domingo, 29 de septiembre de 2013

Gobiernos de bomberos, no de pirómanos

A poco que uno se moleste en buscar información y se acerque al problema sin apriorismos, concluirá que el cambio climático como consecuencia del calentamiento global provocado por la actividad humana es un hecho, y que los negacionistas lo son por interés de algún tipo, por ingenuidad o por una desmedida fe en la Providencia que –aseguran- hagamos lo que hagamos, proveerá como siempre ha hecho. Es irrelevante en realidad, también hay quien va por ahí negando el Holocausto o que Elvis está muerto y bien muerto; como dicen que decía el torero Guerrita: “Hay gente pa tó”

Pero hablemos de cosas serias: a finales de la pasada semana tuvo lugar en Estocolmo una reunión del denominado Grupo Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC: http://www.ipcc.ch/home_languages_main_spanish.shtml#.UkhJ30mbsok)
creado por Naciones Unidas en 1988 y que en 2007 recibió el Premio Nobel de la Paz. En ese encuentro se avanzaron las principales conclusiones de su último informe. La más descorazonadora: que con ocasión de la crisis económica, la lucha contra el calentamiento ha dejado de ser prioridad para los gobiernos del mundo, especialmente los de los llamados países desarrollados. 

Hay otras conclusiones, claro, pero es como si, entretenidos en quitarnos los piojos del cuero cabelludo no prestáramos atención a la herida que nos desangra y amenaza con acabar con nosotros como especie.
Por ejemplo: ya hay efectos con los que conviviremos al menos 1.000 años: dependiendo del escenario, entre el 15 y el 40 por ciento (amplio margen de error en la estimación, como se aprecia) del CO2 emitido puede quedarse ya en la atmósfera; mucho, en todo caso. Según las previsiones del IPCC, el nivel del mar podría subir entre 26 y 82 centímetros y la temperatura aumentar hasta 4,8 grados a finales de siglo.

Les ahorraré el relato de lo que esos cambios implican para la vida en la tierra; se los imaginarán fácilmente: es catastrófico como pueden deducir de la siguiente frase incluida en el informe: “Las emisiones a los niveles actuales o superiores alterarán todos los componentes del ciclo climático, alguno de ellos de manera que no se ha visto en los últimos cientos o miles de años. Ese efecto durará cientos de años”

“Todavía –dice también el informe- podemos prevenir los peores efectos del cambio climático y dejar a nuestros hijos y sus hijos un planeta decente. Pero necesitamos gobiernos que actúen como bomberos y no como pirómanos”
Solo que eso lo llevo oyendo desde que tengo uso de razón. Desde que padecemos el criminal fraude que algunos llaman crisis, también vengo escuchando, por ejemplo, que la apuesta por las energías renovables que nuestro país hizo en su momento no fue más que un capricho caro e inútil; así es que este Gobierno de nuestras miserias ha decidido hacer tabla rasa y apostar de nuevo por los combustibles fósiles: al fin y al cabo si en España la temperatura media ha subido en torno a un grado y medio en las últimas tres décadas, muy por encima de la media europea (0,9 grados) y aún más de la mundial (0,8); si en tres décadas han disminuido de forma notable las precipitaciones y la década 2000-2010 registra los valores más bajos desde 1950; si la temperatura media del agua en el Cantábrico sube entre 0,25 y 0,35 grados por década y el nivel del mar en el norte aumenta entre dos y tres milímetros por año, y el Mediterráneo crece entre 2,4 y 8,7 milímetros por año, etc, es porque la Providencia, siempre inescrutable, así lo ha decidido y, tarde o temprano -ya digo- proveerá; vamos que si el mosquito tigre –ese monstruo del que antes no habíamos oído hablar- te pone la cara como una berenjena, pelillos a la mar que ya pasará.

