martes, 26 de febrero de 2013

Golpe de estado


Debe de ser que, en efecto, el pasado vuelve, desde luego convertido en otra cosa  como nos enseñan los poetas: durante el fin de semana (23F) se han cruzado los argumentos de los que adoptaron como eslogan feliz para las marchas ciudadanas del sábado la idea de un golpe de estado de los mercados y quien, no siendo –que se sepa- estudioso de la historia ni poeta, ni teniendo edad para recordarlo más que vagamente (el Consejero de Presidencia del Gobierno de Madrid, Salvador Victoria, tenía 13 años pues nació en el 68, vaya por Dios), nos advirtió del peligro que conlleva el uso de la libertad de expresión y manifestación por esas gentes que recorren las calles con evidente afán de desestabilizar las instituciones, golpistas de fin de semana que se hacen acompañar en sus pronunciamientos de los niños, la abuela, los bomberos, los médicos…y toda esa ralea insensata.
Unos días antes, en el Parlamento portugués hubo quien entonó Grandola vila morena, para simbolizar la necesidad de retomar el espíritu del 25 de abril, desde luego sin claveles y esta vez también sin fusiles...al parecer.

¿Qué clase de situación es esta en la que, como escribía hace poco Vicente Verdú (La Fertilidad del miedo, El País, 3 de enero de 2013) “hay protestas, pero se disuelven en las aguas amargas de la cólera efímera” y también: “En vez de llevar a España a un estallido social, la crisis refuerza los lazos comunitarios. Ante el descrédito de todos los poderes, más cercanía al vecino”

No lo tengo nada claro, aunque sí sé que se trata de algo nuevo y, me perdonarán el pesimismo, terrible.
Como los malos discípulos que toman de las enseñanzas solo lo superficial para, en el fondo, limitarse a cumplir órdenes, el Gobierno de España (y no lo olvidemos, con él una gran parte de la clase dirigente en cualquier ámbito económico y social) se enroca en la austeridad como si fuera una religión. Y eso –cada vez hay más voces que lo advierten- no nos sacará del agujero.
Lo malo es que tampoco lo hará el crecimiento. Como apunta el economista y miembro del Consejo Económico y Social, Antonio González (La distribución de la renta entre capital y trabajo. Temas para el Debate enero-febrero 2013) “A menudo se ha dicho que ‘primero es necesario crecer para después poder repartir’ Esta afirmación requiere ignorar que, en los términos de la distribución funcional de la renta, el reparto entre salarios y beneficios se realiza de forma simultánea a la producción, por lo que carece de sentido pretender que tal reparto deba esperar al crecimiento”

Las consecuencias de ese enfoque entre esperanzado y necio son que la desigualdad crece y crece y así en la España de 2013 el 20% de la población de ingresos más elevados tiene una participación en la renta total mucho mayor que la que tiene el 60% de población de menores ingresos. Y la brecha se sigue ampliando mientras las autoridades ignoran o fingen ignorar que no habrá milagro y, por el contrario, si nadie lo remedia, se seguirá cumpliendo para regocijo de los menos la bíblica Parábola de los Talentos: “al que tiene, le será dado y tendrá más; y al que no tiene, aún lo que tiene le será quitado (Mateo 25:29)
Así es que ni la austeridad logrará sentar la bases del nuevo desarrollo más racional y sostenible como pretenden sus apóstoles, ni el futuro crecimiento lastrado por tantos cadáveres sociales, conseguirá desandar la galopante marcha hacia la desigualdad y la destrucción de una generación al menos y buena parte de las clases medias.

Jhon Ralston Saul es un tipo elegante que, para nada ofrece la imagen de un perroflauta. El presidente del muy prestigioso y bastante glamuroso Pen Club Internacional, ha escrito El colapso de la civilización y la reinvención del mundo, una obra que está a punto de alcanzar el medio millón de ejemplares de venta. Tanto el libro como la personalidad de su autor, pone de los nervios a los poderosos: parece uno de los suyos, pero no lo es.
En una entrevista concedida a El País Semanal (3 de febrero pasado) le dice al periodista (Joseba Elola) lo siguiente: “La ironía es que la globalización ha conducido a lo opuesto de lo que prometía. Prometió competencia y ha causado el regreso a los monopolios; prometió renovación del capitalismo y ha supuesto la vuelta al mercantilismo; prometió el final del nacionalismo feo y ha traído la era más nacionalista desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Prometió crecimiento, no tenemos crecimiento; prometió empleo, no tenemos empleo…” Y sigue: es que “la globalización es algo económico…solo de forma marginal. Es una cuestión de política y de control, de poder; es un modelo social…y se rompe porque como modelo social no funciona y siembra la catástrofe por el camino”

