jueves, 11 de octubre de 2018

¿Hay que hacer algo con el Valle de los Caídos?


 

España comenzó a ser una democracia homologable a partir de 1978, así es que debimos hacer con el Valle de los Caídos lo que cualquier democracia digna de ser tenida por tal ha hecho con los símbolos de un pasado de oprobio: derribarlos o vaciarlos de sentido. De modo que llevamos cuarenta años de retraso; y no me apetece ahora hablar de cuanto tuvo de ejemplar la Transición y cuanto de mirar para otro lado con la cabeza gacha.

Naturalmente que a mi me gustaría alzar la vista un día hacia el noroeste de Madrid, hacia la Sierra, y ver solo el cielo limpio de Cuelgamuros allí donde ahora se recorta esa cruz que es como una espada infame; que desapareciera, vaya, y con ella el recuerdo negro de la Guerra Civil y la Dictadura, pero la historia no se borra; ni falta que hace por lo demás, mala cosa sería la desmemoria.

¿Qué hacemos con el Valle?

Pues, después de mucho discutir, luego de mucho reaccionar con las vísceras a las expectativas, a la resistencia fascistóide y sobre todo a todos esos falsos y blandengues a los que lo mismo les da ocho que ochenta, creo que sólo hay dos condiciones que deben cumplirse inexcusablemente: que salga de allí la momia de Franco y que la basílica se desacralice.

Que salga de allí el saco de huesos por elemental decencia y dignidad como país. Sí, ya se que del mismo modo que siempre hay flores frescas sobre la tumba, hay quien visita el lugar tan solo para, de modo más o menos disimulado, pisar la losa o escupir sobre ella. Incluso hay quien no ha ido jamás y nunca irá, por pura indiferencia. Pero, sencillamente, no puede haber una tumba de estado para el dictador y, mientras estén allí sus restos, eso es exactamente lo que es.

Que se desacralice la basílica porque de otro modo no se podrá dar al Valle un uso distinto del que ahora tiene. La Iglesia debería de colaborar, si tiene al menos remotamente la intención de purgar su pecado como cómplice.

Yo llevaría a los muertos a otro lugar, a un memorial lejos de ese osario triste e injusto. Pero también y como se ha dicho pueden convertirse las criptas en cementerio civil, siempre que cuando sea posible la exhumación, el Estado la facilite a los familiares que la pidan.

¿Y luego qué?

No, no dinamitaría nada.

Si se quedan los muertos, que a su lado se explique porqué están allí, porqué existe ese lugar. Que se sepa, que lo sepan nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos. Tal vez en el caso de que se sacaran todos los restos siga teniendo sentido a pesar de todo hacer de aquel lugar un espacio para la memoria, al cabo aquellas piedras también son lo que somos porque son lo que fuimos; pero dudo al respecto porque creo que sin ellos, sin los que allí reposan, el vacío sería tan grande que quizás solo podría llenarlo el frio y el viento del Guadarrama.