Es un lugar común establecer que la humanidad dispone de una década para tomar medidas que eviten la irreversibilidad de algunos fenómenos provocados por el calentamiento global.
Poco tiempo parece. Sobre todo cuando uno encuentra cada día ejemplos de que los pirómanos hacen justamente lo contrario de lo que debieran: en el Ártico el deshielo que se está produciendo con una aceleración desconocida hasta ahora (la superficie helada se ha reducido en un 18 por ciento desde 2007 a 2012, según la Organización Meteorológica Mundial) tiene tan contentos a quienes ven en la desaparición del hielo la apertura de una nueva vía comercial marítima mucho más corta y rentable que la habitual ruta del Índico: eso es ver la botella medio llena...de ácido sulfúrico. Y ni les cuento los movimientos de países como Rusia, Canadá, Estados Unidos, Rusia, Islandia, Suecia, Noruega y Finlandia que huelen el petróleo bajo la banquisa.

¿Tendremos arreglo?

sábado, 21 de septiembre de 2013

Objetivos del milenio: algo es algo


El próximo día 25 de este mes de septiembre, la Asamblea General de Naciones Unidas va a celebrar una sesión en la que los gobiernos del mundo verán qué se puede hacer para lograr el cumplimiento de los buenos propósitos de los llamados Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Ya les digo yo lo que se puede hacer con los mimbres que hay: casi nada.
Pero se puede inventar una cosa que se llame Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) a fin de reeditar los ODM y autoconcedernos un nuevo plazo, por ejemplo hasta 2030. Pues ya les digo yo que eso es lo que van a hacer nuestros provectos gobernantes.

A mí se me ocurre que, como imagen de fondo para todo esto, podríamos utilizar el video (http://www.youtube.com/watch?v=9QbMv9OSivk&feature=player_embedded)
del asalto a la valla fronteriza de Melilla de hace unos días.

Pero, dejémonos de sarcasmos.
La Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó el 8 de septiembre de 2000, los ODM que constituyen, hasta la fecha, un compromiso sin precedentes cuyo horizonte se situó en el año 2015. Esta Declaración establecía ocho objetivos, con metas y plazos definidos para poder medir la evolución y el progreso hacia su cumplimiento. Eran estos: erradicar la pobreza extrema y el hambre; lograr la enseñanza primaria universal; promover la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer; reducir la mortalidad de los niños menores de 5 años; mejorar la salud materna; combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades; garantizar la sostenibilidad del medio ambiente; fomentar una alianza global para el desarrollo.

En esos Objetivos de Desarrollo del Milenio, tanto los países ricos como los pobres reconocían expresamente y por primera vez -que cosas- que poner fin a la pobreza y a sus causas fundamentales es responsabilidad de todos. No consta que en la letra pequeña pudiera leerse: “…sí, pero de unos más que de otros”
Como resulta obvio hasta para el observador menos avisado, los objetivos, a menos de dos años vista del final del plazo establecido, no se han cumplido. Pero se dirá (con razón, supongo) que empresas tan inmensas deben ser valoradas más bien por su grado de cumplimiento. Veamos:

Si hemos de hacer caso a la ONU misma, valga el resumen que sigue (necesariamente de alcance) del INFORME ODM 2013 que fue presentado oficialmente en julio pasado (http://www.un.org/es/millenniumgoals/pdf/mdg-report-2013-spanish.pdf):
En general, Naciones Unidas reconoce grandes avances en los Objetivos de Desarrollo del Milenio y la posibilidad cierta de alcanzar algunas metas más antes de 2015. Por ejemplo:
Se han hecho grandes progresos –dice la ONU- en el ámbito de la salud. Entre 2000 y 2010, la tasa de mortalidad por la malaria descendió en más de un 25 por ciento, y se estima que se evitaron más de un millón de muertes. Según las previsiones, y en relación a los niveles registrados en 1990, la tasa de muertes por tuberculosis -tanto a nivel mundial como en varias regiones de planeta en donde hay una prevalencia significativa-, se podría reducir a la mitad para 2015. El informe indica que, si bien las nuevas infecciones por el VIH están disminuyendo, unos 34 millones de personas vivían con él en 2011 y a finales de ese año, 8 millones de personas estaban recibiendo tratamiento antirretroviral en las regiones en desarrollo. La ONU siempre es optimista: si se mantiene la tendencia, antes de 2015 se alcanzará el acceso universal al tratamiento con medicamentos antirretrovirales.