Cómo recuerda todo esto ciertos debates de los setenta en torno a la figura de Milton Friedman y a los terribles efectos colaterales de sus teorías sobre la organización de la sociedad disfrazadas de teorías económicas.
Un golpe de Estado, según la definición clásica (coup d'État) es la toma del poder político, de un modo repentino y violento, por parte de un grupo de poder, vulnerando la legitimidad institucional establecida en un Estado, es decir, las normas legales de sucesión en el poder vigente con anterioridad. Todos imaginamos con facilidad lo que es, especialmente quienes tenemos en la memoria el 23F.

Pero, en puridad y acorde con la definición propuesta, para vulnerar la legitimidad institucional no es preciso el concurso de un tipo ridículo gritando “¡se sienten, coño!” Quizás bastaría con alcanzar el poder por medios democráticos e incumplir acto seguido el programa electoral que hizo posible la toma del Gobierno de la nación, al cabo no deja de ser un procedimiento “repentino” y violento por cuanto en unos pocos meses se pone de manifiesto una gran mentira que, en efecto, violenta las reglas de juego. Desde luego que eso no comporta la violación de las normas legales de sucesión, pero pone muy en duda la legitimidad del proceso y señala a quien lo ejecuta como cómplice de un estado de cosas que, este sí, da al traste por vaciamiento sostenido con el ordenamiento acordado en los órganos de representación legítima de los ciudadanos.
Así es que más allá de las tonterías que se le puedan ocurrir a un político regional bastante limitado, cuando se dice que hay un golpe de estado de los mercados, se está convirtiendo en eslogan una realidad compleja pero bien real y presente: que quienes ofician esta liturgia infame de la austeridad y la reducción brutal del déficit como chamanes poseídos por la verdad (o el deber que diría el otro), están poniendo en riesgo la democracia misma. ¿La mansedumbre de la gente refugiada en la solidaridad y el apoyo mutuo frente a tanta agresión durará siempre? A mí me parece que eso no es una seña de identidad de esta era como a veces se dice bobalicona y irresponsablemente; que eso cambie es solo cuestión de tiempo; y es la desigualdad creciente lo que hará saltar la espoleta.

Y, una vez más, habrá que oponer a la fatalidad que hay otros caminos. Claro que se puede. Dice Ralston Saul por ejemplo: “La deuda pública tiene peso moral, pero la privada no. ¿Cómo se come eso? …pero “Si el sector privado se puede librar de la deuda (dación en pago de las grandes constructoras, rescates a la banca y tantos ejemplos más) el sector público también” ¿A que resulta sugerente? Pues hay antecedentes, y los ejemplos históricos más llamativos y en cierto modo paradógicos son Alemania y Estados Unidos.
La cuestión es si los gobernantes van a esperar a que un número suficientemente elevado, crítico, de personas ya no tenga nada que perder. Es que entonces, igual acaba teniendo razón el tonto.

lunes, 18 de febrero de 2013

Ni servicios sociales ni escuelas infantiles


Hay una medida tomada por el Gobierno en el Consejo de Ministros del pasado día 15 que ha pasado bastante desapercibida y que es, sin embargo, un ataque furibundo (otro más) en la línea de flotación del estado del bienestar. Se trata de un anteproyecto de ley que contiene reformas de gran calado en las administraciones públicas.
La que ha llamado más la atención es la limitación de los sueldos (cuando no eliminación de las retribuciones regulares) de los alcaldes y concejales. Y es esto sin duda de gran trascendencia pues, de llevarse a efecto, estaríamos ante una singular democracia que solo permitiría el ejercicio de la política activa a los ociosos con posibles, que propiciaría las privatizaciones o, como diría esa gentuza que a base de contumacia ya resulta infantiloide, la externalización de la gestión hasta extremos nunca vistos.

Pero de mayor incidencia que la anterior es la pretendida retirada de las competencias a los Ayuntamientos en materia de servicios sociales y educación infantil.  De salir adelante lo que el Gobierno establece en el anteproyecto de ley, tales competencias se cederían a las Comunidades Autónomas. Eso sí, las autonomías no recibirán financiación adicional para atender esas nuevas obligaciones. El resumen ya saben cuál es: desaparecerán o las atenderá la iniciativa privada previo pago de todo bicho viviente.
De lo que hablamos es del enfermero que cuida por horas a una persona imposibilitada o del colegio en donde los padres dejan a los pequeños cuando ambos se van a trabajar.

