¿Se
imaginan que todo el tiempo nos comunicáramos a base de titulares
periodísticos? “El vecino del segundo ronca como si no hubiera un
mañana” o “Un concejal de Vitigudino es partidario del derecho a
decidir” o “Al vecino del bloque de enfrente no le gusta el
pescado de Mercadona”
Como
si nos habláramos unos a otros usando solo frases de 140 caracteres.
Por ejemplo: “Que te lo tengo dicho, Yonatán, hijo: levanta el
rosco cuando vayas a mear que eres igual que tu padre y lo ponéis
todo perdido ¡so guarros!”
Ridículo ¿verdad? Pues hay quien se empeña.
Seguro
que Umberto Eco hubiera incluido en su catálogo de apocalípticos (Apocalípticos e Integrados Lumen Barcelona 1965) a
quienes ven en las redes sociales un instrumento de Satán. Sin
embargo y como sabemos, un martillo o una jeringuilla pueden ser
una herramienta de la mayor utilidad y hasta imprescindible para salvar
vidas, o pueden ser armas letales. Depende. El que he escrito más
arriba podría ser un tweet,
da la medida perfectamente, no se molesten en comprobarlo; pero también lo es este: “Se calcula
que el gobierno tiene previstas unas treinta y tantas barbaridades
para antes de las elecciones. Algunos dicen que no tantas.” (138
caracteres) o “Voy a dejar de asediarme con verosimilitudes, habida
cuenta de que la realidad ya lo hace con minuciosa eficacia.” (112
matrices)
La diferencia probablemente esté en que el primero es una gilipollez
deliberada y los otros dos son hermosas piezas de síntesis para un
sarcasmo exquisito o para la poética expresión del mecanismo de la
duda. Se comprende que así sea, la primera es una
ocurrencia mía para
el caso y las otras dos son
del maestro José Luis Cuerda, que
ha hecho de Twitter un género como en su día Gómez de la Serna
hizo con las greguerías. ¿Lo
que ocurre en las redes sociales es periodismo? Si las usa
profesionalmente un periodista, sí.
Con
los titulares de los medios de comunicación convencionales,
ya sea en prensa como en radio o televisión, ocurre parecido. Ya
me disculparán que aquí no ponga ejemplos. Los hay a miles sinembargo.
Prefiero recurrir al colega venezolano Carlos Salas que explica a la
perfección qué es un titular: “Has escrito un texto sublime? ¿No
encuentras el título adecuado? Pues es como si no hubieras escrito
nada. Si no sabes construir la puerta, no importa el castillo que
haya detrás. El problema es que no hay Merlín que nos enseñe a
construir buenos titulares” Exagera un poco Salas (deliberadamente
me parece) pero, si tienen interés, sigan leyendo:
http://www.fundeu.es/escribireninternet/como-escribir-buenos-titulares/
Se darán cuanta de que cuando tipos como Antonio García Ferreras
(“Al Rojo Vivo” La Sexta)
piden con insistencia a sus contertulios televisivos que le den un
titular sobre este o aquel tema, solo está oficiando más que de
periodista, como jefe de pista de un circo malo que busca convertir
la información en espectáculo de medio pelo...y
en algo más.
En
la misma onda circense está la insistencia del
presunto (“más periodismo” es una especie de seña de identidad
cree él, que repite cada día como un mantra)
en plantear falsos dilemas a los entrevistados e
intentar
forzarles
a responder SI o NO cuando es obvio que ni quieren ni pueden
responder de ese modo estúpidamente
esquemático, o proponiéndoles una ficción absurda;
por ejemplo preguntando al
obispo de Mondoñedo pongamos
por caso, qué votaría en el
referendum independentista si fuera catalán.
Confieso que me sorprende la
docilidad de los entrevistados: solo en una ocasión he oído una
tímida protesta reconviniendo al susodicho en el sentido de que “yo
no le dicto las preguntas, de modo que, por favor, no me dicte usted
las respuestas” No diré quien era porque, para el caso, es
irrelevante y porque no vaya a ser que me acusen de sedicioso o algo.
Es
curioso. Se constata
una cierta paradoja:
quienes despotrican de las redes sociales porque,
aseguran, reducen el mundo a unas pocas palabras y a cuatro conceptos
elementales, esos que dicen preferir el cuerpo a cuerpo en
la comunicación son más bien
indigentes intelectuales. Hagan la prueba, díganles que expresen una
idea propia en no más de 140 caracteres: no podrán, pero no se
confundan, no es porque la riqueza y complejidad de su cacúmen
resulte imposible de sintetizar, sino porque no tienen nada que
resumir. Pregúntenles sobre cualquier cosa. En el mejor de los casos
obtendrán un discurso largo
inconexo y farragoso y en el
peor una respuesta de manual.
¿No
hay estúpidos en Twitter o el
Facebook o en cualquier otra red?
Por supuesto, son legión. Pero la alta densidad de estulticia
por bit, no es muy distinta de la del conjunto de la Humanidad
sin distinción de raza, credo
o clase social. Nada nuevo bajo
el sol y, por tanto, esto no
supone una preocupación nueva; solo
cambia la forma. El
fenómeno no es
más incómodo
que el olor a sobaquina en el
Metro, los programas de televisión basura, los debates de una junta
de vecinos o los cánticos de los aficionados al noble deporte del
fútbol, pongamos por caso
Pero
en esto de vertebrar la sociedad, los medios de comunicación son
insustituibles.
Los tradicionales o los nuevos
que alcanzan a un número
estimable de personas quiero
decir, en cualquier formato y
por cualquier canal. Y
un titular es
una especie de compendio y parte de una información, pero no es la
información. Y, no obstante, cualquier periodista que haya hecho el
ejercicio de rematar una noticia y ponerse a la tarea de titularla,
sabe que aunque disponga de todos los conocimientos y herramientas
del oficio, se enfrenta a una tarea muy difícil que
debe abordar con honestidad.
El
titular cumple una función adicional no menor: es una invitación a
adentrarse en la noticia, la puerta del castillo como dice Carlos
Salas. Si no es eso, no es nada. Bueno sí,
es fuegos de artificio, espectáculo,
ruido y, lo que es peor, una
invitación a construir un mundo de referentes muy
pobre, simple, vacío, un mundo que
rápidamente tiende a la polarización porque en el esquematismo no
cabe la variedad de opciones. Cuando un periodista inquiere que se
le responda SI o NO en asuntos complejos, no está haciendo su
trabajo de agente imparcial, está forzando la realidad; seguro que trata de inducir la respuesta porque se puso a la tarea de informar
con apriorismos, y ahí no caben razonamientos. Eso
no
es periodismo; es otra cosa que parasita su buen nombre.
Es
más grave de lo que parece. El Periodismo no puede, no debe hacer el
juego a quienes están interesados en polarizar la sociedad. Y, por
desgracia, en estos días en que tenemos planteado lo que a mi me
parece, más que un grave problema territorial, una verdadera crisis
de modelo que puede arrasar con los principios democráticos y los
derechos civiles, creo que buena parte de los medios no están a la
altura de la responsabilidad que les cumple.
Se dice: los problemas de la
democracia se resuelven con más democracia. Sin
duda, y con más
Periodismo, sí...pero del de verdad, no con sucedáneos.