El porcentaje de personas desnutridas en el mundo descendió del 23 por ciento entre 1990 y 1992 al 15 por ciento entre 2010 y 2012.
De 1990 a 2011, 1.900 millones de personas lograron tener acceso a una letrina o un inodoro;  la cruz es que todavía hoy 2.500 millones de personas, un tercio de la población mundial, no tienen acceso a un sistema básico de saneamiento.

En todo el mundo, la tasa de mortalidad de los niños menores de 5 años se redujo un 41 por ciento desde 2000 hasta hoy. De 87 muertes por cada 1.000 nacidos vivos en 1990 se pasó a 51 en 2011. Negro apunte, sin embargo: la mortalidad infantil se concentra cada vez más en las regiones más pobres y en el primer mes de vida.
Entre 2000 y 2011, el número de niños sin escolarizar descendió a casi la mitad, de 102 millones a 57 millones. A casi la mitad, he escrito por si no se habían dado cuenta.

En el Informe también se indica que la base de recursos del planeta está sufriendo un grave deterioro, y continúa la pérdida de bosques, especies animales y poblaciones de peces, en un mundo que ya padece los efectos del cambio climático.
Hasta aquí, como dije, un resumen muy abreviado de la evaluación de Naciones Unidas. Desde luego que se han conseguido avances notables; no reconocerlo sería muy injusto e inexacto. Sin embargo, la propia ONU advierte de lo que parece ser el signo de los tiempos: el avance hacia los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio ha sido poco uniforme, no solo entre las regiones y los países, sino también entre grupos de población y en el seno de éstos. Las personas que viven en la pobreza o en las zonas rurales siguen estando injustamente en desventaja. Algún ejemplo: en 2011, solo el 53% de los nacimientos registrados en zonas rurales estuvieron atendidos por personal médico cualificado, frente al 84% en las zonas urbanas. El 83% de la población sin acceso a mejores fuentes de agua potable vive en comunidades de las zonas rurales. Nótese que uso el proverbial amable lenguaje de Naciones Unidas para referirme a la brecha, la puta brecha.

Y además, el logro de los Objetivos se ve afectado –asegura el Informe- por el descenso generalizado de los fondos destinados a la ayuda al desarrollo, hecho que afecta con mayor fuerza, como cabría esperar, a los países más pobres. En 2012, el desembolso neto de ayuda de los países desarrollados a los países en desarrollo fue de 126.000 millones de dólares. Esta cifra representa una disminución del 4 por ciento respecto de la de 2011, continuando la tendencia a la baja que venía ya de años anteriores.
Jeffry D. Sachs, asesor especial del Secretario General de las Naciones Unidas Ban Ki-Moon sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio, escribía a principios de este mes un artículo en el diario El País (Los nuevos objetivos de desarrollo global, El País, 1 de septiembre de 2013) en el que destacaba el extraordinario avance que supone haber reducido la tasa de pobreza en África subsahariana del 58 al 48,5 por ciento entre 2000 y 2010 (repárese en el porcentaje -la mitad más o menos- y en que se refiere a toda una década, y léase la botella medio llena mayormente para tener la perspectiva completa). Pero Sachs, como la ONU, es un optimista empedernido, además –por si no lo sabían y para situar correctamente al personaje- de ser el padre de la llamada teoría del choque económico, paradigma del neoliberalismo.

