sábado, 20 de octubre de 2012

"Nos están tocando los cojones por encima de nuestras posibilidades"


“Nos están tocando los cojones por encima de nuestras posibilidades” es el texto que lucía una de tantas pancartas en una de tantas manifestaciones de días atrás. Lo recuerda Manuel Rivas en un estupendo artículo en la contra del diario El País de este sábado 20 de octubre.

Vale: el texto de la pancarta y la propuesta de Rivas, a saber, que Rajoy (y sobre todo Wert, “ministro de Educación y Barbarie”) practiquen el quietismo por oposición al reformismo, por mejor ( o no) nombre, recortismo. Que no hagan nada, vaya, visto lo que pasa cuando hacen algo. Ahora nos toca a la parroquia.

Por supuesto que Merkel y sus íntimos y rubicundos aliados, nos tocan los antedichos (menos mal que es en sentido figurado; me da repelús la literalidad) hasta el hartazgo, pero eso es algo que no debería servir para encubrir a nuestros más directos manoseadores. Merkel ésto, Merkel lo otro: vale, sí. La fatalidad, la eterna dialéctica del poder: sí, vale, también. Pero resulta que, en ese lugar en el que, al parecer, reside la soberanía y, por lo visto, ha sido necesario proteger a base de vallas y guardias de la porra de quien lo paga, lo anima, y lo justifica, o sea, la mentada parroquia, se va a debatir la semana próxima el Proyecto de Presupuestos Generales del Estado, esto es, nuestras cuentas que son algo más que meras cuentas: sí, sí, claro, marcadas por el devenir europeo, la fatal condición humana, Merkel, el ingenuo de Hollande,  Merkel, la sombra de Grecia, Merkel, la pareja feliz de  Barroso y Van Rompuy a sus cosas, Merkel, los mercados, Merkel, Merkel, Merkel…

Hasta hace nada, el karma era “no hay dinero” Ahora es que la culpa la tiene esa dama que me rio yo de la dama de hierro, ya saben, aquella británica tan amiga de Pinochet y de Milton Friedman, los genocidas que no ocultaban serlo porque, cuando entonces, no hacia ninguna falta. Y el caso es que la tiene en mucha medida y en tanto que se dedica a la política, que es eso que debiera servirnos para gobernar las cosas de este mundo y en realidad se utiliza para certificar el fin de la política si nada lo remedia. Qué sarcasmo la imagen reciente del FMI defendiendo el fin de la austeridad; la misma institución responsable de tanta miseria moral en la América Latina de los setenta.

En tiempos de plomo resulta útil tener un enemigo bien identificado…fuera.  Es una táctica muy vieja y siempre ha funcionado, especialmente si hay motivos –y los hay, ya digo- para colgarle los males que nos aquejan. Ante semejante afrenta patria ¿qué puede importar si quien nos gobierna miente o resulta manifiestamente injusto? Si ellos, los extraños, esos a quienes acaso quepa envidiar en silencio, y más aún si es así, nos demuestran su desdén y tratan de imponérsenos ¿qué puede importar si quien nos gobierna en casa ha perdido la legitimidad?

¿Montamos una cruzada los del sur despilfarrador, frente al trabajador norte? ¿Otra vez católicos y protestantes? ¿De nuevo esa matraca? Que fatiguita, por Dios. González (ya saben uno que ahora hace joyas y era aficionado a los bonsais) anda por ahí diciendo cosas así; si es que no somos nadie.

¿Qué tal si por ahora no quedamos aquí, salimos al calle y le decimos a la mayoría parlamentaria que esos presupuestos que se van a discutir son inhumanos? ¿Qué tal si les decimos que las cosas empiezan a ser al revés de cómo rezaba la pancarta y en realidad lo que pasa es que ya nos están tocando las gónadas por encima de SUS posibilidades?