos los conocimientos y herramientas del oficio, se enfrenta a una tarea muy difícil que debe abordar con honestidad.

El titular cumple una función adicional no menor: es una invitación a adentrarse en la noticia, la puerta del castillo como dice Carlos Salas. Si no es eso, no es nada. Bueno sí, es fuegos de artificio, espectáculo, ruido y, lo que es peor, una invitación a construir un mundo de referentes muy pobre, simple, vacío, un mundo que rápidamente tiende a la polarización porque en el esquematismo no cabe la variedad de opciones. Cuando un periodista inquiere que se le responda SI o NO en asuntos complejos, no está haciendo su trabajo de agente imparcial, está forzando la realidad; seguro que trata de inducir la respuesta porque se puso a la tarea de informar con apriorismos, y ahí no caben razonamientos. Eso no es periodismo; es otra cosa que parasita su buen nombre.

Es más grave de lo que parece. El Periodismo no puede, no debe hacer el juego a quienes están interesados en polarizar la sociedad. Y, por desgracia, en estos días en que tenemos planteado lo que a mi me parece, más que un grave problema territorial, una verdadera crisis de modelo que puede arrasar con los principios democráticos y los derechos civiles, creo que buena parte de los medios no están a la altura de la responsabilidad que les cumple. Se dice: los problemas de la democracia se resuelven con más democracia. Sin duda, y con más Periodismo, sí...pero del de verdad, no con sucedáneos.