Veremos si el día 25 los gobernantes del mundo pudiente deciden rascarse de verdad el bolsillo y los de los países pobres hacen examen de conciencia y propósito de la enmienda (me refiero a sus corruptelas y otras miserias) a fin de dar otro empujón en esto de hacer de la tierra un mundo mejor. Me da que no, para qué les voy a decir otra cosa. Aunque, tal vez, si el voluntarioso Sachs les pone el video del salto a la valla fronteriza de Melilla entre sesión y sesión, se lo piensen un poco más.

martes, 17 de septiembre de 2013

Toro de la Vega: no denunciar es torturar


¿Cuánta gente asiste cada año a la tortura de un toro bravo en Tordesillas?
Que sean muchos o pocos es por completo irrelevante. Como lo es que se trata de una tradición tan sangrienta como ancestral.

Ocurre que las heridas que se infringen al animal son reales, es decir, sangran y son laceraciones que duelen de un modo espantoso. Solo los imbéciles pueden sostener que en un organismo dotado de sistema nervioso no padece por tales agresiones.
Repaso los videos (http://www.youtube.com/watch?v=TKXS1pswEks)
de la salvajada de este año y siento una profunda tristeza por los comentarios de quienes se muestran a favor de esta barbaridad, los gritos de quienes jalean ufanos al pobre cretino que enarbola la victoriosa pica, las pedradas de los cafres a quienes tienen la valentía de oponerse (en toda esta farsa sangrienta, solo ellos son los valientes) y los argumentos de quienes tratan de justificar lo que sucede en este pueblo castellano cada año vomitando la palabra cultura por su putrefacto agujero de decir palabras.

Pero lo peor de todo es la gentuza que aprovecha una tribuna pública para defender el ensañamiento y asesinato del animal como la tal Mariló Montero, que gana dinero de todos en TVE por decir cosas como que lo de Tordesillas es “una fiesta maravillosa”.
Son abominables quienes, de natural chillones en las muchas tertulias, cierran el pico ante algo así quizás (y solo quizás) avergonzados, pero incapaces de condenar algo que pertenece a la ideología de la misma mierda que habitualmente defienden.

Y son culpables, los políticos que no levantan la voz ante esta atrocidad, la consienten o se muestran tibios o comprensivos confundiendo la tolerancia con la complicidad, los medios de comunicación que no editorializan sobre la miseria moral de un pueblo, los intelectuales equidistantes, los notables en general que no arriman el hombro para acabar con algo que avergüenza a cualquier persona decente.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Ricos más ricos. Pobres: más y más pobres