Entre las cosas que la crisis (o más propiamente, la gestión que se está haciendo de la crisis) se ha llevado por delante como un auténtico tsunami, está aquello que en su día se llamó la segunda descentralización y que, en un resumen de alcance, consistiría en dar más autonomía a los ayuntamientos como administración más cercana al ciudadano y, por tanto, la más adecuada para prestar servicios como los que ahora dejarán de ofrecer si en el trámite parlamentario no lo remedia.
En realidad se trataba, en lo que hace al asunto que comento, de dar carta de la naturaleza a lo que ya ocurría de hecho, pues los consistorios habían ido asumiendo prestaciones sin que en muchos casos fueran en realidad de su competencia. Naturalmente, aquello implicaba disponer las adecuadas previsiones presupuestarias, igualmente descentralizadas poniendo así orden y concierto en un verdadero caos en el que los fondos salían de las propias arcas municipales, de las diputaciones, de algunas mancomunidades o de la Administración Central.

Nada queda de aquello, de aquel movimiento del municipalismo que hasta sus popes tenía, aunque ciertamente, esta meditada y concienzuda reforma (responsables de Sanidad, Hacienda y Educación han estado dándole al magín por lo visto) pone orden: se arrasa con todo y así no hay problemas. Porque eso es exactamente lo que ocurrirá. Y al Gobierno del Partido Popular (el papel del PSOE –que ha estado en las negociaciones- en todo esto, es extraño e incomprensible) parece importarle poco si traslada a las comunidades autónomas un problemón que éstas no van a poder explicar a los ciudadanos, como no podrán hacerlo tampoco los ayuntamientos.
Pero, a estas alturas ¿hay alguien a quién sorprendan estas cosas?

domingo, 17 de febrero de 2013

La otra impunidad

En medio del griterío ambiente, a veces se nos escapan detalles que a mi modo de ver tienen importancia capital. El paradigma (y disculpen el palabro) de lo que digo es, por ejemplo, el caso de la conversación que mantuvieron hace algún tiempo en un restaurante barcelonés María Victoria Álvarez, pareja que fue de Jordi Pujol Ferrusola y la presidenta del PP catalán, Alicia Sánchez Camacho.

A todo bien nacido le parece repugnante que se espiara la conversación mantenida entre dos ciudadanas y que alguien encargara tal práctica. Si el inductor del espionaje fue el PSC, convendremos en que deben depurarse responsabilidades políticas y penales. Pero ¿qué hacer ante el hecho de que una responsable política conociera conductas presuntamente delictivas a juzgar por los indicios más que sobrados, y no lo denunciara en su momento ante la Policía o las instancias judiciales? ¿Por qué no lo hizo? ¿Esperaba sacar partido político de la información que recibía?

Si Álvarez, al fin  y al cabo una simple particular, actuaba movida por el despecho o la búsqueda de algún beneficio más bien bastardo, eso merecerá el juicio moral que cada cual entienda apropiado. Pero, no siendo en puridad y a priori una conducta punible, ¿cómo calificar la actuación de Sánchez Camacho?

Es, ya digo, un simple ejemplo que ilustra sin embargo bien, creo, esa especie de impunidad de perfiles no definidos en ningún manual en la que se mueven ciertos personajes, cuyo hábitat natural son las charcas del eufemismo y las medias verdades.

Cuesta trabajo en estos tiempos discernir qué es lo que más daño está haciendo a la sociedad española. Es claro que la situación económica y una desastrosa gobernanza que ahoga a los ciudadanos para obtener a cambio apenas algunas esperanza en el largo plazo y en las que ya casi nadie cree, es nuestro principal problema, ya se observe desde el punto de vista del desempleo, la falta de crédito a las empresas, la laminación de lo público, la brecha cada vez mayor en la desigualdad…y cuantas miradas se quieran proyectar sobre la realidad que padecemos.

