“Nos están tocando los cojones por encima de nuestras
posibilidades” es el texto que lucía una de tantas pancartas en una de tantas
manifestaciones de días atrás. Lo recuerda Manuel Rivas en un estupendo
artículo en la contra del diario El País de este sábado 20 de octubre.
Vale: el texto de la pancarta y la
propuesta de Rivas, a saber, que Rajoy (y sobre todo Wert, “ministro de Educación y
Barbarie”) practiquen el quietismo
por oposición al reformismo, por mejor ( o no) nombre, recortismo. Que no hagan nada, vaya, visto lo que pasa cuando hacen
algo. Ahora nos toca a la parroquia.
Por supuesto que Merkel y sus íntimos y rubicundos
aliados, nos tocan los antedichos (menos mal que es en sentido figurado; me da
repelús la literalidad) hasta el hartazgo, pero eso es algo que no debería
servir para encubrir a nuestros más directos manoseadores. Merkel ésto, Merkel
lo otro: vale, sí. La fatalidad, la eterna dialéctica del poder: sí, vale,
también. Pero resulta que, en ese lugar en el que, al parecer, reside la soberanía
y, por lo visto, ha sido necesario proteger a base de vallas y guardias de la
porra de quien lo paga, lo anima, y lo justifica, o sea, la mentada parroquia, se va a
debatir la semana próxima el Proyecto de Presupuestos Generales del Estado, esto
es, nuestras cuentas que son algo más que meras cuentas: sí, sí, claro, marcadas
por el devenir europeo, la fatal condición humana, Merkel, el ingenuo de
Hollande, Merkel, la sombra de Grecia,
Merkel, la pareja feliz de Barroso y Van
Rompuy a sus cosas, Merkel, los mercados, Merkel, Merkel, Merkel…
Hasta hace nada, el karma era “no hay dinero” Ahora es
que la culpa la tiene esa dama que me rio yo de la dama de hierro, ya saben,
aquella británica tan amiga de Pinochet y de Milton Friedman, los genocidas que
no ocultaban serlo porque, cuando entonces, no hacia ninguna falta. Y el caso es que la tiene en
mucha medida y en tanto que se dedica a la política, que es eso que debiera
servirnos para gobernar las cosas de este mundo y en realidad se utiliza para
certificar el fin de la política si nada lo remedia. Qué sarcasmo la imagen reciente del
FMI defendiendo el fin de la austeridad; la misma institución responsable de
tanta miseria moral en la América Latina de los setenta.
En tiempos de plomo resulta útil tener un enemigo bien
identificado…fuera. Es una táctica muy
vieja y siempre ha funcionado, especialmente si hay motivos –y los hay, ya
digo- para colgarle los males que nos aquejan. Ante semejante afrenta patria
¿qué puede importar si quien nos gobierna miente o resulta manifiestamente
injusto? Si ellos, los extraños, esos a quienes acaso quepa envidiar en silencio, y más aún si es así, nos
demuestran su desdén y tratan de imponérsenos ¿qué puede importar si quien nos
gobierna en casa ha perdido la legitimidad?
¿Montamos una cruzada los del sur despilfarrador, frente
al trabajador norte? ¿Otra vez católicos y protestantes? ¿De nuevo esa matraca?
Que fatiguita, por Dios. González (ya saben uno que ahora hace joyas y era aficionado a los bonsais) anda por ahí diciendo cosas así; si es que no somos nadie.
¿Qué tal si por ahora no quedamos aquí, salimos al calle
y le decimos a la mayoría parlamentaria que esos presupuestos que se van a
discutir son inhumanos? ¿Qué tal si les decimos que las cosas empiezan a ser al
revés de cómo rezaba la pancarta y en realidad lo que pasa es que ya nos están
tocando las gónadas por encima de SUS
posibilidades?