La tasa de pobreza en España se sitúa en el 21,8 por ciento. Es una de las más elevadas de la Unión Europea. Es creciente la división entre los que tienen y los que no tienen. Más allá de la insoportable tasa de paro, hay trabajadores que tienen empleo pero están por debajo del umbral de la pobreza.
Las frases que anteceden podrían ser cada una de ellas un titular de prensa. Encadenadas nos dan una idea de una realidad que aún no ha dado la cara de manera especialmente llamativa, pero que más pronto que tarde aflorará veremos en forma de qué. Son, por lo demás, afirmaciones que resultan de numerosas pesquisas que entidades como Caritas o Foessa, por citar solo estas dos tan caracterizadas, tan poco sospechosas de nada, convierten en advertencias.
Es posible que, como anuncian los heraldos de todo a cien en esta gobernanza de pacotilla, hayamos tocado fondo y ahora solo nos espere un futuro grandioso. Me recuerdan en todo caso a esa técnica conocida como el barbecho que, como saben, consiste en quemar el campo a fin de que rebrote con nuevo ímpetu. Hacemos –parecen discurrir- tabla rasa de la parroquia y su hacienda y a empezar de nuevo con la vista puesta en un horizonte que llamaremos sostenible.
Dejando a un lado tanto necio con trompetilla de pregonero, lo que nos está dejando este fraude espantoso que llaman crisis y para el que, además de fraude, se me ocurren muchos otros nombres ninguno noble, es que la brecha que separa a las personas que se han ido empobreciendo de las que tienen más posibilidades de acceso a bienes y servicios resulta hoy ya alarmante. Según datos del último (primavera de este año) Informe Foessa (un clásico ya) los ingresos medios de las personas más ricas de España son siete veces superiores al nivel medio de ingresos de quienes tienen menos rentas. Y desde el comienzo de la crisis, esta diferencia se ha incrementado en un 30 por ciento. Sí, lo han leído bien: en apenas seis años un 30 por ciento.
No quiero aburrirles con datos, pero basten algunos que abundan en lo que estoy diciendo: La primera comunidad en la más ha subido la miseria es Canarias (21 por ciento), seguida muy de cerca por la Comunidad Valenciana (18 por ciento). Por detrás se sitúan Andalucía (16), Aragón (13) y Cataluña (7), todo ello según el documento elaborado por los catedráticos de Análisis Económico Carmen Herrero (Universidad de Alicante) y Antonio Villar (Universidad Pablo de Olavide de Sevilla). Tanto en el caso de los desgraciados canarios como los privilegiados catalanes, los datos son como para llorar…o cabrearse mucho, pero mucho.
Con todo, eso no es lo más grave y peligroso. Ocurre que junto a ese incremento de la desigualdad (¿no resulta obvio que crisis, sólo la hay para una parte de la sociedad?) y como en un cóctel letal, se está produciendo una disminución de los recursos de protección pública, especialmente en lo que respecta a la facultad redistributiva del Estado y en lo que hace a la capacidad asistencial. Así es que el resultado a corto plazo no puede ser otro que la expulsión hacia la marginalidad de los más débiles y la seguridad de que aquellas personas, familias enteras (el número de hogares en riesgo se ha multiplicado por 6 de 2007 hasta hoy) que caigan en la exclusión, no tendrán posibilidad de salir de ella. Es decir, el efecto destructor de las políticas de recortes y de adelgazamiento del estado tal como se están aplicando, puede tener un efecto crónico en la sociedad española.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Los jóvenes

“Los jóvenes tienen claro que ha habido una generación tapón que les ha impedido el paso. Es la generación de los padres oscuros, inoperantes e irresponsables que solo saben mirarse el ombligo” Toma castaña. Con ese parrafito arrancaba el artículo que a principios del pasado mes de agosto publicó Jesús Ferrero:  La Era de Saturno http://elpais.com/elpais/2013/07/16/opinion/1373982849_720664.html

Ferrero, que como los tapones, se está haciendo mayor, conserva sin embargo esa capacidad de provocar que tiene hasta en el sombrero que oculta su noble calva muy anterior a las modas. Maticemos, sin embargo, enseguida con sus propias palabras: “Europa, la cultura que lleva tras ella siglos de humanismo, ha decidido, a través de sus grandes familias y sus corporaciones más homicidas, aniquilar en primer lugar a la clase media (garante de la democracia y la libertad salvo cuando la desesperación la tuerce), y en segundo lugar a sus jóvenes”
Así es que usted o yo, o nuestros deudos, o la gente de nuestra quinta, o él mismo, no debemos sentirnos acusados por Ferrero directamente y poco menos que de genocidio; ni siquiera intelectualmente. Nuestro buen escribidor, tira por elevación: es “Europa” la culpable.