No se queda atrás desde luego el problema de la corrupción, ya sea descubierta o percibida, que en este asunto sucede como con la seguridad: todo especialista en esa materia sabe que no basta con resolver aquello que representa una amenaza objetiva; es necesario que los eventuales amenazados sientan que, en efecto, están razonablemente a salvo. Y, en este sentido hemos de soportar la corrupción en sí misma y estas conductas del mismo pelaje que la descrita en el ejemplo propuesto que, por acumulación, produce un efecto verdaderamente devastador en cualquier sociedad:

Por referirme solo a un caso, por lo demás el más llamativo de los que padecemos: lo que hace el Partido Popular tratando de enfrentar las sospechas de financiación ilegal y cobros de significados dirigentes en dinero negro, publicando declaraciones de la renta y realizando auditorias internas (por cierto ¿alquien sabe que fue de la auditoria externa que también se anunció en su dia?) es un burla que viene a incrementar las sospechas por mucho que, en una pirueta ridícula, acaben pidiendo a los demás un ejercicio de transparencia que ellos pervierten con su actuación.

No parece que haya que conceder especial crédito a un tipo como el socio de Urdangarín pero, por citar algo que concierne a la más alta magistratura del Estado, aún cuando la Casa del Rey resultara en su caso implicada en los tejemanejes del susodicho, eso sería menos grave que el poso de incredulidad y desconfianza que va a dejar tanta miseria intelectual, tanto disfraz, tanta trampa, en un país que algún día deberá echar mano de su autoestima y la confianza en sus posibilidades, para tirar de nuevo hacia delante. Y quieres juegan ese juego peligroso, quedarán impunes; así se escribe la historia.

jueves, 7 de febrero de 2013

Sanidad: Stafford somos todos, o el que avisa no es traidor sino todo lo contrario

Empiezo por pedir disculpas, lectores. Hoy no escribiré más líneas de cosecha propia que estas primeras. Es que la historia que sigue se cuenta sola con apenas unas pocas referencias. Que cada cual saque sus propias conclusiones:

Alberto de Rosa en entrevista publicada por el diario El Mundo el pasado día 7. De rosa lleva 14 años al frente del modelo Alzira, primera experiencia en España que cedió la gestión completa de un hospital público a una empresa privada, el grupo Ribera Salud:

“El sanitario es un sector económico más”


Hospital de Stafford, Reino Unido. Centro de titularidad pública pero de  gestión privada:
David Cameron, primer ministro británico ante el Parlamento:

"Había pacientes tan desesperados por la sed que bebían el agua de floreros sucios”

Se refiere Cameron a un informe pagado por la Administración, realizado por el abogado especialista en negligencias médicas, Robert Francis (se refiere a la situación entre  2005 y 2008) y hecho público hace unos dias:

“Había deficiencias en casi todas las etapas en el cuidado de pacientes de emergencia…".
"No hay duda de que los pacientes han sufrido y algunos de ellos han muerto como consecuencia de ello"

"El sistema ignoró las señales de advertencia y puso el interés corporativo y control de costes por delante de los pacientes y su seguridad"

Según el diario The Mirror,  ninguno de los responsables, ni del hospital de Stafford, ni del Sistema Británico de Salud durante aquellos cuatro años ha sido despedido a día de hoy o acusado formalmente de lo ocurrido. Otros ocho hospitales del país se encuentran bajo investigación para evaluar las tasas de fallecimientos y los motivos.

Ah, y como diría Forges sobre Haití: no te olvides de las Urgencias en Galicia estos días; lo que está consintiendo la Xunta es un crimen de lesa humanidad.

 

miércoles, 6 de febrero de 2013

Regeneracionismo

Es la palabra de moda; son las intenciones de moda: “hay que regenerar la política” aseguran quienes la han enmierdado o consentido que se enmierde.

Salvo Aguirre, cada vez más un verso suelto que hasta adelanta por la izquierda al PSOE con su rapidez de reflejos sobre listas abiertas y cosas así (vivir para ver), quienes llevan la voz cantante en el PP entienden por regeneración en primera instancia, negarlo todo y querellarse contra todo lo que se menea. Y para el Partido Socialista,  iniciar procesos de reflexión con la participación de jóvenes promesas y experimentadas testas (o eso aseguraba Ramón Jáuregui en un artículo que publicó hace unos días en El País:  http://elpais.com/elpais/2013/01/30/opinion/1359568872_858854.html) que igual alcanzan conclusiones relevantes, puede que todo un constructo social, tal vez una cosmogonía… cuando esto sea un erial o las ranas críen pelo.
Eso sí, ambos grandes (sea lo que sea que signifique “grande”) partidos están por la labor de suscribir un pacto contra la corrupción, que viene a ser como si solemnizamos la necesidad de no meterse el dedo en la nariz mientras esperamos en un semáforo. Se me antoja que es más fácil no corromperse sin más y sacar a gorrazos del partido a los manguis o sospechosos de trinque ¿no? No, debe de ser que no.

Lo que me llama la atención es que parece como si se hubieran puesto de acuerdo para hablar de "regeneracionismo". Tal vez es que los ideólogos, si los hubiere (además de Aznar y González, por supuesto, quiero decir) de unos y otros se sienten tributarios de lo que así se denominó en España a caballo de los siglos XIX y XX; como si estuvieran recurriendo a las mismas fuentes en busca de iluminación en estos tiempos de tiniebla.
Un poco de historia (poco para no ponernos pedantes): el Regeneracionismo fue un movimiento intelectual –he aquí la primera diferencia, eso de “intelectual”- que trató de reflexionar sobre las causas de la decadencia de España como nación.

Para entendernos, si la Generación del 98 se dolía de España desde el punto de vista artístico, literario, etc, el Regeneracionismo abordaba el problema desde una perspectiva científica. Para aquellas gentes regeneración era un antónimo de corrupción y, visto en contexto, se trataba de una reacción contra el régimen canovista de la Restauración. Pueden adscribirse a esta corriente de pensamiento figuras como Giner de los Ríos y Joaquín Costa que coincidieron en la Institución Libre de Enseñanza.

Tal vez sea esto último lo que aproxime, lo que permita encontrar ciertos aromas de evocación común entre la derecha civilizada (o solo preocupada) y la socialdemocracia perpleja (y en proceso de hibernación) Pero claro, antañón la expresión política del regeneracionismo se encarnaba en gentes (además de Costa y Giner) como Silvela, Maura, Alba, Canalejas, Azaña, Sanz del Río, etc. Y muy cerca, aportaban lustre Galdós, Maeztu y más tarde Ortega.

Es que no hay color.

domingo, 3 de febrero de 2013

Los ricos son más cochinos


Al César lo que es del César y a los ediles el reconocimiento que les corresponde. Nada menos que el Tribunal Supremo lo acaba de hacer.
Mira que me cuesta encontrar motivos para aplaudir la gestión del Gobierno municipal de Madrid con Ana Botella a la cabeza. Pues resulta que su manera de estimar el modo como debe de cobrarse la tasa de basuras en la capital es un ejemplo de proporcionalidad solidaria en el reparto de las cargas. Ya lo dijo el Tribunal Superior de Justicia de Madrid y ahora lo refrenda la máxima instancia judicial.

La cosa es que el Ayuntamiento calcula la tasa a partir del valor catastral de las viviendas y, claro, sale más allí donde las viviendas valen más. Como los ricos también lloran, en su momento recurrieron el procedimiento alegando que “no se respeta el principio de igualdad que ha de valorar el grado de utilización del servicio” y siendo igual el coste del servicio para quien lo presta (el Consistorio) tanto si un piso está en el Barrio de Salamanca como en Orcasitas, se produce una discriminación de hecho.
En realidad este caso es una parábola de la vida misma: muestra qué es para la gente pudiente la igualdad y cómo debe de entenderse la prestación de servicios a la ciudadanía. Cosas como la solidaridad, la distribución de las cargas en función de las rentas, el modo como deben gestionarse servicios de carácter público, etc, son asuntos que no se conciben de igual modo si uno vive en la milla de oro o malvive en las afueras. Si en España el 20% de la población de mayores ingresos tiene una participación en la renta total superior a la que tiene el 60% de la población de menores ingresos, es para los recurrentes el estado natural de la humanidad, de toda la vida y esas cosas de lo público y lo privado son debates que no conducen más que a perder el tiempo y poner nerviosa a la parroquia.

Yo creo que quienes se opusieron a la forma de calcular el gravamen han debido quedarse con la boca abierta con la resolución del Supremo, pues no solo les quita toda razón y cierra la vía judicial, sino que el fallo del Tribunal dice “Se parte a priori de que los titulares de bienes inmuebles de más valor generan más residuos urbanos” Osea, sabíamos que por su condición los ricos tienden más al derroche, pero además son más guarretes.
Si yo fuera ellos contratacaría rápidamente cara a la opinión pública: si generan más residuos urbanos es para que los cubos de basura estén repletos de suculentas excrecencias, objetos apenas desgastados y porquería fashion, de tal modo que los pobres puedan rebuscar con fundamento, que eso sí que es prestar un servicio de calidad a nuestros semejantes.

Lo único malo es que si no se lo explican bien a alcaldesa igual acaba vendiéndolo como si todo hubiera sido idea suya desde el principio, mientras nos obsequia con esa sonrisa perdonavidas tan suya.