Les recomiendo que lean el artículo al que aludo completo. El punto de vista (o, más bien, el modo de exponerlo) es muy interesante y, como casi siempre ocurre con este autor, una bella pieza literaria.
Disculpen que no precise algunas citas; a veces apunto cometarios y no tengo la precaución de apuntar la procedencia: 

Joaquín Estefanía, cree que ya hay una generación de jóvenes que no ha conocido más que “creciente desigualdad, movilidad social descendente (en el estatus quiere decir) y, sobre todo, una profunda contradicción entre democracia y capitalismo” Y además, dice Estefanía, todo esto les ha ocurrido por sorpresa.
El controvertido analista (sea lo que sea analista, como diría Millás) Jeffrey Sachs, opina que  el capitalismo global es “una gigantesca fuerza implacablemente productiva… que divide de forma despiadada a la sociedad en función del poder, el nivel de estudios, y los ingresos y el patrimonio; los ricos son cada vez más ricos y tienen más poder político, mientras se deja atrás a los pobres, sin empleos decentes, sin seguridad, sin una red que asegure los ingresos o sin una voz política” Entre los pobres, evidentemente, están los jóvenes.

El anciano sociólogo francés Alain Touraine defiende que la crisis ha sido provocada por “aquellos que, persiguiendo su exclusivo beneficio a corto plazo, hicieron de las finanzas un coto opaco sin relación con la economía real” y que el comportamiento de los muy ricos “ha desempeñado el papel principal en la disgregación de toda posibilidad de intervención del Estado o de los asalariados en el funcionamiento de la economía”.
Hace tres o cuatro generaciones, estas cosas o parecidas se resolvían a tortas. Hoy eso no está previsto, por lo menos en Europa. Qué cosas, igual el descreimiento de la política (la desafección, dicen los que saben) es lo que, precisamente, nos pone a salvo de que esto no acabe como el rosario de la aurora. Eso, o que la gente que peor lo pasa (los jóvenes por ejemplo) tiene, empero, mucho que perder aún si saca las patas por alto.

Pero crece la desesperanza y la conciencia de que el modelo de la democracia representativa, la organización convencional a base de partidos políticos tradicionales, ya no funciona. No es nada riguroso lo que voy a decir, pero a mí me llama poderosamente la atención cómo las cosas que dicen y cómo las dicen la mayor parte de nuestros políticos, a menudo están muy alejadas de los anhelos de quienes viven con los sonidos reales del mundo, la vida como es en realidad. Algún pequeño ejemplo: escuchar a estas alturas de la película que un joven político del Partido Popular pide primarias y listas abiertas, y que eso haya quien lo aprecia casi como revolucionario, hace que se me abran las carnes. ¿Qué sentido tiene que la nueva presidenta de Andalucía –una persona también joven- diga adquirir un compromiso genérico en la lucha contra la corrupción? ¿A quién le importa semejante declaración con la que está cayendo? Y así hasta la náusea: palabras gastadas, ideas viejas.
Alguien recordaba estos días un viejo proverbio judío: “Cuando te enfrentes a dos alternativas, elige la tercera”. No se trata de sustituir la gerontocracia de Europa de manera radical. Aunque se pudiera. A mi juicio, necesitamos, desde luego (y rápido), un significativo desplazamiento intergeneracional del poder, pero necesitamos que los jóvenes y los menos jóvenes trabajemos juntos, de una manera nueva. Veamos la botella medio llena: la generación a la que se refiere Estefanía y la que le sigue van a crecer en la austeridad y son nativos digitales: no es mala escuela.

Ferrero se pregunta “¿Están los jóvenes ante una generación de padres saturninos y devoradores de hijos?” Porque -sigue nuestro escritor- son conscientes –los jóvenes- de que “ha habido una generación tapón que tanto en la política, como en las finanzas y la cultura les ha impedido sistemáticamente el paso…” “Es evidente que tanto los que engañaron y mandaron como los que se dejaron engañar y obedecieron tienen su responsabilidad: la famosa complicidad entre la víctima y el verdugo. Y es que esa generación bífida, desde hace tiempo en el poder, es la que creó la burbuja inmobiliaria y el sistema de hipotecas, en la que unos estafaron y otros se dejaron estafar; la que creó la televisión basura y muchas otras basuras; la que ha querido prolongar su adolescencia hasta los cincuenta años”
Ya digo, la escritura de Ferrero es muy hermosa y al menos a mí me hace darle vueltas a la cabeza, lo cual no es poca cosa ¿no es esa la labor del intelectual? Pero el problema es que en esa complicidad de la víctima y el verdugo de la que él habla con la libertad que otorga el lenguaje poético, la relación no es igualitaria: es el verdugo el que empuña el espadón…y a la víctima le cumple negociar la paz…o arrebatarle el arma. Desde que el mundo es mundo.

En realidad ¿importa mucho si Ferrero tiene razón o no? ¿Es que no perece siempre lo viejo ante el empuje de lo nuevo? ¿Es que no hicimos exactamente eso la gente de mi generación? ¿No aprendemos?  Por lo que a mí respecta, me rindo con armas y bagajes y se los entrego gustoso por si les sirven: que tomen el mando y que lo hagan ya. Sin duda lo harán mejor…o nada habrá tenido sentido.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Periodistas


Leo en Faceboock un  comentario del periodista Eduardo Sotillos a propósito del artículo con el que Javier Marías vuelve a ocupar la última página del Semanal del diario El País después de las vacaciones, Los Despertares: “A veces es mejor conformarse con ser un buen lector” Me parece una actitud más que razonable a la hora de encarar el nuevo curso. Como él, yo también tomaré prestadas las palabras de Marías, infinitamente más certeras que las mías: “Al término de las vacaciones se habla siempre de lo arduo que resulta volver al trabajo, abandonar la burbuja de relativos descanso y ocio en que nos hemos instalado. Ese tiempo parece irreal en seguida, un espejismo que se desvanece pronto ante la aplastante realidad de la rutina, once meses ocupados. No creo que ya sea así. El que conserva el trabajo celebra retornar a él, comprobar que en su ausencia no se lo han quitado o no han suprimido su tarea, o que no se ha producido en su empresa un despido masivo. El que ya lo había perdido desearía encontrar por fin uno, sentirse útil, no depender de la familia, traer dinero a casa. Lo que hoy nos deprime a la vuelta es más bien el reencuentro con los facinerosos a los que en mala hora votamos” (http://elpais.com/elpais/2013/08/30/eps/1377874106_585300.html) 
Así es que a no tardar (tema no ha de faltar) volveremos por donde solíamos. Pero antes y aunque yo no soy nada aficionado a hablar de nuestras cosas, las de los periodistas, persuadido como estoy de que si resultamos notorios a título personal, siempre y a la larga es en perjuicio de la misión que nos cumple, dejen que lo haga en las líneas que siguen; es solo para abrir boca por así decir.
Lo que me mueve es el alcance que me parece tiene el comentario de Sotillos (mucho más, ya digo, que un mero ejercicio de humildad) pero también otro texto que termino de leer hace unos minutos, esta vez de Manuel Vicent, el fallecimiento estos días de un periodista al que no conocí pero que bien podría ser la imagen característica de un tiempo que ya declina: Manuel Martín Ferrán. Y una circunstancia más particular a la que enseguida me referiré.
El artículo de Vicent se titula Políticos, periodistas y el carro de la basura (http://cultura.elpais.com/cultura/2013/08/31/actualidad/1377963897_149214.html) Y termina así: “2013. Ciertamente aquella primera Transición sin ruptura, conducida por UCD y PSOE, que Carrillo sostuvo sobre sus anchas espaldas, fue lo más parecido a una tienda de todo a cien. La forma precaria de sacar la carreta de la charca franquista produjo luego mucho desencanto, pero semejante frustración no es nada si se compara con el desprecio que la mayoría de los ciudadanos siente hoy en general hacia la política y el periodismo. Puede que aquellos políticos y periodistas, cuya imagen ha edulcorado el tiempo no fueran nada del otro mundo, pero ninguno se comportó como un canalla, una afirmación que no se sostiene ahora. La monarquía, entonces respetada, está hoy a las patas del caballo, el Congreso de los Diputados, que albergó el nacimiento de la libertad, debe ser protegido por guardias acorazados ante el cerco de jóvenes indignados y la hidra de la corrupción con sus siete cabezas ha comenzado a pudrir de raíz a las instituciones hasta constituirse en la forma sustancial de la democracia. Los líderes de cada bando se navajean para defender su parcela y la mediocridad de pensamiento se ve acrecentada por la forma pedestre de expresarlo en la tribuna. Gran parte de la prensa dispersa en el gallinero de las tertulias comparte con la política el africanismo, que convierte al adversario en enemigo a merced de banderías y del odio personal. Salgan a ver el cortejo: es el carro de la basura cargado de políticos y periodistas que va hacia el vertedero”
De Martín Ferrán se dicen estos días muchas cosas y todas buenas. Naturalmente y por lo general, las dicen compañeros de su edad o un poco más jóvenes, es decir esos que vivieron en primera línea aquellos días de vino y rosas…también de plomo. Más allá de la elogiosa y unánime semblanza que casi siempre reciben quienes nos dejan para siempre, sin duda él tuvo muchos méritos y es natural reconocerlos. “Se van los mejores” dice el tópico. Pero lo son porque una vez se han ido, nos permiten leer la vida en la suya propia…y cometeremos graves errores si no lo hacemos.
Ayer noche, despedíamos las vacaciones en la terraza de un bar dos buenos amigos (Diego y Adolfo) y yo mismo. Los tres periodistas. Mis amigos pertenecieron a ese tiempo al que me acabo de referir y que es el mismo de Martín Ferrán o Sotillos; el mismo por cierto, de Marías o Vicent; el mismo que el mío. Sobre cómo cada cual gestiona su presente ni se me ocurriría comentar nada; allí estábamos, con un rioja, una clara y un doble de cerveza delante y, que yo notara, nada trascendente sucedía.
Unos pocos años arriba, unas pocas cicatrices abajo, los referentes de mis dos amigos son los mismos; algo distintos los míos, pero solo por una mera circunstancia de trayectoria profesional: ellos más en la brega del periodismo político, yo a menudo más en el técnico o en la comunicación empresarial. Pero es, sin duda, el mismo tiempo y el mismo país. Un tiempo que anoche se adornaba de estándares de jazz, algún bolero y algún blues puestos al día por dos músicos de poco más de treinta años, una magnífica paradoja, un guiño amable del presente al pasado y a la inversa. Un país que ha cambiado tanto que ni caemos en la cuenta de cuanto hemos cambiado nosotros con él.
No estoy seguro de que me entendieran mis amigos periodistas cuando dije que me gustaría volver por aquí dentro de tres o cuatro generaciones. Pero sí, sería bueno saber si por fin conseguimos ser el país que soñamos hace treinta años. Si toda aquella energía un poco caótica, inmensa, si aquella poderosa fe en nuestras posibilidades como sociedad, si aquella alegría de vivir una época que intuíamos decisiva, finalmente dio fruto. Si el desencanto, los trágalas ideológicos, la miseria moral e intelectual como inevitables excrecencias de la historia, merecieron la pena.
Pero nos hemos hecho mayores. Y eso no lo veremos.
Se dice que los periodistas no dejamos de serlo ni dormidos. Es así. Pero claro, me refiero a los periodistas, no a quienes hacen como decía aquel genial Groucho Marx: “señora, yo soy un hombre de principios, pero si no le gustan, tengo otros”, a esas gentes que leen la realidad desde sus convicciones y no a quienes las arman de acuerdo a cómo les trata la realidad.
Así es que sí, “A veces es mejor conformarse con ser un buen lector” Sobre todo cuando hay quien explica las cosas mejor que uno mismo.
Pero eso no es suficiente, como bien sabe Sotillos. En eso consiste ser periodista, en saber que no lo es; siempre, durante toda la vida. O tendrá razón Vicent y nos veremos en el vertedero.